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«Los adultos no damos ejemplo a los jóvenes de los botellones al incumplir las normas de distancia»

F- JUAN MIGUEL LOSTAU.
11/8/2020 NOTICIAS
 «Si no respetamos las normas, como en las celebraciones del fútbol, cuesta exigírselo a  los jóvenes» / El juez de Menores  radiografía la delincuencia de Valladolid: «La mayor tasa está ligada al ocio el sábado noche. El botellón influye» / «En el 80% los jóvenes roban móviles a otros» / En el confinamiento realizó 30 juicios telemáticos

El juez de Menores de Valladolid , José Fernando de Castro, ‘regaña’ a quienes, pese a la pandemia, se saltan las medidas de seguridad. No apunta a las personas de menos edad. Al contrario, critica la falta de responsabilidad de otra parte de la población. «Los adultos no damos mucho ejemplo al incumplir y no respetar las normas de distancia», responde cuando se le pregunta por «los jóvenes de los botellones».

Rescata un acontecimiento reciente y polémico de aglomeración de gente por el posible ascenso de un equipo de fútbol. «Lo hemos visto con las celebraciones del fútbol. Cuesta exigírselo a los jóvenes si no cumplimos y en este país parece que cuesta cumplir», expone.

De Castro, que acumula cinco años en este juzgado, ya conoce la radiografía de la delincuencia en la ciudad. Por ello advierte de que la celebración de botellones tiene consecuencias con y sin coronavirus. «La mayor tasa de delincuencia se da los sábados por la noche en la zona de Moreras y de Cantarranas. Los botellones influyen», indica. «Cuando mucha gente junta bebe alcohol surgen los problemas. Al margen del peligro de la pandemia, que también, el problema de beber sin medida es que hace que pierdan el control y se produzcan robos y abusos sexuales».

En los cinco años que acumula al frente de este juzgado ha visto cómo «los casos aumentan un 15%» y el volumen de trabajo cada día es mayor, pero aclara que el mapa de la delincuencia juvenil en Valladolid tiene nombres y apellidos conocidos.

«Hay una veintena o treintena de chicos que están en todo. En robos, peleas… Son los más conflictivos. Salvo eso, el resto son primerizos, que han robado un jersey en Primark y se pegan tal susto cuando vienen aquí que no vuelven a delinquir».

Durante los meses de confinamiento, apunta que la tónica general del comportamiento ha sido positiva, aunque con excepciones. «Los menores que estaban en los centros, al no poder salir, no han tenido opción de delinquir y tampoco de meter drogas dentro. Era habitual que a la vuelta de las salidas la metieran. Se ha cortado un poco el flujo. Nos cuentan que, por lo general, se han comportado bien y han asumido sus obligaciones».

El juez anota que se registró alguna denuncia de padres porque sus hijos se negaban a cumplir las normas del estado de alarma. «Tuvimos que ingresarlos en un centro porque no querían aceptar el confinamiento, querían salir con los amiguetes, pero han sido casos muy concretos», relata quien posee dos listas sobre los menores internados en el Zambrana: «La de los presentes y la de los ausentes porque unos cuantos se fugan reiteradamente».

La relación entre progenitores e hijos se ha puesto a prueba en el periodo de cuarentena. Aunque todavía sobre su mesa no hay expedientes de esta etapa porque los tiene que instruir Fiscalía, José Fernando de Castro relata que se trata «del delito más sangrante porque las víctimas son los padres y los hermanos».

El proceso no siempre culmina porque, dados los lazos, los agraviados deciden retirarse. «En no pocas ocasiones no declaran y se les absuelve, pero ya han pasado cinco meses en un centro y a algunos les sirve y les ayuda».

En este drama, quienes suelen ser el foco de la ira de sus hijos son principalmente ellas. «El maltrato familiar se da sobre todo hacia la madre porque normalmente parecen más vulnerables por su aspecto físico. Aunque hay chicos que le ponen el cuchillo al padre y les da igual uno que otro».

Atajar estos conflictos requiere tiempo. «Denunciar a un hijo es muy duro y cuando lo hacen es porque ya están muy hartos y no ven otra salida. Cuando llegan aquí la violencia ya está muy arraigada».

Normalmente, las medidas de intervención que se establecen son  de convivencia, que ingresen en un centro. «Se les saca de casa para resetear y suelen conllevar una  duración larga, de un curso escolar. El chico aprende a vivir con la autoridad al lado. Si son un poco permeables da sus frutos y se pueden reconducir. Si hay algo con lo que trabajar, se puede recuperar esa relación».

De hecho, reconoce que una de las mayores satisfacciones se da cuando un padre le agradece su labor porque «puede vivir con el hijo». También en algunas ocasiones fueron los propios menores los que le dieron las gracias personalmente por cambiar su situación.

De Castro reflexiona sobre el detonante de estos sucesos y, a pesar de ser consciente de que resulta más fácil la teoría que la práctica, asevera que «no siempre la culpa es de los chicos porque existe mucha permisividad».

Opina que «hay que aprender a decir que no»: «Están acostumbrados a tener todo a un clic en el móvil y cuando se les niega algo no lo aceptan. Los padres tienen que diferenciar su rol. No son ni colegas, ni amigos. Debe ser una autoridad que se haga querer. Tenemos que reeducarnos todos».
El juez explica que habrá que esperar a los próximos meses para conocer si el periodo de obligada convivencia por el coronavirus repercute en las denuncias de este tipo.

Otro de los polos preocupantes reside en la inmensidad de las redes sociales. «Atendemos muchos delitos contra la libertad sexual», indica sobre casos que se agravan porque «cuando se denuncia el perjuicio ya está hecho».

Pese a las persistentes y funestas cifras de violencia machista entre adultos, De Castro cuenta que en su juzgado no entran apenas casos entre adolescentes.  «No hay casi denuncias. Imagino que las chicas ahora se imponen más, pero es verdad que hay chavales muy machistas, nos lo dicen en los centros».

José Fernando de Castro estima que la situación de crisis económica que se cierne sobre el país no tendrá un efecto abrumador en las infracciones de los menores vallisoletanos. «Puede repercutir algo, pero los chavales que roban son sin recursos siempre, de familias desestructuradas, que siempre están igual».

El juez de Menores no ha paralizado su actividad durante el confinamiento. Continuó a distancia y en los meses de cuarentena siguió sacando adelante, a través de videoconferencia, una cantidad similar de juicios a los que se hubieran celebrado de ser presenciales: una treintena. Eso sí, primaron los que no requerían la participación de testigos.

Habla de sobrecarga, pero indica «que todavía el juzgado se puede llevar». De Castro constata que en la actualidad «existe atasco por la avalancha de escritos de los abogados», pero confía en que, dado el ritmo de trabajo desde el primer día, «en otoño se normalice la situación».

Fuente: El Mundo valladolid

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