ActualidadPortada

Cuando el cerebro pierde el reloj

07/09/2020: NOTICIAS.

Solemos subestimar entre un 20% y 30% el tiempo que pasamos conectados a Internet. Y no es que lo neguemos o seamos necios, simplemente no nos damos cuenta de los mecanismos que se ponen en marcha cada vez que entramos a ver una notificación que reclama nuestra atención.

Lo que nos pasa a muchos es que quedamos enganchados, como atrapados en el laberinto de Internet que siempre te da una curva más cuando pensabas que ya estabas en la salida. Pero no busquen la explicación de esto en la voluntad, en la inclinación a procrastinar o a la falta de foco, hay «neuro razones» para entender este comportamiento. Me encuentro investigando sobre si la palabra adicción le cabe o no al uso excesivo que a veces hacemos de las tecnologías y es así como di con uno de los principales investigadores del tema. Phil Reed es psicólogo y profesor del departamento de psicología de la Universidad de Swansea en el Reino Unido, autor de cuatro libros y 200 papers publicados sobre aprendizaje y memoria, autismo y ambientes de aprendizaje y psicología y medicina, incluido investigaciones en adicción a Internet.

Según Reed, ya sea que se trate de una adicción o un trastorno del comportamiento, se puede ver una interrupción realmente completa de la vida de una persona, su capacidad para funcionar, para formar relaciones y mantener trabajos. «Si bien una sustancia hace eso directamente en el cerebro, el uso de tecnología también puede desencadenar la liberación y supresión de sustancias químicas.

Esto, a su vez, puede volverse adictivo. Entonces, aunque las tecnologías no tienen productos químicos propios, se aprovechan del efecto que tienen en nuestros propios neurotransmisores», asegura el investigador y agrega: «Los procesos químicos en el cerebro son complicados, pero, para las personas que abusan de Internet, suceden dos cosas clave. Cuando ven señales relacionadas con contenidos a través de Internet, se libera dopamina. Esto indica que algo bueno está por llegar y que lo quieren, los mantiene prestando atención y actuando en consecuencia. Sin embargo, también tiene efectos sobre la capacidad para cronometrar eventos, como en la esquizofrenia, por lo tanto, tienden a subestimar el tiempo que han estado en la red», describe Reed desde la localidad inglesa de Swansea.

Por otra parte, cuando la persona se desconecta, es decir deja Internet, esto genera estrés y el cortisol se libera en todo el cuerpo, lo que tiene múltiples efectos y puede suprimir el sistema inmunológico, si esta situación estresante ocurre con suficiente regularidad. «En el cerebro, el cortisol hincha la amígdala (dificultando la regulación de las emociones, de ahí la depresión), altera la estructura del hipocampo (dificultando la memoria a corto plazo) y encoge la corteza prefrontal (haciendo procesos cognitivos superiores, como atención, planificación e inhibición, más difícil», explica el investigador. El planteo general es que, cuando estamos enganchados (hooked, en inglés) a algo, ya sea una sustancia o una tecnología, suceden más cosas además de los efectos químicos. «Tenemos que recordar que el alcohol, las drogas y el tabaquismo no solo se utilizan por el efecto químico directo que tiene la sustancia, a menudo se utilizan para superar o escapar de otros problemas que esa persona pueda tener en su vida», opina.

Existen numerosas posibilidades de por qué se produce esta subestimación, que no son incompatibles entre sí, pero que parecen compartir un hilo conductor: su relación con el neuroquímico dopamina. «En primer lugar, el tiempo vuela cuando te diviertes, y muchos encuentran divertido jugar con dispositivos digitales o estar en las redes sociales», describe Reed.

Por otra parte, la subestimación del tiempo de pantalla podría deberse a las recompensas digitales intrínsecas, apps y sitios programados para dar recompensan con likes, corazones y retuits.

Como tercera razón Reed habla de una «inercia cognitiva» como resultado de estar mucho tiempo online que simplemente nos mantiene ahí de manea continua sin permitirnos hacer una retrospectiva del tiempo que está pasando (mirar hacia atrás y reflexionar sobre el uso del tiempo online). Aunque los beneficios de establecer un plan de bienestar digital, con un uso medido e intencional de la tecnología ganan espacio en nuestras conversaciones y hasta en las políticas de las compañías de tecnología, entender los mecanismos que se accionan en nuestro cerebro al jugar o recibir un retuit nos ayuda a ser más dueños de nuestro tiempo, y a avisarle a nuestro cerebro cuando se olvide de mirar el reloj.

Fuente: La Nación

Comparte esto:

‘Un camino humanista en las políticas de drogas’

Previous article

La UV patenta un kit para detectar a simple vista la droga de sumisión química GHB en bebidas

Next article

You may also like

Comments

Comments are closed.

More in Actualidad