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Memorias de una ‘mamá alcohólica’: «Si dejas de beber, la gente piensa que eres un bicho raro»

FOTO: CAROLINE FIRTH

NOTICIAS: 06.02.2021

Clare Pooley (1969, Londres) Escritora y ex alcohólica, su blog Mami bebía en secreto logró millones de visitas. Su primera novela, Si dijéramos la verdad (Grijalbo), lleva tres semanas en la lista de libros más vendidos de The New York Times.

 ¿Cuánto lleva sobria?
En marzo hará seis años que no bebo.
 ¿Cómo descubrió que se había convertido en una madre alcohólica? Mucha gente bebe lo mismo que usted bebía, una botella del vino al día, y no se considera alcohólica…
Parte del problema es que existe un estereotipo sobre lo que es ser alcohólico. Y la gente cree que, si no cumple con ese estereotipo del alcohólico clásico, entonces no tienen ningún problema con la bebida. Yo pasaba mucho tiempo preguntándome si era una alcohólica. Por las noches, ya tarde, rellenaba esos cuestionarios para saber si uno es alcohólico, tratando de saber si tenía un problema. Pero entonces descubrí que me estaba haciendo la pregunta equivocada y que la pregunta que me tenía que hacer era: ¿Me está causando el alcohol un problema en mi vida? Y sí, sí que me estaba causando problemas. No puedes beber una botella de vino al día y que eso no tenga un impacto en tu salud física y mental.
 ¿Y qué problemas en concreto le causaba el alcohol?
Muchos. No dormía por las noches, me despertaba a diario a las 3.00 de la madrugada. Tenía sobrepeso. Estaba muy ansiosa todo el tiempo. Y no era una buena madre. Me pasaba todo el tiempo tratando de escapar de mis hijos. Cuando era por ejemplo la hora de acostarles, en vez de disfrutar leyéndoles cuentos, se los leía lo más rápido posible para poder bajar a abrirme una botella de vino. Y así con todo. Beber tenía enormes consecuencias en toda mi vida. Poco a poco, me fui dando cuenta de que por un lado me quitaba mucho y, por el otro, ocupaba demasiado espacio en mi cabeza. Pasaba mucho tiempo pensando en beber, tratando de averiguar si había bebido, cuánto bebía, cuándo iba a beber… y así sucesivamente. Sí, era un gran problema.
Su novela trata de cómo ser honesto y auténtico con uno mismo, dejar salir los sentimientos más íntimos y profundos, ayuda a superar las adversidades. ¿Ese proceso es el que le permitió a usted dejar el alcohol?
Sí, totalmente. Cuando me di cuenta de que tenía que dejar de beber, me sentí muy avergonzada por la situación en la que me encontraba. No me sentía capaz de hablar de ello con mi familia, no me sentía capaz de ir a Alcohólicos Anónimos a contar mi historia, no me sentía capaz de hablar con mi médico ni con nadie, sentía vergüenza, sentía miedo. Creo que el hecho de ser madre me hizo sentir eso de manera más fuerte, porque a las madres nos preocupa que la gente nos pueda juzgar y pueda pensar que no eres una buena madre, que no te ocupas de tus hijos adecuadamente. Hay mucha vergüenza y mucho miedo alrededor de las adicciones, en particular para las mujeres. Así que, en lugar de hablar con nadie, empecé a escribir un blog y a investigar sobre el tema. Me compraba todos los libros que encontraba sobre el alcohol. Y todos los días escribía en el blog cómo me sentía y, por primera vez, hablé con total honestidad de mí y de mi vida, porque escribía con seudónimo y porque pensaba que nadie me leía. Para mí escribir era mi terapia. Y, de repente, cientos de personas de todo el mundo empezaron a leer mi blog. Pero como no sabían quién era yo realmente, me seguí sintiendo segura, a salvo.
¿Y funcionó la terapia de escribir?
Sí. Tan pronto como empecé a ser honesta sobre mí misma, me di cuenta de que eso no sólo estaba cambiando mi vida completamente sino también la vida de un montón de personas que leían mi blog, porque ellos también se sentían solos y leerlo les hacía sentirse menos solos. Y el blog también les hizo ver que había otra forma de vivir sin alcohol. Todo eso me hizo pensar que si ser auténtica y honesta sobre tu vida podría cambiar tu vida y la de otras personas a tu alrededor, ¿qué ocurriría si otras personas hacían lo mismo? Y de ahí vino la idea de esta novela. Pensé en qué pasaría si en lugar de hacer lo que yo hice a través de internet alguien escribiera la verdad sobre su vida en un cuaderno pasado de moda, con una pluma pasada de moda. Surgió así la idea de este libro.
Si su blog fue su terapia para dejar de beber, ¿este libro es su terapia para mantenerse sobria?
Sí, totalmente. Cuando escribía el blog era extremadamente personal, porque de lo que hablaba era de mi vida. Exponía mi intimidad y en cierto sentido me daba miedo, y es por eso por lo que en un principio lo hacía de forma anónima. Pero cuando escribes ficción, puedes explorar todo aquello que te fascina, lo que te enfada, lo que te apasiona, pero desde otra perspectiva, a través de los ojos de tu personaje. En la novela, obviamente, hay un adicto al alcohol y a la cocaína. Y eso me permitió explorar por lo que yo misma había pasado, pero desde una cierta distancia, haciendo pasar a otro por lo que yo pasé. Sigo escribiendo como terapia, pero me parece que la ficción es en cierto modo tan terapéutica como la no ficción, sólo que de un modo diferente. Hay por ejemplo una escena en la que ese personaje acude a una boda y empieza a beber de nuevo… Me resultó muy difícil escribir ese pasaje, sentía que me tenía que disculpar con el personaje, sentía hacerle pasar por eso.
¿Le resultó difícil dejar el alcohol?
 Sí, de hecho me llevó más tiempo de lo que esperaba sentirme de nuevo normal. Como mucha gente, yo creía que si dejaba de beber en un mes me sentiría completamente normal. Y no, aprendí que lleva unos 100 días hasta que empiezas a sentir que no estás obsesionado con el alcohol y a sentirte mentalmente bien. Y a mí en realidad me llevó dos años enteros olvidarme completamente del alcohol, no percatarme de si una persona junto a mi bebe o no bebe, dejar de que funcionara ese radar del alcohol.
¿Ir a una boda o a algún acto social sigue siendo una tentación para usted o ya no?
 En los primeros días sin alcohol, lo más duro era estar con gente, ir a fiestas. Si uno deja de fumar, la gente le da la enhorabuena. Pero si dejas de beber la gente piensa que eres un bicho raro. Al principio fue duro, sin duda. En las fiestas incluso fingía que estaba bebiendo, me bebía una cerveza sin alcohol o una tónica sin vodka para dar el pego, porque me di cuenta de que el que yo no bebiera hacía sentir a los demás incómodos.
¿Y por qué se sentían incómodos?
 El alcohol nos pone a todos inmediatamente en el mismo nivel. Si vas a una fiesta y te tomas una copa, simplemente te quita el miedo. Y eso lo hace todo, me parece a mí. Yo siempre pensé que era extrovertida, pero me di cuenta de que en parte era el alcohol lo que me hacía extrovertida, y creo que de alguna manera es por eso por lo que me di al alcohol. Ahora, sin alcohol, soy un poco introvertida. Antes, cuando iba a una fiesta, necesitaba estar una hora o una hora y media bebiendo para relajarme y entrar en la fiesta.
¿Fue importante el apoyo de otras personas, en concreto de los lectores de su blog, para superar su alcoholismo?
Fue de una ayuda inmensa. La idea de comunidad, de ayudarnos los unos a los otros es muy importante para mí, y esta pandemia lo está poniendo en evidencia, el sentido de comunidad es cada vez más importante. En esos primeros días en que dejé de beber, creo que hubiera vuelto a hacerlo si no hubiera sido por toda esa gente alrededor del mundo que seguía mi blog y mi historia. Pensaba que si volvía a beber se lo tendría que decir a todos ellos y se sentirían decepcionados, e incluso puede que algunos de ellos también empezaran de nuevo a beber. La idea de grupo, de apoyarse unos a otros, es muy importante, de ahí viene Alcohólicos Anónimos. Y yo a través de mi blog sentía lo mismo.
¿Y le ocurrió lo mismo cuando tuvo cáncer de pecho?
Sí. Ocho meses después de dejar de beber, me diagnosticaron cáncer de mama. Cuando me detectaron el quiste lo primero que hice fue escribir sobre ello, porque estaba acostumbrada a escribir como ejercicio de terapia. Escribí sobre el bulto, sobre mi primera visita al médico, sobre mis citas en el hospital… Sobre todo. Y la misma gente de todo el mundo que me ayudó con el alcohol me ayudó de nuevo durante ese periodo, un periodo muy duro. Recibía mensajes de apoyo de un montón de gente. Una señora de Wisconsin, por ejemplo, me envió un mensaje diciéndome que era miembro de una iglesia con una congregación de 250 personas y que iban a rezar todos por mí. Esa mujer nunca me había visto, ni siquiera sabía mi verdadero nombre, y movilizó a un montón de personas al otro lado del mundo para que rezaran por mi recuperación. Fue muy conmovedor.
Un estudio de Global Drugs Survey revelaba hace unos días que, de media, un británico se agarra al año 33 borracheras graves y que el Reino Unido es el país más alcohólico del mundo…
Bueno, no me sorprende. Puede que en parte sea genético, hay una relación entre alcoholismo y genética y es posible que haya algo en nuestros genes. Pero también creo que es una cuestión cultural. En el Reino Unido la gente se avergüenza muy poco, o directamente nada, por emborracharse; emborracharse está visto como algo perfectamente aceptable. Y al revés: los que sienten vergüenza son los que no beben. Se dice que el alcohol es la única droga por la que uno no se tiene que justificar cuando la toma. Yo en las fiestas veo a gente que se emborracha salvajemente, que se comporta lamentablemente y que no tiene que explicar su conducta. Y al revés: yo tengo que explicar todo el tiempo por qué no bebo. Pero creo que las cosas están cambiando…
 ¿En qué sentido?
En el Reino Unido, y me imagino que será igual en el resto de Europa, la gente joven ahora bebe mucho menos. Entre los menores de 25 años en el Reino Unido, hay mucha gente que ha decidido no beber por motivos de salud, porque simplemente no lo necesitan. Es un cambio gigantesco: cuando yo iba a la universidad, no conocí nunca a una sola persona que no bebiera. Y ahora parece ser que un 25% de los estudiantes opta por no beber.
Durante la pandemia, según las encuestas, el 48% de los británicos confiesa que bebió más. ¿Le encaja?
Totalmente. La gente bebe por muchas razones, pero una de las principales es para poder lidiar con el estrés y la ansiedad, y también con el aburrimiento. Y cuando estás confinado, tienes mucho más estrés y ansiedad y nada que hacer. Conozco a mucha gente que bebe para relajarse, pero también para darse una especie de regalo, es como montar una fiesta en casa. Si yo hubiera seguido bebiendo, durante la pandemia sin ninguna duda habría bebido mucho más. Habría sacado de los armarios de la cocina los paquetes de pasta y otras cosas y los habría llenado de vino.
 ¿Qué se debería de hacer para reducir el alcoholismo?
Yo creo que la educación tiene mucho que ver y también el lenguaje que empleamos. Habría que educar más sobre los efectos negativos del alcohol, explicar cómo el alcohol en lugar de reducir la ansiedad la incrementa, cómo en lugar de hacerte feliz aumenta la depresión, contar que causa insomnio, que hay una fortísima relación entre cáncer y alcohol, porque hay mucha gente que no sabe que el alcohol causa cáncer. Y también creo que deberíamos hablar del alcohol de manera diferente a como lo hacemos, porque hablamos del alcohol de manera distinta a todas las otras drogas. Si por ejemplo tratáramos al alcohol como al tabaco, si dejáramos claro que el alcohol es una droga como cualquier otra, tan adictiva como todas las demás, sería un cambio cultural importante. Ahora mismo, si alguien se hace alcohólico, pensamos que es su problema. Pero un alcohólico es alguien con una enfermedad, alguien que no puede manejar la situación, alguien a quien se culpa de estar como está. Y lo que se debería es culpar a la droga.
Fuente: El Mundo
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