NOTICIAS: 14.12.2021
- En un primer momento es importante evaluar la gravedad de la intoxicación y, después, advertirle sobre los peligros.
- Una de cada cinco personas en España consume bebidas alcohólicas en cantidades que comportan algún riesgo.
- El eterno regreso del botellón: «No consigo pasármelo bien si no bebo alcohol
Muchos estudios, como los realizados en el marco de la encuesta del Plan Nacional contra las Drogas, han apuntado que la edad media de inicio en el consumo de alcohol en España está en torno a los 14 años. En este contexto, muchos padres deben enfrentarse a que un hijo adolescente llegue un día embriagado a casa.
Teniendo en cuenta los riesgos a corto y sobre todo a largo plazo que tiene el consumo de alcohol, así como el marco social en el que se produce, es importante saber reaccionar adecuadamente para proteger al máximo el bienestar del niño o niña.
Abordar la intoxicación
En un primer momento, es importante evaluar la gravedad de la intoxicación etílica para entender el riesgo inmediato en el que se puede encontrar el niño o niña. Afortunadamente, las intoxicaciones etílicas agudas, peligrosas a corto plazo, son poco frecuentes y fáciles de detectar.
Por ejemplo, en casos leves, en los que el consumo de alcohol ha sido bajo, el adolescente mostrará signos como euforia, desinhibición, ojos vidriosos y enrojecimiento del rostro. En principio, este estado no entraña peligro inminente, por lo que la mejor actuación es dejar que el niño o niña descanse para que pasen los efectos de la sustancia.
Una intoxicación moderada puede ser algo más evidente, con signos como falta de coordinación y alteración del equilibrio, discurso desordenado y pronunciación alterada o incluso náuseas y vómitos. Especialmente si aparece esta última manifestación, ante esta situación si es conveniente una vigilancia del estado del menor por si la intoxicación empeorase, así como algo de soporte para aliviar los síntomas. Si vemos que la borrachera va disminuyendo, lo ideal es que el pequeño o la pequeña descanse.
En cambio, ante una intoxicación etílica aguda (caracterizada por confusión, vómitos abundantes, convulsiones, disminución importante de la frecuencia respiratoria, piel azulada o pálida, descenso de la temperatura corporal (hipotermia) y pérdidas del conocimiento con dificultad para despertar) es importante buscar atención médica de urgencia, ya que existe un peligro importante para la salud del adolescente.
Hablar con el niño sobre el alcohol
Una vez que se ha abordado la intoxicación puntual, toca afrontar la cuestión global del consumo de alcohol con el menor. Para ello, lo mejor es dejar la conversación para el día siguiente, una vez que la intoxicación haya remitido por completo y el niño o niña se encuentre en plenas facultades. Es decir, que lo ideal es evitar dejar llevarnos por las emociones en el momento de su llegada y esperar sin hacer reproches o echar broncas.
Cuando el menor ya esté en condiciones de abordar el asunto, hay que tener en cuenta que las reacciones demasiado duras pueden provocar que el adolescente se cierre en banda y no inicie una reflexión, lo que puede ser muy contraproducente. Por ello, puede ser más productivo adoptar una postura de empatía y confianza, dándole la oportunidad de que se explique con honestidad. Así, como padres es más sencillo conocer detalles como el entorno en el que se produce o ha producido el consumo, la frecuencia del mismo, la cantidad de alcohol ingerido, etc.
En base a esto, a menudo puede funcionar mejor explicar los propios sentimientos (preocupación, angustia…) que reprocharle su comportamiento, y hacerle ver los riesgos del consumo de alcohol tanto a corto como a largo plazo (incluyendo su potencial adictivo) antes que castigarle. No obstante, si es la primera vez, puede ser útil advertirle de posibles consecuencias si la situación se repite en el futuro (y cumplir estas advertencias en las veces subsiguientes).
Más adelante, si empezamos a detectar que el consumo de alcohol es muy recurrente y problemático en el menor, puede llegar a ser necesario acudir con él a un especialista en la materia para tratar una posible adicción.
Prevenir un consumo problemático
Ninguna persona está libre del riesgo de caer en patrones de consumo de alcohol abusivos, y menos en una sociedad en la que esta sustancia está legalizada y normalizada (de hecho, el número de personas que la consume es mayoritaria). Sin embargo, si hay algunas medidas que podemos tomar para minimizar ese peligro.
Quizás la más importante sea evitar normalizar consumos abusivos realizándolos a la vista del niño o niña, y en cambio dar ejemplo de abstinencia o al menos de consumo moderado y responsable.
Por otro lado, ser abiertos a la hora de hablar de sus efectos, así como de sus posibles consecuencias y peligros, puede reducir la atracción del menor hacia el consumo de alcohol por su estatus de tabú y, en cambio, permitirles una mayor reflexión y responsabilidad.
Además, se ha demostrado que ofrecer alternativas de ocio a los hijos o hijas, como fomentar hobbies y actividades extraescolares o deportivas, tiende a retrasar el inicio del consumo de alcohol y el riesgo de abuso.
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