OPINION: 20.07.2022
Trabajando en reducción de daños a menudo nos centramos en aquellos indicadores sociales o de salud que presentan las personas en la actualidad y sobre los que podemos intervenir directamente a través de acciones. A la vez, estos mismos indicadores son los que determinarán si una persona será atendida o no en un servicio especializado para personas en consumo activo. La incorporación de la perspectiva de género suele iniciarse y desarrollarse- en las pocas ocasiones en las que se incorpora estas mirada- bajo estas mismas claves. Intentando tomar conciencia de cuales son les desigualdades de género en la situación de -sobre todo- las mujeres consumidoras en su vida presente.
Sin embargo, la incorporación de la perspectiva de género de forma integral en cualquier ámbito, más concretamente en contextos de abuso de drogas y más concretamente aun en el abordaje de reducción de daños no sólo tiene que ver con identificar desigualdades sino también con la metodología de análisis de las realidades de las personas y, por consiguiente, el impacto del sistema patriarcal en mujeres, hombres y otras identidades de género.
El proyecto Transmet liderado por la entidad catalana ABD en colaboración con la entidad colombiana Surgir lleva años trabajando con la realidad de las personas habitantes de calle consumidoras de drogas en la ciudad de Medellín – Colombia. En la fase actual se está desarrollando un análisis y abordaje específico para incorporar la mirada de género en las actuaciones del proyecto.
Esta colaboración nos abre nuevos escenarios de reflexión en relación a como incorporar otras metodologías con una base feminista que nos permitan una aproximación al fenómeno de la “habitancia en calle” y conocer el fenómeno con mayor profundidad. Hablamos especialmente de orientarnos a la escucha que nos posibilitará ahondar en los porques de la situación actual y en los recorridos vitales de cada persona. Planteamos a continuación algunas reflexiones al respecto que nos parecen de utilidad para ampliar la mirada también en nuestra labor y compromiso profesional.
Partiendo de la base de la causalidad estructural donde inciden las desigualdades económicas, migratorias, de salud mental, etc. que cruzan el fenómeno como tal, los porques requerirán también de conocer y entender las trayectorias vitales individuales. Esta aproximación nos permite desmontar también el estigma que nos transmite una “foto fija” de las condiciones vitales actuales de una persona consumidora que vive en la calle. Ninguna persona nace consumidora problemática y viviendo en la calle. Así, cuando permitimos y nos permitimos escuchar el relato personal en profundidad en clave de género observamos que las violencias vividas en el seno familiar (más adelante profundizaremos) son consideradas el precipitador más importante para las mujeres para acabar habitando la calle y este las llevará, posteriormente, al consumo de drogas o a su problematización. En el caso de los hombres éstos aducen el consumo de drogas como el factor principal para abandonar la casa y -lo que llaman- “conflictos familiares” es nombrado como algo existente pero no como causa principal. Sin embargo, en un análisis más profundo de las historias vitales podemos escuchar que tanto en el caso de hombres como de mujeres las violencias en los contextos familiares y la necesidad de huida de los mismos ha traído consigo un consumo problemático y la habitancia en la calle.
Si bien observamos diferencias en cuanto a la distinta manifestación de las violencias patriarcales en mujeres y hombres, y también diferencias en los relatos de supervivencia existen elementos comunes que subyacen y que una mirada feminista debe subrayar. Las mujeres despliegan relatos donde está muy presente la violencia sexual en la infancia y la adolescencia tanto dentro de la familia como en el entorno comunitario; también maternidades impuestas y no deseadas fruto -en algunas ocasiones- de las violencias sexuales vividas. Por consiguiente, el hecho de no sentir el hogar familiar como un espacio seguro en relación a diversas violencias y la obligación de la maternidad como forma de “expiación” de comportamientos entendidos como transgresores son algunos elementos de contexto que pueden precipitar una salida del “hogar”; el consumo de drogas puede ser una consecuencia o un interés en la experimentación que también altamente censurado en el contexto familiar. Estas situaciones las encontramos en etapas tempranas. Pero también las violencias en las relaciones sexo afectivas (incluyendo la presión por parte de la pareja para consumir drogas) en mujeres jóvenes y no tan jóvenes- pueden llevar a la habitancia en calle- o en condiciones poco estables- como única forma de parar la violencia. En definitiva, la insoportabilidad de sostener el rol de mujer sometida, centrada en los cuidados y obediente aun recibiendo violencias es una de las causas principales.
Si hablamos de los hombres la normalización e incluso presión hacia el consumo de drogas como un ritual básico para incorporarse a la categoría “hombre” así como la frustración vital en relación al papel masculino patriarcal de mantenedor de la familia se dibujan como causas relevantes para empezar a vivir en la calle y ahondar en el consumo problemático de drogas. Sin embargo, si volvemos a la escucha profunda que nos proporciona algunas otras claves de género observamos que las violencias recibidas en la infancia y adolescencia -sexuales, físicas y psicológicas- recibidas en el seno de la familia pero también de les entornos de iguales están en el núcleo de los malestares que expulsan a la calle a los hombres. La mayor dificultad de los hombres para hablar de las violencias recibidas porque hacerlo rompe con ese ideal de hombre fuerte y poderoso que se impone siempre justamente está directamente relacionada con los aprendizajes de género. Los mismos aprendizajes que los llevan, muy a menudo, a ejercer la violencia hacia las mujeres u otras personas que consideran más débiles.
Este análisis pretende poner el foco en la importancia del conocimiento de las causas y no solo de los indicadores presentes en la intervención en reducción de daños. Iniciar una reflexión en cuanto a si los porques, las causas, nos permitirán una comprensión más profunda de las historias de vida y, por consiguiente, de todo aquello que en términos de género a menudo subyace, pero no es nombrado. Mirar como opera el género en vidas altamente dañadas significa ir a lo más profundo de los traumas vividos. Por tanto, muy probablemente, mejorar nuestra intervención.
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