NOTICIAS: 26.09.2022
Un estudio reciente detecta un incremento del consumo en más de setenta ciudades europeas, cuarenta y cinco millones de personas de veinte países diferentes.
PAIS VASCO. Siempre ha sido necesario afrontar enfermedades y daños a la salud que suponen una amenaza para nuestro bienestar, pero es importante ir mejorando las herramientas para su control, incluyendo las redes de alerta epidemiológica. Si bien eliminar totalmente el riesgo es difícil, son necesarias medidas que reduzcan sus efectos. Una herramienta, no del todo novedosa, es el estudio de las aguas residuales que emitimos y que van a depurarse en las plantas correspondientes, como la de Arazuri en el caso de Pamplona. Algunas universidades ya eran pioneras en estos estudios, llamados epidemiología de las aguas residuales, que las analizan como alerta temprana, en tiempo real, al ser complicado y costoso realizar pruebas a toda la población.
Las aguas residuales se convierten en un banco de datos a considerar. Los holandeses, antes incluso de declararse la pandemia, fueron los primeros en utilizar estos datos para valorar la circulación del virus, que luego se han extendido a la mayoría de países, incluido España. Su utilidad radica en que, con menos pruebas a nivel individual, estos datos valen para analizar las tendencias de lo que circula y lo que excretamos en orina y heces. En el caso de los virus saber si están más o menos presentes entre nosotros, para adoptar medidas de control incluso por barrios, a través de muestreos en los colectores de aguas negras.
Esta herramienta también funciona para la detección de antibióticos y medicamentos o analizar hábitos de consumo de tabaco o drogas. Los residuos de medicamentos, sobre todo de analgésicos, antiinflamatorios, antibióticos y otros llegan a las aguas residuales; ya se habla de ecofarmacovigilancia para valorar su repercusión y la normativa de aguas de bebida europea lo considera una amenaza a observar. En España la propuesta es vigilar hormonas como el estradiol, detergentes como el nonilfenol, antibióticos como la azitromicina y antinflamatorios como el diclofenaco que también revelan nuestros consumos.
En cuanto a las drogas, un estudio reciente detecta un incremento del consumo en más de setenta ciudades europeas, cuarenta y cinco millones de personas de veinte países diferentes. Se han buscado, en las aguas negras, la presencia de drogas ilícitas como cocaína, anfetamina, metanfetamina, MDMA/éxtasis y cannabis. Su consumo en general ha aumentado considerablemente en el último año, la pandemia puede haber influido, excepto para anfetamina y cannabis que es similar o para el éxtasis, que algo ha disminuido.
Según el Centro Europeo de Drogas es un problema complejo ampliamente distribuido, identificado con estas nuevas técnicas para adecuar las intervenciones de salud pública. Hay algunas diferencias de consumo. El de cocaína alto en el sur de Europa: Bélgica, Holanda y España. En metanfetamina, detectada en países como Chequia o Eslovaquia, está ahora presente en Bélgica, Chipre, Alemania, España, Turquía, Dinamarca, Lituania, Finlandia y Noruega. En anfetamina los mayores niveles se encuentran en Suecia, Bélgica, Holanda y Finlandia y algo menos en el sur de Europa. En cannabis, la droga ilegal más consumida, los mayores niveles están en Croacia, Chequia, España, Holanda, Eslovenia y Portugal, pero su uso parece que se ha visto menos afectado por la pandemia y sus confinamientos que otras drogas. En lo relativo al éxtasis es la única droga que ha decrecido, quizás por el cierre del ocio nocturno muy asociado a su consumo, pero aun así apareció en Bélgica, Alemania, Holanda, Suecia y Noruega. Se aprecian diferencias según los días de la semana, hay mayor consumo de drogas relacionadas con el ocio como cocaína y MDMA los fines de semana, a pesar del confinamiento, y más distribuido para otras drogas. Vemos que se pone el foco en lo que está circulando entre la población y que acaba en las plantas de residuales. Esta herramienta ha venido para quedarse, nuestras aguas residuales hablan de nosotros y ello es muy útil en salud pública, ya que permite detectar rápidamente nuevas tendencias y que los programas de salud pública se ajusten a lo que está pasando. Es necesario poner en valor la importancia de los avances de la ciencia.
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