NOTICIAS: 04.10.2022
Miguel Marcos, internista del Hospital Universitario de Salamanca, profesor de Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca e investigador del Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca
Los factores de riesgo que ponen en jaque la salud del corazón son conocidos desde hace tiempo. La evidencia científica sobre los daños que ocasiona una mala alimentación, la hipertensión, la falta de ejercicio, el tabaquismo o el colesterol es contundente. Sin embargo, uno de estos factores de riesgo, el consumo de alcohol, es objeto de controversia porque los intereses comerciales vinculados al vino utilizaron en su provecho durante décadas algunos estudios poco rigurosos que sugerían un efecto cardioprotector del alcohol, obviando los riesgos que tiene para la salud. Hoy ninguna guía clínica recomienda su consumo, como recuerda uno de los principales investigadores en España, el médico Miguel Marcos, internista del Hospital Universitario de Salamanca, profesor de Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca (USAL) e investigador del Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca (IBSAL).
¿Hay algún beneficio claro y probado del consumo de vino en el corazón?
No. En estos momentos, hay datos de estudios observacionales que sugieren que puede haber algún beneficio en alguna enfermedad cardiovascular, concretamente en la cardiopatía isquémica. Hay otros estudios que arrojan resultados diferentes. Es decir, tenemos datos de baja calidad y controvertidos, por lo que no podemos afirmar de forma concluyente que el alcohol tenga algún beneficio sobre ninguna enfermedad cardiovascular.
¿Por qué los estudios observacionales son investigaciones controvertidas?
Porque son estudios que no controlan rigurosamente todos los posibles factores asociados a aquello que se pretende estudiar.
¿Cuál es el origen del mito de los efectos beneficiosos de un consumo moderado de alcohol?
Estos estudios de los que hablamos, que se han vendido centrándose en los beneficios y habitualmente de una forma promocional, por así decirlo. Hoy, ninguna sociedad científica, ni la Sociedad Europea de Cardiología, ni ninguna otra, recomienda el consumo de alcohol para la prevención de ninguna enfermedad cardiovascular. Para poder aconsejar el consumo hay que valorar el riesgo y el beneficio, y en este caso los datos son concluyentes en contra de esa recomendación.
Dicho de otra forma: si hubiera algún posible beneficio, ¿habría que desaconsejar el alcohol por sus efectos negativos.
Aunque tuviéramos datos que sugirieran más claramente un posible beneficio, habría que valorar los daños. Y lo que tenemos, por otro lado, es la evidencia clara de los efectos secundarios del alcohol tanto cardiovasculares, en enfermedades como la insuficiencia cardiaca o la fibrilación auricular, como en otras patologías. En la fibrilación auricular disponemos de datos que dicen que si alguien tiene un primer episodio, lo que tiene que hacer para reducir el riesgo de sufrir otro es dejar de beber. Eso nadie lo discute; está comprobado sin ningún género de dudas.
Pero la dieta mediterránea se vincula a una buena salud cardiovascular y el vino forma parte de ella, igual que el aceite de oliva o las verduras.
Hay gente que se puede empeñar en ello, pero el alcohol no es como el tomate, el aceite, las lentejas o el pescado, porque ninguna de estas sustancias produce dependencia, cirrosis hepática o arritmias. Se intenta promocionar el vino como si se pudiera equiparar a otros productos de la dieta mediterránea, pero ninguno de los componentes de esta tiene los efectos secundarios que presenta el consumo de alcohol.
¿Las guías clínicas son unánimes al respecto?
Todas las guías de cardiología son claras: no se puede recomendar el consumo de alcohol para la prevención de ninguna enfermedad cardiovascular, sobre todo, por los enormes efectos secundarios que tiene. Ha habido un cambio de paradigma al respecto porque antes se aconsejaba. Yo he visto informes de alta donde figuraba la recomendación de tomar una copa de vino al día.
Sin embargo, hace muy pocos meses el presidente de la Sociedad Española de Cardiología, Julián Villacastín, declaraba que “no hay nada mejor que una copa de vino al día”.
Hay consenso general en que esas declaraciones fueron desafortunadas. En los estudios epidemiológicos repetidamente el alcohol figura entre las sustancias que más daño producen. Y la Unión Europea es una de las zonas del mundo en la que genera más daño a la salud. El consenso científico es contundente: no se puede promover el consumo de una sustancia que es la primera causa de morbimortalidad entre los 15 y los 49 años. Hay enfermedades en las que el alcohol es perjudicial incluso a dosis tan bajas como un vaso de vino al día.
¿Ni siquiera puede establecerse un consumo mínimo que sea inocuo?
Ahora se prefieren los términos «consumo de bajo riesgo» y «consumo de riesgo» para poner énfasis en el hecho de que incluso un vaso de vino puede estar asociado con enfermedades como el cáncer. Por ejemplo, guarda una relación directa con los tumores de cabeza y cuello, entre otros tipos de cánceres. En las mujeres la evidencia científica es contundente sobre su relación con el cáncer de mama.
¿Qué efectos tienen en la salud pública los mensajes contradictorios entre especialistas?
Muy malos, porque provocan desconcierto y hacen que cada persona interprete lo que le parece. El alcohol es una sustancia que gusta, beber vino es placentero, y cualquier mensaje que favorezca la idea de que es bueno hacerlo cada uno lo adapta a su conveniencia.
¿Deberían haberse reflejado de forma más nítida los efectos negativos del alcohol en la Estrategia en Salud Cardiovascular del Sistema Nacional de Salud?
Sí. Hubo un intento legislativo de hacerlo, pero se bloqueó por presiones de todo tipo con un trasfondo comercial. Ya ocurrió con el tabaco, no solo en España. Las conocidas como ‘grabaciones de la vergüenza’ recogen declaraciones de científicos en el Congreso de los EE. UU. donde decían que no producía cáncer, cuando ya se había confirmado esa relación.
¿Hay algún caso similar en relación con el vino y el alcohol en general?
Unos eurodiputados españoles presentaron una proposición en el Parlamento Europeo contra la iniciativa de Irlanda de incluir los peligros del consumo de alcohol en las etiquetas de las botellas de vino. La iniciativa instaba a la UE a no hacerlo porque, según ellos, no está demostrado científicamente que el alcohol produzca cáncer. Produce sonrojo e incredulidad, pero se puede ver en la página web del Parlamento Europeo. También hay una página de empresas relacionadas con la producción de alcohol donde se pide al Gobierno que legisle de acuerdo con la evidencia científica.
¿Se busca interferir en los estudios científicos como se hizo con el tabaco?
Los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de EE. UU. comenzaron un estudio para evaluar en personas con riesgo cardiovascular el efecto de la ingesta de una copa de vino al día frente a no tomarla. Hubo que pararlo a los dos meses porque se demostró que había conexiones entre los investigadores y la industria del alcohol y se había modificado el protocolo para facilitar un resultado favorable a los intereses de la industria.
¿Qué recomendación general daría sobre el consumo de alcohol?
El mensaje de la Organización Mundial de la Salud es: cuanto menos, mejor. Nadie toma un pastel porque piense que es saludable; lo toma porque le gusta. Si una persona toma diez pasteles de golpe o uno al día, sabe que acabará repercutiendo en su salud. Pues el alcohol tiene muchos más efectos secundarios que los dulces. Nadie tiene un accidente de tráfico por haber tomado pasteles.
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