NOTICIAS: 27.10.2022
Las mujeres con problemas de alcoholismo sufren, en comparación con los hombres, más violencias y dificultades para pedir ayuda o adherirse al tratamiento.
La primera vez que le dijeron a Belén que estaba enferma fue un alivio. Dejó de pensar que era “un bicho raro”, comenzó su tratamiento y, ahora, lleva ya 3 años en abstinencia. Belén es una de las mujeres alcohólicas rehabilitadas que continúa asistiendo a terapia en la sede de la Federación de Asociaciones de Alcohólicos de la Comunidad de Madrid (Facoma).
Si bien es cierto que los hombres y las mujeres que presentan una adicción al alcohol sufren por igual las consecuencias directas de la enfermedad, las mujeres, además, tienen que luchar contra los estigmas sociales que supone vivir bajo la etiqueta de “ser una borracha”.
“No es lo mismo que una mujer beba a que lo haga un hombre. La señora que está en un bar, sola, bebiendo, es cualquier cosa. Puede ser una fresca, una jeta, a ver dónde se ha dejado a los niños…», explica Nieves López Álvarez, alcohólica rehabilitada y encargada del área de Mujer de la Asociación Cultural de Alcohólicos de Alcobendas (ACAA), que forma parte de Facoma.
Y añade: «A los hombres no se les cuestiona esto. Nunca. Los ves ahí y estén como estén, no vas a plantearte dónde ha dejado a los niños o si ha dejado de asistir al trabajo».
Tiene muy claro que uno de los mayores problemas de las mujeres alcohólicas es el “castigo social” y el “sentimiento de culpa”, dos aspectos claves que, en muchas ocasiones, hacen que retrasen la decisión de comenzar un tratamiento para la adicción.
López Álvarez responde a las preguntas de ENCLAVE ODS en la misma sala donde tienen la terapia. La habitación es blanca, aséptica, con una mesa en el centro y sillas alrededor. De entre los carteles, hay uno que destaca: “Lo que pasa en terapia se queda en terapia”.
Si se da un paso más allá y se busca el motivo por el que se piensa en los hijos de una mujer bebedora y no en los de un hombre, la respuesta está en el rol de mujeres cuidadoras. “Cuando el alcohólico es el padre se da por hecho que hay una mujer que cuida, que los menores no están en riesgo”, explica Amelia Zamora, psicóloga social y psicoterapeuta y colaboradora de Facoma – RED CAPA desde hace 10 años.
Además de las diferencias en los prejuicios, mujeres y hombres con adicción al alcohol también presentan motivos y patrones diferentes de consumo.
Diferentes motivos para beber
Mientras que los hombres, en muchos casos, comienzan a beber para huir del hecho de expresar determinados sentimientos, las mujeres lo hacen para olvidar, huir de situaciones diarias o carga mental.
“Esto se da a un nivel muy sutil e interiorizado. Como los hombres piensan que las emociones relacionadas con la vulnerabilidad no pueden compartirlas con nadie ni ponerlas en palabras, se lo acaban bebiendo. Las mujeres, en cambio, muchas veces beben por problemas de pareja, soledad o sobrecarga mental a raíz de su rol de cuidadoras”, explica la psicóloga.
López Álvarez comenzó a consumir cuando sus hijas crecieron. El síndrome del nido vacío la condujo a una depresión y al alcoholismo. Ella, como muchas mujeres con esta enfermedad, consumía en casa, sin que nadie la viese, a diferencia de una gran mayoría de hombres alcohólicos, que tienen un consumo más social: en el parque o en un bar.
Esta diferencia de patrón también afecta al abordaje del alcoholismo. Mientras que los hombres que inician un tratamiento pueden dejar de frecuentar los lugares de consumo y acudir a sus hogares como lugar seguro, las mujeres tienen que desaprender a consumir en casa.
“Hay, sin duda, una diferencia de género que impacta de manera distinta y que al final acaba derivando en la misma problemática en hombres y mujeres”, resume la psicoterapeuta.
Más violencia y menos apoyo
Las mujeres alcohólicas son más vulnerables porque, por lo general, sufren más violencia y tienen menos apoyo de sus parejas. “Muchas veces es la propia pareja la que no quiere que dejes el alcohol porque de esa forma se pueden aprovechar. No es lo mismo manejar a una persona alcohólica que a una persona que está bien”, cuenta Belén.
Ella se dio cuenta de que era una víctima después de que Zamora diera un taller con perspectiva de género. Este tipo de situaciones van a tener implicaciones en el tratamiento: “Va a haber un componente postraumático muy importante debido a las agresiones que han sufrido mientras estaban en consumo”, en palabras de la sanitaria.
“Otra dificultad que yo veo en ellas es que, aunque quieran deshacerse del rol de cuidadoras, lo tienen interiorizado”, explica José Luis La Fuente, presidente de la Asociación de Alcobendas desde 2009.
Este es otro punto en el que coinciden varios de los entrevistados: cuando la mujer está en terapia está pensando en lo que ha dejado pendiente por acudir. Por eso las medidas de conciliación, aunque difíciles de conseguir por la falta de apoyo de las Administraciones públicas, son tan importantes.
El acompañamiento, la clave
Una de las claves para el tratamiento de todos pacientes con alcoholismo es el acompañamiento. El objetivo es ayudar al enfermo para que el acompañamiento sea familiar, porque una vez se detecta en un miembro de la familia, “la enfermedad está en casa”, afirma La Fuente.
Y es que todas las asociaciones que forman parte de la federación cumplen una serie de características que las diferencian de otras de la misma índole. Desde que el paciente llega a terapia, se le insta a pedir asistencia clínica, bajo la supervisión de un equipo de profesionales médicos.
Paralelamente, el paciente asistirá, dos veces a la semana, a un grupo de ayuda mutua. También se espera que la familia forme parte del proceso de rehabilitación, y se invita al paciente a ser partícipe de las diferentes actividades que se proponen.
“Ofrecemos las actividades que somos capaces de imaginar y poner en marcha”, explica Antonio González Catena, presidente de Facoma. Por ejemplo, en el tablón de avisos de la Asociación de Alcobendas hay ofertas para hacer diferentes talleres: de pintura, teatro, escritura creativa y hasta un club de lectura, donde próximamente van a empezar a leer Casa tomada, de Julio Cortázar.
Además, es la única asociación de la federación que tiene una guardería para las familias que lo soliciten. Este servicio, clave para la conciliación familiar, estuvo paralizado durante la pandemia y ha vuelto a abrir sus puertas a mediados de octubre, para que los hijos de los pacientes encuentren un espacio amable mientras la familia está en terapia.
Si en algo coinciden todos los entrevistados, es en la importancia de dar el primer paso y de no hacerlo solo. González anima a quienes crean que están teniendo un problema con el alcohol a que “levanten el teléfono” de la federación (914 68 17 29) o se acerquen a las asociaciones.
“Yo les diría que se acercaran a probar, que preguntaran. Las asociaciones están llenas de gente normal. Lo que van a encontrar es un contexto muy sano, maravilloso, humano y una oportunidad”, confirma Zamora.
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