NOTICIAS: 29.11.2022
Parte de las alteraciones cognitivas se mantienen en la edad adulta.
MADRID. La población de jóvenes y adolescentes constituye un grupo de elevado riesgo en el desarrollo de conductas perjudiciales para la salud. Ello se debe a que los consumos de drogas se producen, en mayor medida, en este grupo de edad y esto justifica los esfuerzos realizados para identificar sus determinantes, así como para invertir en estrategias de prevención e intervención.
Así, el Plan Nacional sobre Drogas establece una serie de acciones para «educar, informar y prevenir» el consumo de alcohol de los menores de edad. Del mismo modo, la Estrategia Nacional Sobre Adicciones 2017-2024 (ENA, 2017-2024; Delegación del Gobierno, Ministerio de Sanidad) tiene entre sus metas prevenir el consumo de alcohol en los colectivos más vulnerables, entre los que se encuentran menores y jóvenes.
El 76,9% de los jóvenes españoles entre 14 y 18 años ha bebido alguna vez en su vida y el 1,6% lo ha hecho diariamente el último mes, según la última encuesta realizada por el Ministerio de Sanidad en 2022. Sin embargo, los jóvenes rara vez presentan cirrosis hepática u otras enfermedades relacionadas con el consumo de esta droga, que suelen presentarse en los adultos tras varios años de consumo continuado de alcohol.
¿Esto implica que no existen consecuencias por el consumo de alcohol durante la adolescencia? A corto plazo, el abuso de alcohol conlleva el riesgo de sufrir una intoxicación etílica y favorecer conductas de riesgo debido a su efecto desinhibidor que provoca una falsa sensación de seguridad. Por el contrario, «durante la abstinencia, el alcohol se utiliza para aliviar o prevenir los síntomas emocionales negativos, como la ansiedad, la compulsividad o la anhedonia, que surgen en ausencia de la droga», señala el estudio.
Pero, ¿qué sabemos de sus consecuencias a largo plazo? Un estudio realizado por investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid, la Universidad Francisco de Vitoria, la Universidad de Oviedo y la Universidad de Málaga, demuestra cómo el alcohol actúa como una droga depresora del Sistema Nervioso Central que altera ciertas funciones cognitivas y de regulación emocional.
Concretamente, el consumo voluntario de alcohol en roedores adolescentes «conduce a alteraciones de su comportamiento a largo plazo», comenta Patricia Sampedro, investigadora de la UAM. El consumo de esta sustancia «aumenta conductas de tipo ansioso y compulsivo como reflejan algunas de las pruebas realizadas a los roedores tras 5 semanas de consumo de alcohol», concluye.
Además, a nivel cerebral, «se producen cambios en la expresión del factor neurotrófico derivado del cerebro (por sus siglas en inglés, BDNF), el receptor de glucocorticoides (GR) y el factor liberador de corticotropina (CRF) ambos protagonistas de la respuesta de estrés, en áreas del cerebro implicadas en la respuesta al estrés, la regulación emocional y la cognición», explica Román Moreno, profesor de la UFV. Ambos investigadores se encuentran inmersos en la creación de una Empresa Basada en el Conocimiento denominada Servicio de Asesoramiento en Evaluación del Bienestar y Comportamiento de Animales de Laboratorio (SEBCAL).
El alcohol, una droga de adicción progresiva
El estudio, llevado a cabo en ratones adolescentes, pretendía analizar los cambios cerebrales y conductuales que supone el consumo prolongado de etanol (o alcohol etílico) en este período, y realizar una comparativa con su etapa adulta. De esta manera, se podrían identificar cambios en la conducta y el cerebro, para comprobar si las consecuencias inmediatas tienen repercusiones en un futuro a largo plazo.
El estudio comenzó con un protocolo de consumo voluntario de alcohol durante 5 semanas en su propia jaula, mientras el grupo control se expuso al consumo de agua. A medida que pasaron las semanas, se fue aumentando la concentración de alcohol progresivamente de un 3% hasta un 15%, en la última semana.
Una vez pasado este periodo, ambos grupos pasaron por 24 horas de abstinencia, para posteriormente realizar una prueba de deseo de consumo (craving) donde se les dotaba de dos bebederos a cada grupo: uno de alcohol al 15% y otro de agua.
A continuación, se dividieron los grupos de ratones en dos grupos, uno que fue evaluado en un conjunto de pruebas cognitivas y emocionales en la adolescencia tardía y otro grupo que se mantuvo abstinente hasta la adultez, momento en el que se le administró las mismas pruebas.
Estas pruebas consistían en tests para analizar la memoria a corto plazo, la respuesta de ansiedad, conductas compulsivas, o memoria de trabajo, entre otras. Del mismo modo, el grupo de ratones adultos, que fue mantenido abstinente hasta esta edad, fue expuesto a una prueba de ‘craving’ (igual a la de 24h) mostrando un consumo elevado de alcohol.
Estrés, ansiedad y pérdida de memoria
Así las cosas, este estudio se centra en cómo el alcohol provoca cambios en áreas del cerebro implicadas en la respuesta al estrés, la regulación emocional o la cognición, y cómo un consumo temprano del alcohol puede relacionarse con un peor pronóstico a largo plazo.
«El consumo de alcohol durante la adolescencia produce cambios duraderos en la corteza prefrontal del cerebro, reduciendo la capacidad de resiliencia», comenta Román, investigador de la Facultad de Educación y Psicología UFV.
Así, las pruebas mostraron que la memoria de trabajo también se ve alterada especialmente en los adolescentes. «En adolescentes, el alcohol afecta negativamente la tarea de reconocimiento de la posición de objetos (Object location test), indicando alteraciones a nivel cognitivo», señala el trabajo.
Educar, informar y prevenir el consumo de alcohol
En los últimos años, numerosos estudios científicos demuestran la asociación entre consumo de alcohol y alteraciones cerebrales en los adolescentes.
La falta de madurez psicológica, propia de la adolescencia, dificulta el manejo de muchas sensaciones y efectos que produce el consumo de alcohol, así como a la capacidad de detectar que se tiene una adicción. Además, parece que el cerebro adolescente es menos sensible a los efectos del alcohol, como por ejemplo, la conocida resaca del día después.
Así las cosas, el consumo de alcohol entre los adolescentes no sólo pone en peligro su integridad física y psíquica, sino que se asocia a conductas de riesgo relacionadas con la agresividad, la accidentabilidad, la sexualidad y la salud pública. Con todo, las personas que inician el consumo de bebidas alcohólicas durante la adolescencia tienen una mayor probabilidad de presentar un problema de adicción al llegar a la vida adulta.
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