NOTICIAS: 22.10.2025
Este experto en adicciones explica cuáles son los síntomas que produce la sustancia, y advierte: “Genera mucha tolerancia”.
“La droga es la solución que la persona encuentra para un dolor emocional o un vacío”, explica el psicólogo Pedro Fernando Moya Morales, especialista en adicciones, trauma y apego.
El profesional, quien trabaja en el centro de recuperación de adicciones ‘Exii’ en Alicante, insiste en que la adicción es “un fenómeno sencillo y a la vez muy complicado de eliminar“, porque si se elimina únicamente la sustancia o el comportamiento adictivo, “el dolor y el vacío de la persona sigue estando”, lo que lleva a buscar otra forma de alivio.
Una amenaza reciente
Desde EL ESPAÑOL de Alicante hemos hablado con Moya Morales, quien alerta sobre los peligros de Alfa, una droga sintética que pertenece al grupo de las catinonas. Aunque su origen es vegetal, las versiones actuales son totalmente de laboratorio.
“Es un tipo de paciente nuevo. El consumidor de Alfa llega al centro cuando ya ha tocado fondo”, apunta Moya. Los efectos de esta sustancia son devastadores y ya se han relacionado con episodios trágicos, como el de un joven que falleció hace unas semanas en Valencia tras lanzarse desde un edificio, después de consumir Alfa.
Su relación con el ‘chemsex’
En el centro Exii, los casos de consumo de Alfa se dan principalmente entre hombres homosexuales. “Suele haber probado la droga en sesiones de chemsex, es decir, sexo en grupo donde se utilizan drogas”, explica el psicólogo.
En este contexto, la sustancia se usa para potenciar el placer y la desinhibición: “Son drogas prácticamente diseñadas con el fin de tener sexo”.
Pérdida de la personalidad
El efecto inmediato del Alfa es una excitación máxima. Moya Morales lo describe así: “Las ganas de tener sexo aumentan considerablemente. Elimina todos los límites mentales del individuo, y con ello, también su personalidad”.
Entre los efectos físicos se incluyen la euforia intensa, la pérdida del apetito y la supresión del sueño.
Además, algunas variantes generan una falsa sensación de empatía y conexión emocional, motivo por el que se las denomina drogas empatógenas. Pero, como aclara el psicólogo, “es una trampa para el cerebro. En realidad genera una desconexión con uno mismo, y al final la persona se siente lo más sola“.
Episodios psicóticos
Cuando el efecto desaparece, el consumidor se enfrenta a un bajón brutal: una depresión severa y ansiedad extrema. “El Alfa inhibe la recaptación de noradrenalina y dopamina, inundando el cerebro. Cuando caen los niveles, la persona queda en un estado totalmente depresivo“, explica.
Uno de los peligros más graves son los episodios psicóticos. Moya Morales señala que “en urgencias cuesta distinguir si se deben al consumo o a un trastorno mental“.
Los pacientes pueden experimentar paranoias intensas, y pone algunos ejemplos: “Puden imaginarse que una furgoneta les persigue, que les han implantado un chip o que los vigilan extraterrestres”.
“El Alfa genera una alta tolerancia. Es en la fase de abuso cuando se producen los episodios psicóticos. Tarde o temprano siempre suelen aparecer“, advierte.
Aunque en la mayoría de los casos los síntomas desaparecen al dejar el consumo, el psicólogo alerta de que la droga provoca neurotoxicidad, por lo que “siempre queda algo” en el cerebro.
Conductas autolíticas
La combinación de vacío, paranoia y tolerancia ha llevado a muchos pacientes a intentos autolíticos. “Las voces les dicen que se tiren. No es una decisión consciente de morir por depresión”, explica Moya Morales.
A largo plazo, el Alfa genera una profunda culpa, ansiedad y soledad, amplificando aquel vacío emocional que la persona quería tapar. “Es una espiral que se hace cada vez más grande y de la que cuesta más salir”, lamenta.
Adicciones cruzadas
En muchos casos, el Alfa no es la primera adicción. “Un paciente puede empezar con alcohol, seguir con cocaína y acabar en comportamientos como el juego o la prostitución”, comenta Morales Moya. El denominador común en todos ellos es el escapismo del dolor emocional.
Por eso, el tratamiento no puede limitarse a eliminar la sustancia. “Hay que ir a la raíz, al trauma. No consumen por vicio, sino porque siempre hay una razón“, recalca.
Los traumas, añade, no siempre son causados por grandes tragedias: “No tienen porqué ser provocados por un abuso o una violación, -que también-, sino que pueden tener su raíz en el bullying, la negligencia emocional o una carencia afectiva“.
“Hay solución”
Pese a la gravedad del problema, Moya Morales transmite esperanza. “Por supuesto que hay solución”, asegura. El primer paso es que la persona reconozca que tiene un problema y busque ayuda profesional y especializada, no en testimonios sin base científica.
El proceso terapéutico ideal incluye tres fases: primero, trabajar la adicción; después, la parte emocional y el trauma; y finalmente, una reeducación vital.
“La persona debe aprender a disfrutar de la vida sin ningún tipo de sustancia o comportamiento“, concluye.












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