07/09/2020: NOTICIAS.
Es una de los adictos que se recuperaron tras ser contenidos y asistidos en el municipio de Capital.
Para ella, la palabra droga es sinónimo de miedo y amargura. Pero también de renacer para comenzar una nueva y mejor vida. Es Sabrina (su identidad se resguarda por ser menor de edad), que con 17 años logró superar su adicción a la marihuana y quiso contar su historia para alertar a los chicos sobre el peligro de caer en este flagelo. Dijo que lo más peligroso es «no saber identificar a la gente tóxica que te acerca a las drogas». Es una de las dos personas adictas que lograron recuperar tras ser asistidas y contenidas por la UMAA (Unidad Municipal de Asistencia de Adicciones) que funciona en el municipio de la Capital. Son los dos primeros casos, al menos en este departamento, que fueron tratados por un dispositivo municipal y consiguieron el alta.
Sabrina no quiere olvidar. A pesar de que los recuerdos de su etapa de adicción no son los mejores, le sirven para reafirmar su decisión de no querer volver a vivir lo mismo. A los 15 años comenzó a fumar marihuana y a transitar un «infierno» del que le costó salir. «Empecé a juntarme con unos chicos que se juntaban a fumar porros en la plaza frente a la escuela a la que voy. Ellos me invitaron a probar diciéndome que no me iba a pasar nada y que sólo me iba a sentir más feliz. Probé y ya no pude dejar de fumar. Mientras me duraba el efecto de la marihuana, no tenía conciencia de nada y me evadía del mundo. Después, sentía mucho cansancio y sólo quería dormir. Con el tiempo, sólo quería drogarme», dijo.
«Tengo dos hermanos más chicos y los voy a cuidar con mi vida para que nunca caigan».
SABRINA – Exadicta recuperada
Al principio, los «amigos» de Sabrina le daban la droga gratis. Luego ella comenzó a usar la plata de la merienda y de las fotocopias de las tareas escolares para comprarla. Su adicción fue en aumento y no podía pasar un día sin fumar. Así fue que dejó de ir a la escuela y a aislarse de todos. «A la escuela iba una sola vez a la semana como mucho y encima no hacía ninguna tarea. Dejé de ir porque tenía miedo que se dieran cuenta que me drogaba. Por eso también me alejé un poco de mi familia. Me encerraba todo el tiempo en mi habitación o me quedaba en la vereda hasta que todos se dormían. Tenía miedo y me sentía vigilada aunque no era así. Cada vez que veía a un policía pensaba que venía a buscarme. Nunca más volví a estar tranquila», sostuvo.
La angustia y la sensación de persecución hicieron que Sabrina se escapara de su casa y estuviera desaparecida durante tres días. Esta huida marcó el comienzo de una nueva etapa en busca de su recuperación en la que su madre y la UMAA de Capital fueron los principales protagonistas. «Cuando me encontraron mi mamá ahí se enteró de que me drogaba y enseguida decidió buscar ayuda para sacarme de la adicción. Así, tras un año de fumar marihuana, comencé con el tratamiento en la UMAA. Lo hice también porque yo me prepuse salir de la droga. Sabía que no iba a ser fácil, por eso valoro el apoyo incondicional de mi mamá y de los especialistas que trataron mi caso. Lo que más me costó fue aprender a reconocer a la gente tóxica con la que me juntaba y a alejarme de ella. Por eso quise contar mi historia para decirles a los chicos que no crean en estas personas que te pintan que si te drogás vas a ser más feliz y vas a tener menos problemas, y que si la probás no pasa nada. También, que se apoyen en sus seres queridos que son los únicos a quienes les importamos de verdad», sostuvo.
Una recuperación que se logra en cuatro pasos
La primera fase incluye el abordaje del caso; establecer algunas normas para que cumpla el adicto como la puntualidad, el respeto y el compromiso; y determinar sus fortalezas y debilidades para comenzar a trabajar en ellas. En esta fase, también se le retiene el teléfono y se le restringe el uso de las redes sociales.
En la segunda fase se le comienza a proporcionar algunas herramientas y tips para que logre cambiar sus conductas y de ambiente social, y para que comience a establecer vínculos saludables. En esta fase se logran los avances más importantes del tratamiento.
En tanto que en la tercera fase, se le comienza a dar algunas concesiones para que comience a trabajar en la reinserción social. Se le devuelve el teléfono y se le permite usar las redes sociales con supervisión, y también las salidas por horario limitado. Además, se lo incentiva para que retome lo estudios, la práctica de deportes o su vida laboral.
Y la cuarta fase se basa en el refuerzo de lo logrado en la segunda y tercera fase hasta que la persona en tratamiento recibe el alta. Luego de la recuperación, continúa con el seguimiento y asistencia de los especialistas de la UMAA hasta que sea necesario
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