NOTICIAS: 13-12-2020
Durante la Cumbre Virtual sobre el Cigarrillo Electrónico, más de 30 investigadores expusieron sus estudios sobre alternativas al cigarrillo convencional para insistir en la necesidad de abrir el debate en torno a la reducción del daño en este consumo.
Madrid, Este año, quizás más que nunca, el debate científico debe continuar desarrollándose y sus resultandos ocupando espacio en las agendas mediáticas. Y si no es a través de eventos presenciales porque las circunstancias sanitarias no lo permiten, haciendo uso de los medios digitales a los que, tras más de nueve meses de pandemia mundial, la sociedad de finales de 2020 está ya muy acostumbrada a manejar. Así, tras cancelarse los encuentros internacionales que se habrían celebrado a principios de año en Washington y el mes pasado en Londres, durante los días 3 y 4 de diciembre tuvo lugar en ninguna parte y en todas a la vez la Cumbre Virtual sobre el Cigarrillo Electrónico (The Virtual E-Cigarrette Summit en inglés). Se trata del evento más importante del año con este producto como protagonista; su objetivo principal es el de aportar una visión global y actualizada acerca de las alternativas sin humo al cigarrillo convencional y, contra lo que pudieran pensar algunos, es un evento totalmente independiente de la industria tabaquera. En este caso, la cumbre contó con la intervención de más de 30 expertos de diferentes países y realidades que, de este modo, pudieron compartir sus conocimientos e investigaciones con una comunidad internacional más amplia incluso que en el caso de las citas presenciales. Un año más, LA RAZÓN estuvo presente.
Y la pregunta de la que parte este debate es una: ¿es posible erradicar por completo el tabaquismo y acabar con un producto que consumen actualmente más de mil millones de personas en todo el mundo y acaba matando a la mitad de ellos? Para los científicos y las científicas que participaron como ponentes en la Cumbre Virtual sobre el Cigarrillo Electrónico, si la respuesta a esta pregunta es afirmativa, está claro que la hoja de ruta en la lucha contra el tabaquismo tendría que seguir pasando únicamente por la prevención y la cesación, pero, si por el contrario, la evidencia apunta a que este objetivo es más bien utópico –al menos en el presente o mirando hacia el futuro inmediato–, existiría una obligación científica y política de buscar la manera de minimizar al máximo el daño provocado por el tabaquismo. Así lo explicó con su presentación el profesor Karl Fagerstrom, considerado como uno de los mayores expertos en la materia por ser el creador del test que lleva su nombre para medir el nivel de adicción al tabaco de los fumadores.
El psicólogo defendió la búsqueda de alternativas al cigarrillo convencional cuya base sea la propia nicotina, que es la sustancia naturalmente presente en el tabaco que provoca la adicción, pero no la más nociva para la salud: «La nicotina en sí no es perjudicial, son otras sustancias de los cigarrillos las que causan cáncer y enfermedades cardiovasculares», argumentó el experto poniendo como ejemplo los resultados de la regulación del tabaco oral o snus en Suecia, su país, donde la mortalidad relacionada con este consumo ha bajado notablemente con respecto al resto de países de la Unión Europea –la media de fallecimientos en la UE por enfermedades relacionadas con el tabaco es de 125 por cada 100.000 habitantes, mientras que en Suecia el dato es de 70 por cada 100.000–. «En Noruega, la cuota de mercado de snus ha aumentado del 7% al 46% en dos décadas y, a la vez, el consumo total per cápita de tabaco se ha reducido a la mitad; este cambio podría en última instancia resultar en una reducción de la mortalidad relacionada con fumar que debería ser el fin último de cualquier política de control del tabaquismo», respaldó el Doctor Karl E. Lund, investigador principal del Instituto Noruego de Salud Pública.
Desde su posición de defensa de la reducción del daño como estrategia contra el tabaquismo, los científicos que participaron en la Cumbre Virtual sobre el Cigarrillo Electrónico coincidieron también en insistir en que no se trata de comparar unos productos con otros en términos de riesgo para la salud pues, remarcan, todos tienen algún efecto y siempre la mejor opción es dejar de fumar, sino en explorar todas las posibilidades de consumo y factores en juego para poder hacer una valoración más compleja y dar elección, por ejemplo, a los fumadores persistentes. «El objetivo último es lograr la abstinencia de los productos de nicotina, pero para las personas que no puedan o no quieran dejarlo, el objetivo es que se cambien a productos de menor riesgo que los de combustión, que son los más tóxicos», en palabras de la profesora Dorothy Hatsukamik, directora asociada de Prevención y Control del Cáncer del Masonic Cancer Center, en Universidad de Minnesota.
En conclusión, de todas las ponencias que tuvieron lugar en este evento de peso en torno a las alternativas sin humo se puede extraer la misma idea fundamental: hay mucho que hablar sobre los productos de consumo de nicotina más allá de su toxicidad, pues, como afirmó el profesor de Toxicología en el Imperial College London Alan Boobis, esta es solo una parte de la compleja y necesaria evaluación que hay que seguir desarrollando para determinar el rol de los cigarrillos electrónicos y del resto de productos de nicotina sin combustión en la salud pública.
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