OPINION: 25.04.2021
Tema que se recicla desde hace muchos años, la despenalización de las drogas es un asunto polémico como pocos, capaz de polarizar opiniones.
Alejandro Vázquez Cárdenas (Médico).
México – Pero primero aclaremos su definición. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), droga es “toda sustancia que introducida en un organismo vivo por cualquier vía es capaz de actuar sobre el sistema nervioso central provocando una alteración física y/o psicológica, la experimentación de nuevas sensaciones o la modificación de un estado psíquico, es decir, capaz de cambiar el comportamiento de la persona, y que posee la capacidad de generar dependencia y tolerancia en sus consumidores”. Se puede agregar que inducen a las personas que las toman a repetir su auto administración por el placer que generan y que el cese en su consumo puede dar lugar a un gran malestar somático o psíquico (dependencia física o psicológica) y no tienen ninguna aplicación médica y si la tienen, puede utilizarse con fines no terapéuticos
De acuerdo a esta definición son drogas la marihuana, cocaína, heroína, éxtasis (3,4-metilendioxi-metanfetamina (MDMA), tabaco, alcohol y varios fármacos como el fentanilo, un agonista sintético opioide muy adictivo y el más letal de todos.
En México, la marihuana para uso recreativo está a un paso de la legalización. La Cámara de Diputados aprobó el mes pasado la ley que regula el cannabis, aunque hizo algunas modificaciones al dictamen que había sido avalado en noviembre por el Senado, por lo tanto tendrá que pasar otra vez por los senadores antes de entrar en vigor. Es ya uno de los últimos pasos de un largo proceso marcado por los abundantes cuestionamientos de cuanta persona o institución se considera autorizada para emitir una opinión
Imposible agotar el tema de las drogas en un artículo, y menos si en el tema se van a mezclar desde la popular marihuana, pasando por la cocaína y la heroína hasta las muy tóxicas y ultra adictivas drogas sintéticas capaces de hacer cenizas las neuronas del usuario. Quizá lo único que puede hacerse es despertar en el lector la inquietud para documentarse y darse cuenta de las grandes diferencias que existen, no solo farmacológicas, entre las diversas drogas. El universo de ellas es amplio, las diferencias entre las mismas son enormes y las consecuencias de su consumo varían en cada caso.
Pero el aspecto médico no es lo único, también entran en la discusión los aspectos legales, sociales, culturales, religiosos etc. mismos que deben ser discutidos a fondo antes de tomar decisiones. Varios aspectos son de sentido común, pero otros requieren conocimientos que no todos tienen.
Algunos son elementales, como el hecho de que la despenalización de las drogas facilitará su acceso a un numeroso grupo de consumidores ocasionales favoreciendo en algunos casos su paso a adictos crónicos. Otra; los que abogan por la despenalización absoluta hacen hincapié en que cada uno es libre de drogarse mientras no represente un riesgo para terceros, argumento discutible pues todo el que se droga, por el solo hecho de reducir su capacidad mental, ya representa un riesgo. Definitivamente es iluso el llamado “uso responsable de la droga”, porque la propia droga modifica paulatinamente en el adicto los parámetros de la responsabilidad para adecuarlos al cada vez mayor requerimiento.
Uno de los orígenes de la discusión sobre una eventual legalización de la producción y tráfico de drogas está en la preocupación por la violencia y muerte que viene aparejada con este negocio. La idea de que el legalizar las drogas la violencia disminuirá quizá sea válida en el caso de la marihuana, pero en el caso de las llamadas “drogas duras” definitivamente ese argumento no se sostiene; veamos: las razones que convirtieron a la producción, tráfico y comercialización de cocaína, heroína, anfetaminas, etc., en delitos graves son simples, la evidencia científica del daño que su consumo ocasiona es abrumadora. Todas ellas deterioran a quienes las consumen. Imposible negar lo evidente; la drogadicción daña y termina matando al consumidor y de paso afecta a su familia y a la sociedad.
Existen quienes opinan que el Estado no debe ser un “Big Brother” que vigile a sus habitantes para que no se dañen consumiendo drogas. Pero se les olvida algo; el costo social y fiscal de la atención oficial y privada a la salud de los enfermos drogadictos es muy alto. Además, el costo a la economía por los problemas de enfermedad, ausentismo laboral y daños de muchos tipos causados por los drogadictos es también muy alto. No veo la razón para que estos costos sean asumidos por el Estado.
Legalizar las drogas no va a terminar con la violencia de los cárteles ni disminuirá el número de muertos en las disputas por las plazas. Los Barones de la droga no se han preparado para la legalidad, su mundo es otro y no lo van a cambiar.
Concluyo: Legalizar las drogas es aceptar la derrota. Y llevaría a sentar jurisprudencia criminal: si no se puede acabar con la corrupción, entonces hay que legalizarla; si no se puede terminar con la pedofilia, entonces legalizarla, si no se puede terminar con el fraude electoral, entonces reconocerlo en las leyes. No suena muy lógico.
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