NOTICIAS: 25.06.2021
El educador social de Alborada cree que existe «una realidad escondida»
Lleva 35 años como educador social en la asociación ciudadana de lucha contra la droga Alborada, de Vigo. Cuando empezó Manuel Rodríguez apenas se conocía la figura del educador, les llamaban de todo menos lo que correspondía a su labor y no se valoraban. «Cuando empecé no existía la profesión, era como las enfermeras en la guerra. Nos llamaron de la Universidad para ayudar a crear el currículo de educador social y los colegios profesionales nos reconocieron el trabajo para crear una carrera que resultara útil», comenta Manuel, un luchador nato implicado en su trabajo hasta las cejas, que siempre ha optado por permanecer en el anonimato. Prefiere dar el callo y trasladar el protagonismo a las personas que acuden a la asociación y a sus responsables. Para ellos no tiene más que buenas palabras.
Con motivo de la celebración del Día Internacional de la lucha contra el uso indebido y el tráfico ilícito de drogas la entidad organiza hoy y mañana una acampada en el huerto que cultiva cedido por la comunidad de montes de Cabral.
«Tratamos de crear un clima de vida donde los chicos participen y crear un pequeño foro entre pacientes, profesionales y políticos para que conozcan lo que se hace y las necesidades. Somos un colectivo atípico, individualista, cada uno por su lado», indica. Cree que en Galicia se hace poco en este sentido y que se están dejando de lado las adicciones, incluso en salud mental, donde, dice, ya ni les nombran. Si ha avanzado desde el punto de vista médico se debe, a su juicio, a los intereses farmacéuticos, «porque se puede recetar», algo que no ocurre en el ámbito social con muchos servicios saturados.
«Emergen nuevas conductas adictivas: juego, sexo, trabajo y se tapan, se jubilan profesionales de atención a drogodependientes, como en Cangas, y no se cubren los puestos», apunta. El educador alude al alijo de droga descubierto esta semana en el Puerto. «No se trata de galletas para un súper sino para consumir en la calle destinada a una generación de consumidores que no van a los centros porque las familias y ellos mismos creen que lo pueden controlar». Tampoco la pandemia le ha hecho un favor a este sector de población. Al contrario, ha proporcionado una forma de acceder a las drogas fácil y rápida. «El servicio a domicilio o «take away» ha hecho que no baje el consumo, es una realidad escondida», indica.
En Alborada no han descansado en este tiempo, «porque la gente no aguanta en casa», y han seguido trabajando aunque con grupos más reducidos y salvoconductos sanitarios.
Apuesta por la prevención en las escuelas, pero no por el sistema de «léete esto y déjame tranquilo», sino con personas formadas en este ámbito.
«Sobra gente en los bancos y faltan en las escuelas, cualquier empresa con un número elevado de trabajadores tiene un comité que se ocupa de la salud, pero de los chavales, ¿quién se ocupa?», se pregunta. Está convencido de que si descienden los problemas es porque desciende la población, se les deja a las familias, que muchas veces andan cada uno por su lado», explica.
«Sabemos lo que tenemos que hacer, pero necesitamos un poco de humildad. Hay buenos profesionales, lo que se requiere es más reconocimiento por parte de las administraciones, no trabajan las cuestiones de fondo», concluye desde el huerto en el que se dejan la piel en Peinador.
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