NOTICIAS: 17.08.2021
Los delitos por drogas aumentaron en 2020 pese al confinamiento y toque de queda. Los traficantes se las ingeniaron para saltarse las leyes
GALICIA. Simulaban que iban a hacer la compra a grandes superficies comerciales pero la única transacción que realizaban era en el párking, a la sombra de la ley. Un toma y daca de droga y billetes como el que llevaron a cabo dos hombres en el aparcamiento de un conocido hipermercado en Maceda el 24 de marzo del año pasado, en pleno confinamiento, o como el que unos meses más tarde, el 8 de noviembre, hicieron dos mujeres en el sótano de otro popular centro comercial de Pontevedra.
Son solo dos ejemplos llamativos —y de los que se tuvo conocimiento— de los centenares de pases de estupefacientes que se dieron en Galicia —fundamentalmente en Pontevedra— en un 2020 en el que, pese a las numerosas restricciones de movilidad, horarias y sociabilidad —entre no convivientes— a causa del covid, aumentaron los delitos por narcotráfico al pasar de los 517 de 2019 a 548. Es lo que arroja el balance de criminalidad anual del Ministerio del Interior, que, al margen de las abundantes detenciones por trapicheos, vuelve a constatar que los alijos y las planeadoras no son cosa del pasado o de series de ficción, sino que por desgracia son historia viva de la comunidad. Lo que ocurre es que el negocio se ha diversificado y donde antes había tres grandes capos, ahora se reparten el pastel decenas que, además, son mucho más discretos.
El incremento en los delitos por narcotráfico solo se repitió en Cataluña, País Vasco y Andalucía. Esta última comunidad es, junto a Galicia, la principal puerta de entrada de la droga en España —y de Europa— y su situación es todavía más preocupante.
Y como en el caso del menudeo, tampoco el confinamiento más duro frenó las grandes descargas de droga, como la frustrada en Arousa hace un año y medio, a finales de marzo de 2020, cuando varios narcos trataban de colar en Galicia 3.700 kilos de cocaína. Solo un mes más tarde, era decomisado un alijo aún mayor: 4.000 kilos de polvo blanco que, en este caso, llevaban el sello de Juan Carlos Santórum, quien según los expertos antidroga estaba llamado a tomar el relevo del histórico tridente formado por Miñanco, Oubiña y Charlín hasta que hace unos meses la Justicia lo envío entre rejas.
MUY DIFÍCIL PONERLE COTO. Muy difícil ponerle coto. De todos modos, y pese a los arduos esfuerzos de las fuerzas de seguridad en la materia, que cristalizan con cada año más incautaciones de droga, hay tantos gallegos que se dedican al narcotráfico, sea cual sea la escala, que a día de hoy resulta imposible evitar la entrada y la venta de estupefacientes. Ni siquiera mitigarla con la ayuda de las restricciones más severas.
¿Cómo es posible que aumentase el narcotráfico en un año con duras limitaciones en los desplazamientos, en reuniones de no convivientes y con dos meses de toque de queda —noviembre y diciembre— y otros dos de confinamiento total sin apenas más presencia en las calles que la de policías y militares? Porque quienes venden droga siempre idean tretas para llevar a cabo su fin, despreciando la ley y su propio riesgo a ser descubiertos. Y juegan, por desgracia, con las víctimas, cuya adicción las ha llevado a saltarse las restricciones para conseguir sus dosis.
España / La normalización de la droga preocupa en Andalucía
El incremento en los delitos por narcotráfico solo se repitió en Cataluña, País Vasco y Andalucía. Esta última comunidad es, junto a Galicia, la principal puerta de entrada de la droga en España —y de Europa— y su situación es todavía más preocupante.
Y es que frente al poco más de medio millar de delitos por venta de estupefacientes registrados en Galicia, en la comunidad del sur se notificaron el año pasado 4.683, un 7,3% más que los 4.366 de 2019. La diferencia territorial obedece, en parte, a que Andalucía tiene el triple de población, pero sobre todo —por eso los delitos son nueve veces más— a una preocupante normalización en la venta y consumo de estupefacientes que los expertos vienen constatando desde hace una década.
HACHÍS. Si en Galicia es el tráfico de cocaína lo que predomina, en el sur es el hachís. Además de la alarmante violencia de los grupos criminales del Estrecho —a veces con colaboradores gallegos—, las fuerzas de seguridad alertan de que cada vez más jóvenes consumen cannabis y derivados, como su mencionada resina, y, además, sin mostrar aparentemente consciencia del riesgo que implica.
PERMISIVIDAD SOCIAL. Otro paralelismo con Galicia es la permisividad social que se vive en el sur con la venta de droga. Como con los grandes capos del noroeste en los 80, en las grandes ciudades andaluzas hay barriadas donde la venta de droga está tan arraigada que se ve como un trabajo más. Lo mismo ocurre en La Línea, con muchas familias dedicadas a ello.
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