NOTICIAS: 18.10.2021
La planta contiene principios activos con efectos muy nocivos para la salud, pero que a la vez han mostrado un potencial terapéutico para síntomas de varias patologías
BARCELONA. El cannabis, como otras sustancias adictivas, tiene efectos nocivos. Pero, por otro lado, los principios activos de la planta han mostrado un potencial beneficio frente a síntomas de ciertas patologías. Es una paradoja que complica aún más la situación y percepción social de esta droga.
Rafael Maldonado, director del grupo de Neurofarmacología de la Universitat Pompeu Fabra (UPF), lleva años investigando una y otra cara del cannabis, los riesgos de su consumo y las propiedades terapéuticas y afirma que hay evidencias científicas de lo uno y lo otro.
Además de dependencia, se atribuyen al cannabis desde trastornos emocionales hasta cardiacos. Maldonado señala que últimamente se ha analizado que es un factor que incide en los accidentes de tráfico, porque causa alteraciones cognitivas como afectar al tiempo de reacción y a la coordinación motora. Dice que se debería alertar de no conducir tanto tras tomar alcohol como hachís o marihuana. Estas drogas alteran la percepción de las cosas y tienen un efecto desinhibidor, así que su consumo puede favorecer también conductas sexuales de riesgo.
Preocupa el consumo por los adolescentes, que de media lo inician a los 14 años, porque a esa edad el cerebro aún madura. Maldonado compara las neuronas a árboles de los que crecen las raíces y las ramas hasta conectar entre sí. Las ramas neuronales crecen guiadas por unos neuromodeladores a los que se parece el tetrahidrocannabinol (THC) contenido en el cannabis. Si se toma, cuando el THC llega al cerebro confunde el crecimiento neuronal, altera la maduración del cerebro. Hay que estudiar los efectos a largo plazo, pero Maldonado advierte que “serán más graves, cuanto más joven se empiece a consumir”.
Preocupa el consumo adolescente porque altera la maduración del cerebro, advierte Rafael Maldonado
El THC afecta además al mecanismo cerebral de la memoria. Y se ha estudiado que favorece las psicosis (como las que son síntomas de algunas enfermedades mentales graves). La más común es del tipo paranoide (creer que te persiguen, que te quieren hacer daño) Algunos estudios han estimado que el consumo habitual duplica el riesgo de que una persona sufra estas psicosis.
Los menores que buscan ayuda en la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) para su adicción llegan casi todos por el cannabis, porque les causa problemas escolares, de socialización y de responsabilidad. “Y tienen la idea errónea de que el cannabis es más sano que el tabaco”, dice Eulàlia Alemany, directora técnica de la entidad.
Respecto al uso terapéutico, reivindicado desde hace veinte años por enfermos diversos, Maldonado explica que “la planta tiene un enorme potencial y hay pacientes que dicen que les ayuda, ¿por qué no usarla?”. Con todo, afirma que hay que hacer más estudios para determinar “de manera rigurosa, los beneficios y riesgos en las patologías en que se podría usar”. Hacer un medicamento –indica– exige estudios y aquí hablamos de una planta que tiene 140 sustancias activas cannabinoides (sin contar las de otro tipo) como el THC o el cannabidiol (CBD). Cuando la consumes realmente no sabes qué tomas”. No es una tisana.
Hay quienes la usan para aliviar el dolor crónico, trastornos motores asociados a la esclerosis múltiple, náuseas por la quimioterapia oncológica, convulsiones infantiles, problemas inflamatorios intestinales y otros síntomas. Hay aprobados dos fármacos derivados del cannabis en España, Sativex y Epidyolex, accesibles con receta hospitalaria para casos de
esclerosis múltiple y epilepsias causadas por dos síndromes. Pero su uso es muy limitado, dice Carola Pérez, presidenta del Observatorio Español del Cannabis Medicinal.
Los pacientes piden que se autorice tomar cannabis, están hartos de los problemas para obtenerlo
El uso terapéutico se hace pues fuera del circuito sanitario y los enfermos deben conseguir por su cuenta los derivados de la planta que se fuman, vaporizan, toman como infusión, en aceite. Pérez señala que los toman 300.000 pacientes y que están cansados del estigma y de andar liados con el delicado cultivo de la planta si no quieren recurrir al mercado ilegal, en el que las sustancias están a menudo adulteradas.
Pérez añade que ya hay una producción legal, estandarizada y segura de derivados para uso medicinal y científico. La regulación del uso terapéutico, dice, permitiría comercializar esos productos y que cada enfermo tuviera acceso al más adecuado.
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