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Alternativas sin humo, ¿un método para reducir el daño del tabaco convencional?

NOTICIAS: 29.10.2021

Varios expertos sobre la materia exponen la situación en torno a las alternativas sin humo -como el tabaco calentado o el cigarrillo electrónico- que, a pesar de haber demostrado científicamente ser mejores que el cigarrillo tradicional, aun denotan una gran falta de información entre aquellos fumadores que van a seguir fumando

 

SEVILLA. El tabaquismo provoca, cada año, 8 millones de muertes en el mundo. En España existe una cifra de aproximadamente diez millones de fumadores, de los que cada año mueren más de 50.000 personas. El hábito de fumar está directamente relacionado con la aparición de muchas enfermedades, principalmente cardiovasculares, respiratorias y diferentes tipos de cáncer entre otras. Una tendencia que a pesar de la información y formación que tenemos hoy día, no se ha visto reducida. Según la última Encuesta Sobre Alcohol, Drogas y otras Adicciones en España (EDADES), elaborada por el Ministerio de Sanidad en 2020, la cifra de personas que fuman diariamente es del 32,3% (frente al 34% en 2017 y el 30,8% en 2015), con edades comprendidas entre los 15 y los 64 años.

A estas cifras de prevalencia, se une la del número de fumadores que tratan de dejar el hábito tabáquico, y donde las cifras tampoco son especialmente buenas. En el ámbito de la práctica clínica, un porcentaje muy reducido consigue dejar el tabaco de manera permanente. Esto indica que un alto porcentaje de pacientes que reciben asistencia médica para abandonar este hábito no consigue dejar de fumar con las terapias convencionales de cesación. Según la información expuesta durante la mesa sobre la eficacia de los medicamentos para la cesación tabáquica, ésta no supera el 30%, es decir, no más de un 30% de pacientes que están sometidos a tratamiento para la cesación consiguen dejar de fumar. Estas cifras demuestran que las tradicionales medidas de control del tabaquismo, centradas exclusivamente en la no iniciación o el abandono del cigarrillo, han agotado su potencial para reducir significativamente el número de fumadores, y se requieren enfoques innovadores que ayuden a reducir ese número.

Comparativa entre las diferencias del tabaco como planta y una vez combustionado – PHILIP MORRIS INTERNATIONAL

La reducción del daño se define como el conjunto de estrategias llevadas a cabo ante conductas que generan riesgos o daños a la salud. Son una serie de políticas dirigidas a reducir los perjuicios que determinadas sustancias o acciones acarrean sobre nuestro organismo. Este tipo de estrategias en el ámbito del tabaquismo, no cuenta con el visto bueno de las autoridades sanitarias en España mientras que otros países como Inglaterra, Grecia o Estados Unidos, ya llevan años aplicándolas como medida complementaria a sus estrategias de control del tabaquismo con resultados prometedores. Estas políticas se basan en reconocer que el consumo de la nicotina de una manera menos dañina – evitando la combustión- puede jugar un papel destacado en términos de salud pública, si se ofrecen con la información debida a todas aquellas personas que van a seguir fumando.

Las alternativas sin humo

Durante la mesa de redacción que ABC ha organizado en colaboración con Philip Morris, varios expertos han arrojado su punto de vista sobre la importancia de tener en cuenta la estrategia de reducción del daño y han expuesto algunas teorías, respaldadas por estudios científicos, que demuestran las ventajas que las alternativas sin humo -ya sean de tabaco calentado o cigarrillo electrónico-, pueden aportar a aquellas personas fumadoras que van a seguir fumando.

Ángel González, catedrático emérito de Química Física de la Complutense e investigador en la Universidad Autónoma de Madrid, señala que la mejor opción «es siempre no fumar». Sin embargo, señala que «hay personas que, o no quieren, o no pueden dejar de fumar» y para este grupo, defiende que las alternativas sin combustión -tabaco calentado como el cigarrillo electrónico- son mejores que seguir fumando. ¿A qué se debe esta afirmación? A la combustión. El catedrático, tras realizar varios estudios sobre la materia través de una máquina que mide los compuestos nocivos que contiene una calada, señaló que la temperatura a la que combustiona el tabaco tradicional, provoca que se desprendan una gran cantidad de sustancias nocivas, mientras que, por ejemplo, en el caso del tabaco calentado, al no haber combustión, se calientan a una temperatura mucho menor, lo que implica que se liberan menos sustancias, menos radicales, y, por tanto, son menos tóxicos. Para el doctor González, «según estos estudios, con estas alternativas, hay muchas menos sustancias nocivas que llegan al pulmón, y las que lo hacen, llegan en una cantidad enormemente inferior».

Una tercera vía

José Antonio Trujillo, experto en Salud Pública y Gestión Sanitaria, remarca que, «desde la Salud Pública nos tenemos que acercar, con diferentes vías, a la solución del problema: ¿cómo podemos darle alternativas a las personas que fuman? La primera opción es siempre que abandonen el hábito tabáquico. Es la primordial, que tiene que ser la vía central de cualquier política de Salud Pública y en la que se están invirtiendo muchos esfuerzos y dinero, pero no está siendo suficiente. Hoy en día, gracias a la ciencia, tenemos una vía complementaria, que es utilizando productos sin combustión. Esta vía nos habla de reducción del daño en pacientes que han intentado dejar en multitud de ocasiones el hábito tabáquico y no han podido». Señala además Trujillo en relación con la falta de información acerca de estas alternativas por parte de los fumadores que «en una sociedad del siglo XXI, la ciencia no tiene que ser paternalista, sino tiene que compartir sus certidumbres y dudas no solo con la comunidad científica, sino también con el ciudadano. El ciudadano requiere información, quiere saber y decidir sobre su propia vida y hábitos, y quiere también decidir con la información máxima que tenga, el cómo poder atacar ese problema del tabaquismo».

Por su parte, Marisa Romero, médico de atención primaria, comparte su experiencia con aquellos pacientes que no pueden dejar de fumar a pesar de tener diagnósticos graves y patologías relacionadas con el tabaquismo, de hecho, en su experiencia, «de unos 30 pacientes, sólo 2 o 3 lo consiguen dejar, pero el resto no», y añade que «hay pacientes que pasan por todas las modalidades para dejar de fumar -terapias sustitutivas de nicotina y fármacos-, y ninguna de ellas funciona. Realmente no pueden dejar de fumar» para estos casos extremos, la Dra. Romero señala que es entonces cuando se les debe dar una alternativa que sea mejor en comparación con seguir fumando. Sin embargo, Marisa también insiste en la necesidad de continuar investigando estos productos sin combustión ya que «a pesar de la evidente reducción de sustancias nocivas que estas alternativas conllevan, actualmente falta información a largo plazo».

Para José María Recalde, experto en Evaluación Tecnología Sanitaria, para resolver el problema del tabaquismo, «desde el punto de vista de los tratamientos y terapias que se han aplicado, básicamente se han orientado a promover o fomentar el abandono del tabaquismo, sin embargo, el problema que nos hemos encontrado es que estas terapias farmacológicas se han demostrado bastante ineficaces. Los estudios clínicos sobre estas terapias no han pasado de más del 30%, además, la abstinencia que se consigue no dura mucho tiempo. A veces, si se combinan estos tratamientos con terapias psicológicas, o conductual, se mejoraría bastante este resultado, pero nunca superaría un nivel del 50% de los pacientes». En este contexto, en el que una gran cantidad de personas siguen fumando, y en el que las autoridades no contemplan distinciones entre el cigarrillo convencional y las alternativas sin combustión, anima al sistema sanitario y a los reguladores a tener en cuenta la evidencia científica, para que el ciudadano tenga una información «con la calidad suficiente que les permita tomar decisiones en función de los riesgos reales».

Luis Rivera, odontólogo titular de la Sociedad Española de Cirugía Bucal (SECIB), destaca el desconocimiento de sus pacientes acerca de estas alternativas que, a su juicio, y en comparación con el cigarrillo, «las podemos considerar como un mal menor, ya que la cantidad de sustancias nocivas es enormemente inferior con respecto al tabaco tradicional».

Un encuentro, en definitiva, en el que se han analizado las alternativas sin combustión y el importante papel que pueden jugar para aquellas personas que van a seguir fumando.

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