1-7-2020 Por Laura Cuesta Cano, responsable de Comunicación y Contenidos Digitales en Servicio PAD, Universidad Camilo José Cela; y Juan Francisco Navas, investigador Juan de la Cierva, Departamento de Psicología Clínica, Universidad Complutense de Madrid:
Tras años de protestas por parte de diferentes asociaciones, profesionales de la salud y familias de afectados por la adicción al juego de azar, muy pronto entrará en vigor en España el nuevo Real Decreto Ley de Comunicaciones Comerciales de las Actividades de Juego (ahora en estado de consulta en la UE) para regular la publicidad y las políticas de juego responsable y protección al usuario.
Se trata de un paquete de 100 medidas que afecta a los operadores del sector y medios de comunicación y que desarrolla varios artículos de la Ley 13/2011, de 27 de mayo, de regulación del juego: un marco normativo de enorme laxitud en cuanto a la regulación de la oferta de los juegos de azar.
Este decreto ley fue presentado el pasado 21 de febrero por el ministro de Consumo, Alberto Garzón, e incluía unas medidas fuertemente restrictivas a una actividad que produce importantes problemas financieros, de salud y bienestar, especialmente entre las poblaciones más vulnerables.
Días antes, en un acto público de la Dirección General de Ordenación de Juego (DGOJ), el ministro había planteado que se abordaría la regulación del juego de azar desde una perspectiva de salud pública basada en datos empíricos, palabras que resonaron como el anuncio de la “tierra prometida” para todos los investigadores y profesionales de la salud.
Sin embargo, como ocurre con algunos megaestrenos de la gran pantalla que esperamos con anhelo durante meses, espoleados por los inputs publicitarios, las campañas transmedia y el cuidado storytelling, cuando llegó el “día D” el fiasco fue notable. Las expectativas de una regulación total basada en la evidencia científica se ensombrecieron por un hondo ‘pero’. El resultado: una regulación que avanza pero se queda entre dos aguas.
No a los influencers y deportistas
Por el lado de los aciertos, se puede destacar que se acaba con el uso indiscriminado de personajes públicos, deportistas, influencers, youtubers y, en general, de “referentes” de los menores para protagonizar campañas de juego de azar, apelando a la idea del juego como éxito de vida.
No se podrá ni comercializar productos para menores con publicidad de marcas relacionadas con el juego, ni aparecer en espectáculos donde pueda haber menores, como cines o musicales.
Se prohíben los “bonos de bienvenida” o de captación de más de 100€ y las “llamadas a la acción” (CTA, por sus siglas en inglés) del tipo “¡Juega ya!”, que inciten al juego compulsivo.
También se prohíbe la publicidad en prensa y sitios web dedicados a menores, tanto en formato banner como en pop ups, y el resto de webs (plataformas como Youtube incluidas) tendrán que ajustarse a las restricciones del decreto.
En televisión y radio, la publicidad queda restringida a la franja de una a cinco de la madrugada.
Por el otro lado, está el “pero” mayúsculo –porque casi siempre hay uno– y, en este caso, pivota en torno al fútbol: un agujero de la regulación por el que se permite la publicidad de juegos de azar durante las retransmisiones de eventos deportivos que empiecen a partir de las 20,00h. Aunque desde el ministerio aseguran que están estudiando, bajo el respaldo jurídico, poder echar “marcha atrás” en esta controvertida medida.
El juego presencial
A pesar de todo, los problemas de la regulación de juego de azar no terminan aquí. ¿Qué ocurre con las casas de apuestas, locales de juego y casinos físicos cuya regulación depende especialmente de las comunidades autónomas? Este negocio ha crecido exponencialmente en los últimos años.
Actualmente, existen en España más de 80 operadores con licencia para la gestión de estos locales. Su proliferación es tal que en algunos barrios (normalmente las zonas más deprimidas) existen más locales dedicados al juego de azar que bares.
Según los datos del Mercado Español del Juego recogidos en el estudio del 2018 (último publicado), en aquel momento contábamos ya con 619 casas de apuestas y 3 463 salones de juego, siendo Galicia, Andalucía, la Comunidad Valenciana y la de Madrid las que estaban a la cabeza.
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