NOTOCIAS: 02-12-2020
Casi la mitad de los pacientes con VIH en España son diagnosticados cuando el virus lleva meses e incluso años atacando su sistema inmunológico. La falta de concienciación social, el miedo al estigma y una educación sexual deficiente son un freno para hacerse la prueba, lo que conduce, en caso de tener la infección, a una mayor expansión de la transmisión
Asimple vista, los datos de VIH en España parecen mejorar, aunque lentamente. Las últimas estadísticas ofrecidas por el Ministerio de Sanidad (de 2018) contabilizaron 3.244 infecciones nuevas ese año, un 19,2% menos que el año anterior. Sin embargo, los expertos advierten de que el virus no ha desaparecido y de que, a su alrededor, las cifras no decrecen significativamente. “Nos encontramos en un punto de una epidemia estabilizada en unos 4.000 nuevos diagnósticos al año, muy lejos del reto que nos marcamos en 2010 de reducir en un 75% el número de nuevos casos en España”, explica Ramón Espacio, presidente de la Coordinadora Estatal de VIH y Sida (Cesida).
Espacio señala, además, otro aspecto que impide avanzar aún más hacia mejores resultados y que, a la par, refleja las realidades sociales del VIH: el diagnóstico tardío. Abreviado como DT en los informes anuales sobre Vigilancia epidemiológica del VIH y Sida del Ministerio de Sanidad, hace referencia a los casos en los que los seropositivos conocen su infección cuando el virus ya lleva bastante tiempo en su organismo (a veces, años) y ha atacado considerablemente a su sistema inmunológico. Esto ocurre cuando el recuento de linfocitos CD4 (glóbulos blancos que combaten las infecciones y que el VIH ataca y destruye) está por debajo de los 350 por mililitro de sangre. De los 3.244 nuevos diagnósticos de 2018, un 47,6% fueron tardíos, y las cifras del último lustro no bajan del 45% ni hay previsiones, según los expertos, de que haya decrecido durante 2019 y 2020. Una cifra cercana a la media europea, situada en un 49%, según el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC). ¿A qué se debe?
Miedo a hacerse la prueba
Por un lado, los expertos apuntan que la concienciación social sobre la importancia de hacerse la prueba del VIH es baja, bien por miedo, bien por considerarse fuera de un grupo de riesgo o bien por falta de información. Por otro lado, y aunque las pruebas siempre son confidenciales, muchas personas desconocen que, más allá de la atención primaria, existen centros de diagnóstico y asociaciones u ONG de lucha contra el sida en las que estos tests se realizan incluso sin necesidad de dar el nombre y de manera totalmente anónima, como indica el doctor Esteban Martínez, presidente de Gesida (Grupo de Estudio de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica).
Estas mismas asociaciones piden, desde hace años, que las pruebas del VIH se practiquen más asiduamente en los centros de atención primaria ante cualquier sospecha: “Por ejemplo, hay personas que van al médico con una enfermedad de transmisión sexual, síntomas o enfermedades como una neumonía que podría indicar que han adquirido el virus. A estos pacientes habría que hacerles la prueba y no se les hace”, advierte Espacio. Cuando se notifica su caso, prosigue, suele ser en Urgencias porque ya se encuentran muy enfermos.
La SEMES calcula que podría detectarse al menos un 28% más de posibles infecciones por VIH en Urgencias
La solución es el diagnóstico precoz, es decir, aquel que se notifica al paciente en un tiempo relativamente corto desde que se infectó. Las razones para conseguirlo son de peso. Vivir durante muchos meses e incluso años con el virus puede dañar de manera irreparable el sistema inmunológico, el centro de la diana donde ataca el VIH. Esto puede provocar que el paciente desarrolle enfermedades oportunistas como la neumonía, la tuberculosis o cefalopatías y, en el peor de los casos, le lleve a la muerte. La doctora Juliana Reyes Urueña, profesora colaboradora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y epidemióloga del Centro de Estudios Epidemiológicos sobre ITS y Sida en Cataluña (Ceeiscat), advierte de que “el diagnóstico tardío puede aumentar hasta 24 veces el riesgo de fallecimiento si se compara con personas que no se diagnostican tarde”. De cualquier forma y mayoritariamente, los diagnósticos tardíos con meses de tratamiento normalmente reducen la carga viral en sangre y estos pacientes pueden hacer vida normal. No obstante, el deterioro que ha sufrido su sistema inmune les hace más propensos a tener una peor calidad de vida a largo plazo.
“Las personas diagnosticadas tardíamente tienen una pérdida irreparable de reservas en su sistema inmunitario. Y eso puede que no los lleve a la muerte de una manera directa, pero va a permitir que tengan más problemas de salud o que puedan tener más enfermedades crónicas. En definitiva, envejecimiento precoz”, explica el doctor Martínez desde Gesida. La más reciente iniciativa en este sentido ha partido de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES) que, bajo el nombre Deja tu huella en la lucha contra el VIH, intentará concienciar a lo largo de 2021 a los médicos de urgencias sobre la importancia del diagnóstico precoz en sus servicios, en los que SEMES calcula que podría detectarse al menos un 28% de posibles infecciones por VIH.
Dos perfiles diferentes según el diagnóstico
Los últimos datos del informe de Sanidad dibujan varios colectivos que, por diversas circunstancias, tienen más riesgos de contraer VIH. Los hombres siguieron siendo mayoría en 2018, un 83,3% frente a un 14,7% de las mujeres. La media de edad se situó en los 36 años, y el modo de transmisión mayoritario fueron las relaciones sexuales entre hombres (un 56,4%), seguido de las heterosexuales (un 26,7%) y, ya bastante lejos, los casos entre personas que se inyectan drogas (un 3,2%). Respecto a la zona geográfica de origen, el 56,6% eran españoles, el 21,7% procedía de Latinoamérica y el 6,1%, del África Subsahariana.
Es necesario comparar estos datos con las cifras de los diagnósticos tardíos si se quiere llegar a una radiografía más nítida de la problemática existente. Es significativo que el perfil medio de esos diagnósticos sea el del hombre heterosexual mayor de 55 años. Por sexo, del total de mujeres diagnosticadas con VIH en 2018, el 56,9% lo fueron tardíamente, frente al 46,1% de los hombres. La edad media aproximada en los diagnósticos tardíos en ambos sexos se dispara: alrededor del 64% es mayor de 50 años. Si los datos manejados son por el modo de transmisión, más del 55% de los contagios por relaciones heterosexuales fueron tardíos (58,5% hombres y 55,8% mujeres), mientras que por transmisión por sexo entre hombres, esa proporción es menor: el 40,3%, a pesar de ser este colectivo el de mayor incidencia en el total de diagnósticos, precoces o no.
¿Cómo son posibles dos perfiles tan diferentes? Esteban Martínez afirma que los diagnósticos tardíos han decrecido durante los últimos años entre el colectivo de hombres que tienen relaciones con otros hombres gracias a la concienciación, hecho que no ha ocurrido, por ejemplo, entre las personas heterosexuales, que no son conscientes de que el virus también puede atacarles a ellos, o en colectivos desprotegidos como los inmigrantes o las mujeres que ejercen la prostitución. “Del mismo modo, el diagnóstico tardío se asocia más a núcleos pequeños de población”, señala Martínez, “probablemente porque la sensibilización es menor. En cualquier caso, los resultados son extraordinariamente valiosos para saber dónde actuar a través de campañas de educación e información.
El Reto 90-90-90
La lucha contra el sida continúa en todos los frentes. El trabajo realizado en las últimas dos décadas en España no ha sido baladí. Según los últimos datos del Ministerio de Sanidad (de noviembre de este año), el 87% de los casos positivos son diagnosticados; de ellos, el 97,3% está en tratamiento, y de todos esos pacientes un 90,4% tiene una carga viral indetectable, es decir, el virus no se detecta en sangre y no pueden transmitirlo a otra persona. Unas cifras muy en consonancia con el Reto 90-90-90 que Onusida se propuso cumplir este 2020 en el mundo (ver gráfico).
Desde 2016 varios expertos liderados por el investigador Jeffrey Lazarus reclaman la incorporación de un cuarto 90: que el 90% de las personas que hayan alcanzado los tres primeros tengan una buena calidad de vida. Una meta, de momento, ambiciosa también en España, ya que la comorbilidad asociada al VIH (dolencias, trastornos o enfermedades que se dan a la vez en la misma persona, además de la infección) y en la que el diagnóstico tardío tiene una implicación directa impiden a los pacientes poder llevar una vida plena.
Esteban Martínez: “Con la covid-19 la sociedad ha conocido por fin que hay enfermedades que nos afectan a todos”
Reivindicaciones históricas de asociaciones y ONG, como la inclusión en el currículum escolar de la educación en la salud o acabar con el miedo a hacerse la prueba (especialmente entre la población heterosexual porque “no se sienten en riesgo”, como puntualiza Ramón Espacio desde Cesida), también ayudarían a mejorar los datos, incluso los de percepción: todavía hoy, el 29% de la población española afirma que intentaría evitar el contacto con una persona con VIH, según datos de Seisida.
Curiosamente, si algo bueno se deriva de la llegada de la pandemia de la covid-19 es que la sociedad al fin “ha conocido que hay enfermedades transmisibles que nos pueden afectar a todos”, incide Esteban Martínez. “La covid-19 es una a cámara rápida y el VIH, una a cámara lenta”, precisa. Una noción, prosigue, que nos ha hecho caer en la cuenta de que el peligro no solo es infectarse, sino que también nosotros podemos infectar a otros. Hechos, subraya, que se pueden hacer realidad con campañas de información y no de miedo.
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