Nueve de cada 10 españoles usan internet. En el Día Internacional de las Redes Sociales, vemos cómo esta actividad cotidiana ha alterado nuestras costumbres y cómo pueden suponer un peligro.
Primera hora de la mañana. Javier abre una campaña en contra de la construcción de un hotel en un parque natural. La reenvía a todos sus contactos de whatsapp. Más tarde, hace lo propio en Twitter. Sus diferentes muros se llenan de mensajes de amigos y conocidos: «Firmada la petición», «lo comparto», «estoy contigo».
Lorenzo es uno de ellos. Mientras desayuna, pincha en el enlace y felicita el cumpleaños a otra persona en un comentario de Facebook. Los dos son jubilados, manejan un smartphone y usan las redes sociales habitualmente, aunque prefieran no aparecer con apellidos.¿Y eso? Les cuesta reconocer que están enganchados sus dispositivos móviles. Empeñan unas cuantas horas deslizando el dedo por la pantalla táctil. Este ejercicio cotidiano les sirve para enterarse de lo que ocurre en el mundo, consultar horarios o, principalmente, navegar por alguna de las diferentes redes sociales, cuyo Día Internacional se celebra este 30 de junio.
Una fecha que estableció el portal de noticias Mashable en 2010 y que, una década después, sigue vigente: estas plataformas virtuales han cambiado nuestra forma de comunicarnos, independientemente de la edad o el sexo.
Según el Estudio Anual de Redes Sociales, publicado por la asociación de publicidad y márquetin IAB Spain el pasado 17 de junio, el 87% de los internautas de 16 a 65 años utiliza redes sociales, lo que representa a casi 26 millones de personas solo en España (en total, esta franja de edad suma 31,7 millones). La edad media es de 39 años, sin apenas distinción de género: un 49% de hombres frente a un 51% de mujeres.A la cabeza, Whatsapp, ese chat en el que Javier compartía una denuncia medioambiental. Le siguen Facebook, Youtube, Instagram, Twitter o el fulgurante TikTok, campeón del entretenimiento en la pandemia (ha sumado 14 millones de descargas solo en España).
Todas ellas han «vampirizado» nuestra atención, según la expresión de Marina Van Zuylen en el ensayo A favor de la distracción. Movemos la cabeza incesables ante la feria de colores y me gusta que aparece frente a nuestro ojos: está abierta 24 horas, 365 días al año. Siempre con fotos, teorías políticas, enlaces a vídeos, selfis…
Tan apetitoso que hasta los mayores, aquellos que han pasado la mayor parte de su vida sin internet, han caído rendidos. Nueve de cada 10 españoles tiene acceso a la red, según el informe La Sociedad Digital en España 2019, llevado a cabo por la Fundación Telefónica. Hay 107 líneas móviles por cada 100 habitantes y el crecimiento de contratación no ha dejado de subir.
«España se encuentra inmersa en la cuarta revolución, basada en la digitalización y en los datos. Una transición digital que aunque presenta retos e incertidumbres, también tiene efectos muy positivos y ofrece, a su vez, grandes oportunidades. Sin ir más lejos, la presente crisis del COVID-19 nos ha obligado a repensar de la noche a la mañana la manera de vivir, estudiar, trabajar y disfrutar», adelantan en el documento.
Se ha impuesto lo virtual. Tanto por el paso natural de los tiempos, donde se cede el cara a cara por la pantalla, como por la aparición del coronavirus y el consecuente confinamiento. Durante las semanas más severas de crisis sanitaria, en España se ha consumido hasta 79 horas de internet a la semana. Un 47% del tiempo, un 7% más que en una semana normal anterior a la crisis, según la publicación Digital Consumer 24 Hours Indoors, elaborado por la agencia Nielsen en abril.
© SPUTNIK / ALBERTO GARCÍA PALOMO
Dentro del estudio se remarca la forma en que se utiliza internet, transitando desde el consumo de ocio hasta las compras online. En este sentido destacan la alimentación, la moda, la electrónica o los productos de belleza. También destaca en este periodo el aumento de usuarios registrados en Twitter. El primer trimestre de 2020 alcanzó los 166 millones, un 23% más de los que tenía en 2019 (123 millones), según un comunicado interno.Camino Rojo, responsable de políticas públicas de Twitter España, cree que el crecimiento se debe a que «la gente quería saber qué estaba pasando y entretenerse» y alerta de que «tener acceso a esto es tan importante como saber utilizarlo bien». Un mantra que se ha repetido desde los medios de comunicación, visto el enganche en toda la población y que aquella máxima de Steve Jobs, fundador de Apple se han cumplido: decía hace unas décadas que seríamos esclavos de unos aparatos que ni siquiera conocíamos.
Así ha sucedido. Javier y Lorenzo, veteranos en el arte de vivir ajenos a lo electrónico, amanecen pegados a sus celulares como quien necesita el consumo diario de una sustancia ilegal. El segundo alega que esta costumbre le ofrece la posibilidad de ver a los nietos a pesar de la distancia. O de retomar relaciones del pasado que, por la ausencia de esta tecnología, no pudo mantener. No habla, sin embargo, de esas distracciones que le provoca. Difícil leer algo seguido, ver una película sin interrupciones o mantener una conversación con amigos sin ojear el bolsillo.
Según expone Nicholas Carr en el libro Superficiales. Lo que internet ha hecho con nuestras mentes, la cantidad media de tiempo que podíamos estar concentrados en una tarea sin dejar vagar la mente con algo nuevo en 2000 era de 12 segundos. En 2010 se había reducido a ocho segundos. Teniendo en cuenta que, tal y como resaltó antes de la pandemia un informe encargado por la compañía Multiópticas, pasamos de media 11 horas al día frente a algún tipo de pantalla (167 días al año), los resultados se agravan. La Organización Mundial de la Salud ha advertido que esta adicción, unida al sedentarismo asociado y al incumplimiento de las recomendaciones sobre actividad física, provoca mundialmente más de cinco millones de muertes al año en todos los grupos de edad.Jorge Flores, fundador de Pantallas Amigas, advierte que «las tecnologías en sí no son malas», pero hay que saber gestionarlo. El creador de esta compañía que aboga por «un uso responsable de internet, redes sociales, móviles y videojuegos» quita importancia a este periodo de encierro siempre que sea un «atracón» puntual y no se mantenga en el tiempo.
«Lo que no puede pasar es que haya una ruptura con los hábitos y dé lugar a comportamientos agresivos». «No importa tanto el qué sino el cuánto», arenga, definiendo la tecnoadicción como una adicción no al dispositivo en sí sino a lo que él nos ofrece.
Pantallas Amigas se ha unido en este sentido a Twitter para emprender una denominada desescalada digital. Un detox de lo virtual, como si quisiéramos eliminar la grasa que absorbemos en forma de megas. Para ello han enumerado seis pasos de desenganche que consisten en «observarse, conocer las nuevas rutinas, establecer un plan, idear un plan, compartir un propósito con tu entorno y revisar el plan».
»Algunas de las nuevas actividades realizadas e incluso costumbres adquiridas en este periodo pueden resultar muy positivas, pero quizás otras no. Sabemos que la tendencia al sobreuso del móvil, las redes sociales o los videojuegos es común en depende qué grupos de población. Esta tendencia se ha podido ver reforzada o incluso iniciada durante la cuarentena por la dinámica del aislamiento. La pregunta es ¿son hábitos que queremos mantener? ¿son saludables? Algo nos ha pasado, en algo hemos cambiado, y algo debemos hacer si queremos modificarlo después de haber tomado conciencia», exponen en el proyecto.
No todo es tan negativo. Mauro Fuentes, director de márquetin digital de El Corte Inglés y docente en la empresa digital Isdi, considera que lo referente al sector sufre cada año cambios «vertiginosos» y que unirse a él es «casi irreversible».»Lo imprevisible es parte del encanto de la evolución tecnológica, pero hay una serie de factores que pueden dar pistas, como la mayor integración de dispositivos, la miniaturización o el pago por móvil», analiza el experto, que también encuentra una cara b como las estafas, los ciberataques o la contaminación de la información.
«Si está alejado de las nuevas tecnologías, le invitamos a formarse, a acercarse a ellas, a usarlas sin miedo. Así cada uno podrá decidir con más criterio si conoce a lo que se enfrenta», apunta el docente sobre el universo por el que navegan desde adolescentes haciendo coreografías hasta jubilados luchando por un paraje protegido.
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