ENTREVISTA: 22.10.2022
El consumo de pornografía y la facilidad para mantener relaciones con desconocidos son elementos que influyen en este trastorno
Cuando la destrucción llega a través del deseo sexual, se habla de una enfermedad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) la consideró como tal hace cuatro años. Carlos Chiclana (Madrid, 1975) es médico y psicoterapeuta acreditado. Trata a personas para las que el sexo se ha convertido en una práctica compulsiva que lo domina todo.
Chiclana, que cuenta con un currículum clínico tan amplio como apabullante, participa estos días en Málaga en las VII Jornadas de Actualización en Sexología Clínica y atiende a SUR. Además de perfilar una adicción que tiene cosas en común con otras adicciones comportamentales, lanza un mensaje de esperanza: «Se puede salir de esto». El paso imprescindible, como siempre, se intuye el más complicado: el de pedir ayuda.
–¿Cuándo se empieza a hablar de adicción al sexo a nivel clínico?
–Hay distintos ámbitos. Si ponemos los ojos en la Organización Mundial de la Salud, se empieza a considerar como una enfermedad hace cuatro años, cuando aparece ya en la clasificación internacional de enfermedades. Lo hace con el nombre de trastorno del comportamiento sexual compulsivo. Si nos vamos a publicaciones académicas, ya en los años 70, podemos encontrar investigaciones de profesionales que se topan con personas a las que le ocurre esto y solicitan ayuda. Si nos vamos a la estructura social, también en los años 70, vemos que hay grupos de personas que se organizan con los criterios de los alcohólicos anónimos. Fraternidades, por ejemplo, como los sexolicos anónimos.
–¿El sexo debería ser algo placentero?
–El sexo es una cosa estupenda. Debería dar placer, claro. Pero no solo eso. El sexo da vinculación con las personas. Aporta cuidados entre nosotros. Genera espacios de intimidad y de empatía. El sexo no es solo placer, es algo más.
–¿La adicción al sexo convierte el deseo en un sufrimiento?
–Lo que ocurre, realmente, es que se pierde el objetivo. El adicto al sexo ya no obtiene tanto placer. La actividad sexual se convierte en una actividad desordenada donde la persona ha perdido la libertad y donde ya no se va a disfrutar. Es como una necesidad propia de una adicción, que calma otras emociones como puede ser la angustia, la ansiedad, la tensión, el aburrimiento, la soledad… Lo que más nos indica que hay una adicción es la perdida de libertad y la sensación de que ya no dirijo mi vida en este ámbito.
–¿Qué es el orgasmo para un adicto al sexo? ¿Deja de ser ese viaje placentero que nos teletransporta a otro lugar durante unos instantes?
–Sigue existiendo ese momento de placer. Pero al no estar en un marco de desarrollo sano y saludable, no es tan placentero a nivel global. Puede haber la misma descarga de dopamina o de oxitocina. Sin embargo, el resto de las áreas del placer como son las más psicológicas, relacionales, sociales y de respeto personal no se están manifestando. Luego hay que tener en cuenta que la persona con una conducta sexual compulsiva, para poder llegar a ese orgasmo, muchas veces tiene que hacer un desarrollo de la conducta mucho más complejo y sofisticado. Se ha producido un acostumbramiento. Por lo tanto, el adicto tiene que ir a no sé qué sitio, hacer no sé qué historia, navegar por determinada página porno para ver una imagen determinada.
–¿La adicción al sexo es más frecuente en el hombre o en la mujer?
–Es más frecuente en el hombre, claramente. Hace diez años, estaba en un 80/20. Ahora, estamos en un 60/40. La mujer también ha empezado a desarrollar estos problemas.
–¿La eyaculación es el fin último del hombre adicto al sexo?
–No necesariamente. Es verdad que la masturbación suele estar muy presente y es la conducta que más frecuentemente se utiliza. Ya sea acompañada de pornografía o de otras situaciones. Conseguir el orgasmo, ya sea en el hombre o la mujer, sería el culmen de esta conducta. Pero hay otros anhelos que parece que el sexo va a cubrir, pero que sin imposibles que los cubra un orgasmo.
–¿Hay casos en los que la masturbación, por la alta frecuencia, se parecen ya más a una mutilación a nivel físico?
–En casos graves se dan hasta lesiones físicas por el exceso de manipulación de los genitales. Hay personas que en épocas malas pueden llegar a masturbarse hasta siete veces al día.
–¿Esta adicción se distingue de otras o una adicción siempre comparte estructuras?
–Es similar al resto de adicciones, ya sea con sustancias o comportamentales. La experiencia nos dice que puede haber una cierta predisposición biológica a engancharse a sustancias o a conductas. Observamos que muchas personas buscan rellenar alguna carencia afectiva, algún anhelo que no están pudiendo completar en otras áreas de su vida. Estamos viendo situaciones de soledad o de insatisfacción. De forma de que, sin ser una explicación absoluta, sí es una explicación parcial de lo que detona esta conducta. La adicción al sexo estaría dentro de ese marco que hemos llamado adicciones comportamentales.
–¿Cómo se manifiesta esta adicción?
–Puede ocurrir de varias maneras. Atendemos a personas a las que, desde fuera, no se les nota nada porque realizan estas conductas en momentos de su día que les permite ocultarlas, aunque sí interfiere con áreas importantes como el sueño o la dedicación a otras actividades. Luego hay personas en las que las consecuencias son tan graves que consumen porno hasta en el trabajo. Como no pueden parar acaban perdiendo el trabajo por despido procedente. También está el ámbito de las relaciones consentidas con otras personas, pero que implican contagios de infecciones de transmisión sexual. El abanico es muy amplio.
–¿Cómo afecta esta adicción al sexo a la vida en pareja? ¿Es posible mantener una relación?
–La realidad es que hay muchas personas que lo llevan en oculto y lo disocian, aunque al mismo tiempo llevan consigo el sufrimiento. Me parece importante resaltar que hay salida si se pide ayuda. Claro, esto es incompatible con mantener una relación estable en el sentido de convivir con esto si no hay voluntad de arreglarlo.
–¿Qué relación hay entre la pornografía y la adicción al sexo?
–Hay una relación tremendamente alta. Es, con la masturbación, la conducta más frecuente. Hace que haya una exposición precoz y temprana. A través de un teléfono móvil en tu bolsillo tienes acceso a una cantidad de contenidos que son brutales. Si hablamos del cerebro de un adolescente, es algo tremendo.
–Aplicaciones para ligar o para cerrar citas para tener relaciones al instante con desconocidos. ¿La disponibilidad permanente de sexo es nociva?
–En sí mismo no diría que esto es algo nocivo. Pero esa accesibilidad a mantener relaciones sexuales con desconocidos es una variable que tenemos que tener en cuenta. Ya no es el amigo con derecho a roce, donde aún existe alguna intimidad y algo de afecto. Si usted es adulto y libre, capaz de dirigir sus actos, pues acuéstese con quien quiera… bienvenido sea. Pero si esto está disponible para cualquier persona en cualquier estado mental, pues hay que intervenir sobre esta variable si se quiere ayudar.
–¿Los adictos al sexo acuden a la prostitución?
–Sí, pero no es lo más frecuente. Ni mucho menos. Lo más frecuente es el uso de la masturbación y de la pornografía. Luego, webcam y cosas por el estilo, a través de Internet. La prostitución está presente, pero no es muy frecuente. Supone una exposición y una cierta vinculación. Una anécdota que une varias cosas de las que hemos hablado hasta ahora. Estaba atendiendo a una persona que tenía esta problemática y acudió a una prostituta. Esta señora le dijo: “Lo que usted está buscando, yo no se lo puedo dar. Si le parece, yo no le voy a cobrar, tampoco me voy a acostar con usted, pero le aconsejo que vaya a un profesional”.
–¿El sentimiento de vergüenza está presente?
–Sí, claro. La culpa y la vergüenza se unen a la sensación de perdida de control y de despersonalización, ese sentir de que estoy dejando de ser yo mismo. La vergüenza y la culpa suelen ser motivadores para pedir ayuda, pero hay que calibrarlos bien. Para que sea una vergüenza y una culpa proporcionada y no se conviertan en emociones patológicas que bloquean a las personas.
–¿Cómo queda la autoestima?
–Queda más bien tocada. Ya no es el cómo me refuerza esta conducta de mantener relaciones, es el cómo me destruye. El soy un monstruo, fíjate lo que hago, en las páginas que entro, lo que le hago a mi pareja… Es un echarse mierda sobre el propio tejado.
–¿El aspecto estético y la belleza, ¿qué valor tiene en el contexto de una adicción al sexo?
–No mucho. La belleza y la estética siempre son elementos que elevan al ser humano, que hacen mirar más allá y admirar la calidad de las personas. Y también de uno mismo. Aquí suele ser algo más bien bizarro, confuso, desorganizado. Algo que no tiene ningún atractivo si lo ves desde fuera.
–¿Cómo se sale de esto?
–Hay que pedir ayuda. Se puede ir a sexolicos anónimos. Tienen grupos presenciales y grupos telemáticos. Se mantiene totalmente el anonimato. Luego están los profesionales.
–Si hacemos la comparación con alcohólicos anónimos, ¿significa que un adicto al sexo, para curarse, queda obligado al celibato?
–Depende del proyecto de vida que tengas y quieres volver a tener relaciones o no. Pues dependiendo de eso, se llevan a cabo unas graduaciones distintas en el tratamiento. Pero la persona también tiene derecho a la abstinencia, sea por las razones que sea.
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