NOTICIAS: 02.11.2022
El desarrollo de la tecnología y la innovación científica nos ayudan cada día a mejorar muchos aspectos cotidianos de nuestra vida, pero también consiguen generar en muchas ocasiones impactos positivos para el conjunto de la sociedad; como, por ejemplo, en lo que respecta a la movilidad o la salud.
GALICIA.
¿Qué es la reducción del daño?
Como hemos comentado, los avances en ciencia, tecnología y, también, en regulación han permitido a la sociedad avanzar en muchos aspectos. Uno de ellos es la reducción del daño, es decir, la reducción de los efectos adversos de continuar con un comportamiento potencialmente dañino. Aunque la reducción del daño no es equivalente o mejor que dejar de hacer ese comportamiento original, puesto que no elimina el daño, es mejor que continuar con ese comportamiento.
Un ejemplo de este tipo de estrategias las podemos ver, por ejemplo, en la industria automovilística, con la aparición del coche eléctrico: llevan a las personas de un lugar A hacia otro B de la misma forma que lo hacen los coches de combustión, pero con una reducción significativa del daño causado al medio ambiente, en términos de emisiones generadas en un mismo viaje.
De manera similar, estas estrategias de reducción del daño se aplican en otros sectores, como en la industria tabaquera con los productos libres de humo.
¿Se puede aplicar la reducción del daño al tabaquismo?
Así es. Pero para trabajar en reducir el daño primero hay que detectar cuál es el principal problema. Y cuando hablamos del hábito de fumar, el mayor de los riesgos se encuentra en el humo del cigarrillo. Las alternativas libres de humo que se han desarrollado gracias al aval de la ciencia e investigación, precisamente lo que hacen es eliminar la combustión de la ecuación para, así, evitar la generación de humo.
El humo del cigarrillo contiene aproximadamente 6.000 químicos. De éstos, alrededor de 100 han sido identificados por las autoridades en salud pública como nocivos o potencialmente nocivos, ligados a las enfermedades relacionadas con el hábito de fumar. Los estudios científicos han demostrado que, a medida que la temperatura del tabaco aumenta, los niveles de sustancias químicas nocivas incrementan. Un cigarrillo quema tabaco a temperaturas de hasta 900°. Eliminando el humo, se pueden reducir de manera significativa los niveles medio de sustancias químicas nocivas y potencialmente nocivas.
Las alternativas sin humo se basan en sistemas de calentamiento que, como su nombre indica, calientan sin llegar a quemar el tabaco (en el caso de los dispositivos de calentamiento de tabaco) o el líquido (en el caso de los cigarrillos electrónicos). Gracias a sus sistemas de control de temperatura, no llegan a alcanzar temperaturas tan extremas como cuando se enciende un cigarrillo y, por ende, generan vapor o aerosol con una disminución significativa de sustancias químicas nocivas en comparación con el humo del cigarrillo.
Ahora bien, la mejor opción para los fumadores siempre será dejar el consumo de tabaco y nicotina por completo. Pero para aquellos que, de otro modo, continuarían con el hábito, los productos libres de humo científicamente probados son una alternativa mejor que continuar fumando cigarrillos.
Las alternativas sin humo no están exentas de riesgo, y con su uso se inhala generalmente nicotina1. Aunque expertos en salud pública han señalado que esta sustancia (que se encuentra presente de manera natural en la hoja del tabaco) no es la principal causa de enfermedades relacionadas con el hábito de fumar, sino que es el humo, es una sustancia adictiva.
¿Qué son las políticas de reducción del daño y qué nos dicen los resultados en países que apuestan por ellas?
Hay países que han incluido la tercera vía de la reducción del daño de los cigarrillos a la hora de diseñar sus políticas contra el tabaquismo, como herramienta complementaria a las políticas ya existentes de prevención y cesación del tabaquismo.
Por ejemplo, en el Reino Unido, que cuenta con una de las regulaciones más estrictas del mundo respecto al consumo de cigarrillos, aunque suene paradójico, las autoridades sanitarias del país tienen una visión favorable a la posibilidad del uso del cigarrillo electrónico para reducir el daño en aquellos fumadores que, de otra forma, continuarían fumando. En este país, los cigarrillos electrónicos llegaron hace unos diez años y, mientras que en 2011 la prevalencia del tabaquismo estaba en el 19,8%, en 2019 había bajado al 13,9%, según datos de la Oficina Nacional de Estadística británica.
Otro caso muy ilustrativo es el de Japón, que cuenta con tasas altas de aceptación de productos libres de humo (en concreto de dispositivos de calentamiento de tabaco), y ha experimentado un fuerte descenso en el consumo de cigarrillos en los últimos años. Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de este país nipón, en 2019, se redujo en un 13,1% y, en los últimos cinco años la prevalencia de fumadores se ha reducido considerablemente. El impacto positivo en la salud pública es incontestable, puesto que los cigarrillos son la forma de consumo de tabaco y nicotina más nociva que existe.
Por tanto, existe la posibilidad de ayudar a combatir el impacto que genera el tabaquismo en la salud pública si conseguimos complementar las estrategias existentes de prevención y cesación con un enfoque de reducción del daño, que favorezca que los fumadores adultos que de otra forma continuarían fumando cambien a mejores alternativas, revirtiéndolo en un impacto positivo en la salud pública. Por ello es esencial una regulación diferenciada para cada categoría de producto en base a su perfil de riesgo a través de la que se pueda proporcionar a los fumadores adultos información veraz basada en evidencia científica que les permita tomar decisiones informadas.
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