NOTICIAS: 18.03.2025
Las personas gordas conviven con situaciones de discriminación, burlas y rechazo, que se amplifican en las redes sociales. Un estigma hacia los cuerpos diversos que limita sus vidas sociales, afectivas y laborales y su salud
MADRID. “Con lo guapa que eres de cara, qué pena tener esos kilitos”; “Es gordita pero muy maja”; “Perdona, creo que te has equivocado de tienda, aquí no hay tallas para ti”; “¿Te encuentras mal y quieres hacerte una analítica? Lo que tienes que hacer es seguir una dieta y adelgazar”; “¿Cómo van a contratar a esa mujer con el peso que tiene?; “Pero ¿cómo se le ocurre llevar minifalda?”… Estas son solo algunas de las innumerables situaciones a las que las niñas, jóvenes y mujeres gordas, más que ellos, se enfrentan a diario desde que tienen uso de razón.
No son invenciones, todas ellas se pueden leer en foros donde las mujeres gordas encuentran un espacio para desahogarse y socializar el dolor. Conviven con la burla, ahora potenciada y democratizada de la mano de las redes sociales, en las que un filtro o un meme puede arruinar la vida de una adolescente o convertir a un menor con sobrepeso en objeto de bullying después de que un compañero haya difundido una foto suya comiéndose un sándwich.
Solo cuando un caso se hace tan mediático como el de Lalachús, protagonista de las campanadas, o el de la waterpolista y campeona olímpica Paula Leitón, que sufrió comentarios despectivos sobre su peso en redes sociales durante los Juegos Olímpicos de París, se abre un debate social acerca del odio hacia las personas gordas o con sobrepeso que caduca en un día y en el que no se profundiza. Por desgracia, no es el único; el fallecimiento de la actriz Itziar Castro en 2023 se convirtió en un circo mediático que incendió las redes y llenó horas de programas en televisión.
Discriminación y rechazo
Todas estas situaciones son ejemplos de lo que se denomina gordofobia; el odio, el rechazo y la violencia que sufren las personas gordas por el hecho de ser gordas. Hablamos de una discriminación cimentada sobre prejuicios respecto a los hábitos, las costumbres y la salud que defienden la creencia de que el cuerpo gordo es producto de la pereza.
“Las condiciones económicas, culturales, genéticas, educativas y sociales son invisibilizadas u obviadas, así como la propia condición de enfermedad y tratamiento médico”, denuncia la escritora y activista Mara Jiménez en su libro ‘Más yo que nunca’. “Esta visión tampoco tiene en cuenta que la propia gordofobia es un factor que vulnera la salud”, advierte Jiménez.
La discriminación gordófoba, igual que otras tantas discriminaciones, supone limitaciones en el desarrollo pleno de la vida de quienes la padecen. Las personas gordas se enfrentan a restricciones y barreras a la hora de encontrar un trabajo, de establecer relaciones sociales y sexuales, así como de acceder a una atención médica similar a la que puede recibir una persona que no esté gorda.
👉 Activismo gordo
Aunque parezca mentira, la gordofobia ha permanecido camuflada tantos años en nuestra sociedad que la Real Academia Española (RAE) todavía no ha reconocido este neologismo procedente de la traducción del término “fatphobia” y recogido por primera vez en 1984 por los investigadores Robinson, Bacon y O’Reilly; una acepción que en inglés cuenta con sinónimos como fat shaming o fat shame.
No obstante, el llamado activismo gordo tiene sus raíces en los años setenta, cuando en Los Ángeles (EE. UU.) el grupo feminista The Under ground Fat inició una investigación sobre la violencia médica hacia las personas gordas. En 1973, Judy Freespirit y Sara Aldebaran escribieron el ‘Manifiesto de la liberación gorda’, que exigía el fin de la discriminación hacia los cuerpos gordos en espacios públicos, laborales, educativos y sanitarios.
Una cuestión de género
La historia revela que las mujeres han sufrido la opresión patriarcal a través del control de sus cuerpos, sometidos a todo tipo de disciplinas y tratados siempre como objetos susceptibles de mejora. Como apunta la catedrática en Lengua Española Susana Guerrero Salazar, el alto porcentaje de discriminación por gordura que se detecta en las redes sociales la sufre el sexo femenino, lo que ha ocasionado que las plataformas feministas hayan difundido también el neologismo gordafobia, a través del que denuncian que el rechazo hacia las personas gordas es un hecho que afecta fundamentalmente a las mujeres.

La gordura se presenta en nuestra sociedad como un estigma corporal manifiesto, imposible de ocultar en las interacciones sociales, pero paradójicamente casi invisible en las representaciones mediáticas. La estigmatización de la mujer gorda sobre todo conlleva una estereotipia que revela un carácter asociado a la desidia, la falta de autocontrol y la debilidad.
Es tal que, en el Día Mundial contra la Obesidad, el 4 de marzo, numerosas mujeres reivindican que se cambie el nombre por el Día Mundial contra la Gordofobia/Gordafobia. La razón es que entienden que el término obesidad implica culpabilidad, descuido hacia su persona, vagancia, ignorancia y sedentarismo. Todo ello se puede sintetizar en un solo concepto: rechazo y estigmatización porque el físico no se adapta a los cánones de belleza actuales, en los que la delgadez es sinónimo de éxito.
Gordo, gorda y gordura
La palabra gordo y gorda, sin embargo, se concibe como un adjetivo calificativo, similar al de alto-bajo. Eso sí, defienden la palabra gorda, no “rellenita” ni “gordita”; no quieren dar pena, no quieren sentirse enfermas ni que la sociedad las conciba como perdedoras en una cultura en la que se halla cada vez más arraigada la idea de la belleza como el atributo más importante de la mujer.
En este sentido, Magdalena Piñeyro, referente internacional en la investigación sobre gordofobia y cofundadora del movimiento Stop Gordofobia, matiza que la gordura es fea, la gordura da asco, la gordura está mal, la gordura no debería existir. “Y cuidado que hablo de gordura y no de gente gorda a propósito; para la sociedad gordófoba nadie está gorda, sino que es gorda, lo que implica una situación que no es permanente, sino que está pendiente de cambio”, subraya. Una trasformación relacionada con la idea de que las personas gordas tienen la capacidad de adelgazar, de manera que el cuerpo gordo es un “mero tránsito”.
Un hombre y, sobre todo, una mujer delgados son los modelos que la sociedad demanda y que castiga cuando no se cumplen, no solo mediante su invisibilización social y mediática, sino como objeto de burlas, ofensas y rechazo social, laboral, médico, familiar y educativo. “Tener en consideración a una sola persona por su físico es una forma de denostar nuestra capacidad públicamente y de objetificarnos”, sentencia la artista Yolanda Domínguez en su obra ‘Maldito estereotipo’.
La enfermedad
La comunidad médica también está de acuerdo en que no se puede estigmatizar a nadie por su peso, tal y como subrayaron en la jornada sobre gordofobia celebrada el año pasado en el Colegio de Médicos de Bizkaia, que reunió a activistas contra la gordofobia, dietistas-nutricionistas y médicos con una amplia experiencia en Endocrinología y Nutrición, como Fernando Goñi, doctor en Medicina y cirugía, miembro ordinario de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) y de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), entre otras.
Sin embargo, subrayaron que la obesidad es una enfermedad multifactorial que afecta a más de 2.000 millones de personas en el mundo, con consecuencias negativas en la salud como aumento del riesgo vascular, la asociación a enfermedades como la diabetes tipo 2, apneas del sueño, hipertensión y numerosos problemas articulares.
Los medios de comunicación, a examen
El cine, la televisión, los anuncios publicitarios que llenan las marquesinas, las revistas de moda y las imágenes que se publican a través de las redes sociales y las que ilustran reportajes e informaciones diarias promueven la delgadez como ideal de belleza y éxito. En estos momentos, la idea de la belleza como el atributo más importante de una mujer es constante, magnificado por Instagram y en especial por TikTok.
Una de las estrategias más agresivas para degradar y, por lo tanto, para ejercer violencia contra un ser humano es deshumanizarlo. Y esto es lo que sucede muchas veces en los medios de comunicación; se valora a las mujeres por su dimensión corporal, más allá de que sea una actriz premiada, una deportista de élite o una profesional que ocupe un alto cargo.
➡️ El altavoz de las redes sociales

No solo eso. Quienes discriminan y humillan a las personas hallan en las redes sociales su principal vía de difusión, contribuyendo a la creación de un discurso en el que el odio se normaliza. Mientras que, por un lado, las redes sociales constituyen un espacio propicio para denunciar cualquier tipo de discriminación, son, por otro, uno de los principales instrumentos que se utilizan para atacar a los grupos más vulnerables, entre los que se encuentran las personas gordas.
El anonimato y la distancia emocional, derivada de la lejanía entre el emisor y los aludidos, reducen la empatía y la sensación de peligro, generando así un contexto de seguridad para hacer cualquier tipo de comentarios sin consecuencias aparentes. A esto habría que añadir la presencia de comunidades que fomentan y aplauden estos discursos. Los vídeos, memes, chistes sobre gordos y gordas traumatizan a sus víctimas e impactan negativamente en su autoestima, al mismo tiempo que se convierten en herramientas que normalizan la violencia contra los más débiles.
Sin embargo, quienes publican este tipo de mensajes se escudan en su libertad de expresión y en que, de acuerdo al experto en Derecho Grau Navarro, silenciar o censurar estos mensajes constituiría un robo para la humanidad.
➡️ Mensajes a estudio
No hay duda de que la agresión a través de redes sociales hacia las personas por su peso tiene como finalidad avergonzar, acosar, amenazar, humillar, burlarse y despreciarlas sin tener un contacto cara a cara. Ahora bien, las agresiones que se ejercen desde algunas redes sociales pueden pasar desapercibidas debido a la normalización de los comentarios dañinos. Es, precisamente, esto lo que hace que se considere como aceptada la violencia ejercida a través de las bromas de odio que marginan y victimizan.
Estas son algunas de las conclusiones a las que ha llegado el grupo de investigación Mediaiker de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), al estudiar la presencia de la gordofobia en más de 50.000 comentarios realizados a los 730 vídeos publicados entre YouTube y TikTok a raíz del fallecimiento de la actriz Itziar Castro en 2023. Este proyecto se enmarca dentro del programa ‘Tratamiento mediático y prevención de la obesidad: cibermedios, redes sociales y comunicación institucional’.
Entre los resultados destacan los mensajes de odio, cargados de burlas por su imagen, por su labor como activista contra la gordofobia e, incluso, por su homosexualidad; en muchos de ellos se le culpa incluso de su muerte por “no haberse cuidado”, “por no haber adelgazado”. Esto es una constante en YouTube y no tanto en TikTok, donde los mensajes de odio conviven con muchos otros centrados en la solidaridad con la familia y en el amor hacia la actriz.
➡️ El papel de los medios
El papel de los medios de comunicación como garantes de que no se discrimine a nadie ni se contribuya a difundir mensajes de odio hacia las personas gordas es fundamental. Buena parte del contenido que publican o que emiten se puede calificar como gordófobo.
“En las noticias somos las sedentarias, un número más en la cifra de obesidad mundial; por su parte, en la publicidad, glotonas y el ‘antes’, triste y vago, del ‘después’, delgado, activo y feliz; en política invisibles, igual en las canciones y poesías; en las películas centro de mofa, torpeza y ridículo. Como protagonistas y amantes, nunca; como amigas, siempre”. Así lo explica Magdalena Piñeyro. Bajo el yugo de la presión estética se repite el mensaje de cuerpo-gordo cuerpo-fracasado o persona perdedora que solo si adelgaza, podrá hallar la aceptación pública en el ámbito social, sexual, laboral, educativo y sanitario.
➡️ El sesgo de la inteligencia artificial
Las nuevas tecnologías, que bien podrían utilizarse para combatir la violencia estética hacia las personas gordas, tienen que recorrer todavía un largo camino. Una investigación elaborada por el Grupo Mediaiker y la Fundación EROSKI, en la que se analizaron 3.000 imágenes generadas por cuatro inteligencias artificiales diferentes, revela que la IA aplica el sesgo por peso en el 90 % de las imágenes que genera cuando se le da algunas de las siguientes órdenes: “Mujer/hombre haciendo deporte”; “Mujer/hombre deseable”; “Mujer/hombre guapo/a”.
El resultado es que no genera imágenes de personas gordas o con sobrepeso en los gimnasios, más bien son modelos en los que se marcan las abdominales en el caso de ellos y los escotes pronunciados en el de ellas. Si se analiza el ítem correspondiente a la belleza, no hay mujeres ni hombres gordos deseables. A mayor peso, menos belleza y menor deseabilidad. Esta es una de las numerosas conclusiones de este estudio.
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