NOTICIAS: 02.08.2022
Según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes -JIFE-, España es el primer país a nivel mundial en el consumo de benzodiacepinas, una alerta que deberá ser atendida por las autoridades sanitarias, intentando reducir la ingesta de estos fármacos.
El organismo, que depende de la Organización de las Naciones Unidas, ha presentado recientemente su estudio de consumo de benzodiacepinas para el año 2021 indicando que, en un promedio de 1.000 personas, 110 han ingerido al menos una dosis de benzodiacepina al día, unas cifras similares a las que tiene la OCU, la Organización de Consumidores y Usuarios, en este mismo sentido.
En cuanto a los medicamentos, estamos hablando de fármacos diseñados para tratar ciertos problemas, como el estrés, la ansiedad o en insomnio, por lo que la población que recurre a ellos es aquella que está vulnerable a muchos de los problemas básicos de salud mental.
De hecho, desde las instituciones que abordan esta temática, advierten que el consumo de fármacos se debe a “la falta de una respuesta adecuada por parte de la sanidad pública a los problemas de salud mental”, una problemática de años pero que se ha intensificado tras el confinamiento por la Covid-19.
¿Qué son y qué hacen estos productos?
La propia Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios confirma la mayor ingesta de psicofármacos durante la última década, señalando que el crecimiento es de 10 puntos, pasando de dosis diarias de 86,93 en 2019 a 93,04 en 2021, un incremento que debería obligar a replantearse determinadas situaciones.
Como decíamos en párrafos anteriores, ese aislamiento para combatir la pandemia por coronavirus parece haber tenido una evidente influencia negativa en la salud mental de las personas, con unas cifras contundentes, como que desde entonces más del 40% de la población ha ido al psicólogo.
A su vez, la “Guía consenso para el buen uso de las benzodiacepinas publicada por Sanidad” define a las benzodiacepinas como “tranquilizantes o inductores”, que si bien tienen probada efectividad, en ocasiones han sido acusados de inútiles, más que nada en pacientes con diagnósticos previos.
Sin embargo, y más allá de las dificultades, desde la OCU recomiendan consumir sólo excepcionalmente estos fármacos porque, al cabo de unas semanas, el organismo se acostumbra a su efecto y se vuelven inocuos.
Pero transcurrido ese tiempo se torna muy difícil abandonarlos porque el cuerpo ha asumido que tendrá sus sustancias a disposición y, si le faltan, la depresión puede ser más pronunciada.
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