NOTICIAS: 16.02.2021
Incluso quienes beben poco pueden sufrir efectos colaterales hasta que el sistema se reajusta
No obstante, recurrir a bebidas alcohólicas para mejorar el estado de ánimo es contraproducente. “Hay una serie de cuestiones que se generan al ingerir el alcohol, entre las que destacan la desinhibición, una cierta euforia inicial, aunque realmente es un depresor del sistema nervioso, por lo que luego provoca todo lo contrario”, explica José Antonio Molina, doctor en psicología, profesor en la Universidad Complutense y autor de SOS tengo una adicción (Pirámide, 2011).
Bien sea por las resacas, que con la edad pasan cada vez más factura, o porque el wellness ha calado en el estilo de vida, lo cierto es que muchas personas se deciden a cortar con el alcohol de forma definitiva o temporal, mediante iniciativas como el dry january (enero seco) que comenzó hace unos años como una campaña impulsada por las autoridades sanitarias británicas y acabó por convertirse en un fenómeno en redes sociales que algunos toman como referencia para iniciar su particular «mes seco», sea enero o no.
Huelga decir que el hecho de abandonar radicalmente el alcohol conlleva numerosos beneficios, pero también puede tener cierto peso sobre el estado de ánimo. Repasamos los motivos por los que pasar a ser abstemio puede agriar temporalmente el carácter sin necesidad de que quien la hace bebiera mucho antes de tomar tal decisión.
El alcohol y las emociones
Tomarse una copa de vino o una copa cuando las cosas se ponen difíciles es una escena común. Incluso el cine se ha encargado de reforzar este hábito para modular el estado de ánimo. Paradójicamente, el consumo de alcohol causa el resultado contrario. Aunque en un primer momento pueda desinhibir o provocar cierta euforia, en realidad esta sustancia es un depresor del sistema nervioso central. “Provoca que estemos bajos de ánimo, no en el momento de su consumo, sino posteriormente”, mantiene el experto en adicciones.
De hecho, el alcohol sirve para que las emociones oscilen, pero no en el sentido deseado, ya que puede transformar la alegría en nerviosismo o depresión en cuestión de minutos.
Pero ¿cómo un par de copas tienen el poder de despertar sensaciones opuestas? La respuesta está en que el alcohol afecta a diversos sistemas de neurotransmisores. “Esto hace que se pueda pasar de estados relacionados con la alegría, relajación, seguridad y felicidad al cansancio, la agresividad, inquietud o irritabilidad”, comparte Alexia de la Morena, doctora en neurociencias aplicadas y comportamiento humano y autora (junto a Gemma Sala Grau) del libro Secretos de tu cerebro (Kairós, 2020).
Se puede pasar rápidamente de la alegría y la relajación a la irritabilidad
Una explicación fácil es que esta sustancia disminuye los niveles de serotonina en el cerebro, conocida como la hormona de la felicidad y, como consecuencia, aumenta la irritabilidad y la depresión.
El impacto en el cerebro
La experiencia de sensaciones antagónicas aumenta a medida que crece el consumo de alcohol. “Al comenzar a beber los centros cerebrales empiezan a deprimirse y se suprimen las partes racionales. Esto hace que disminuyan las tensiones e inhibiciones y el cerebro se sienta anestesiado”, comparte De la Morena.
Esto despierta la espontaneidad, la impulsividad, la confianza e, incluso, el atractivo. Pero a medida que se avanza este proceso, también disminuye el sentido de la ética en la interacción social, aumenta la apatía, la irritabilidad, la tristeza y la agresividad. Por ejemplo, se puede partir de una sensación de euforia que se transforme en ansiedad y estrés.
Otro de los efectos que se produce en el cerebro es que el alcohol lo inflama e involucra a receptores (TLR4) del sistema inmunitario. “También se altera la mielina (sustancia que se encarga de la transmisión de los impulsos nerviosos y se produce la muerte neuronal”, explica De la Morena.
El resultado es una alteración en las funciones cognitivas. En la práctica, puede verse a través de la pérdida de memoria, que puede ser inmediata y temporal, o a medio y largo plazo si el hábito se mantiene de forma crónica. “Se produce un déficit en los procesos básicos cognitivos, como la atención, la percepción y, sobre todo, una inestabilidad emocional, no solo a nivel cognitivo, sino también del propio cerebro”, añade Molina.
Los efectos “secundarios” de dejar el alcohol
Los neurotransmisores se reajustan
Al dejar el alcohol, los sistemas de neurotransmisores del cerebro recuperan, poco a poco, su equilibrio. Pero incluso quienes beben de forma moderada (entre una y tres bebidas a la semana), pueden acusar el reajuste en forma de patrones de sueño irregulares o cambios de humor.
Un peaje temporal hasta que las conexiones vuelven a la normalidad y comienzan a sentirse los beneficios. “Mejora la actividad mental como consecuencia de que nuestros procesos cognitivos son más ágiles”, comenta la neuropsicóloga.
En quienes tienen más integrado el hábito (más de tres bebidas al día), el alcohol deja una huella más profunda que puede ir desde la agitación al insomnio. Una reacción que se deriva del exceso de actividad de los sistemas neurotransmisores que intentan equilibrar los efectos inhibidores del alcohol.
Para ayudar a mitigar los efectos secundarios de la abstinencia, De la Morena propone acompañar esta con cambios en el estilo de vida. Por ejemplo, reforzarse con pensamientos como “por una vez, tengo cero preocupaciones” o “no voy a dañarme”. “También les recomendaría una dieta equilibrada rica en antioxidantes, vitaminas, minerales, aceites Omega 3 y 6, cúrcuma…”, aconseja.
Además, un gran beneficio en quienes dejan de tomar bebidas alcohólicas es que entonces actúan de forma coherente con sus creencias. “Dejar de consumir una sustancia produce efectos desde el momento en el que se decide. Se eliminan conductas que están fuera de los propios principios o valores, lo que va a fomentar que te sientas mejor contigo mismo”, concluye Molina.
Enfrentarse a los problemas
Otra de las consecuencias que se producen al elegir una vida abstemia pasa por la toma de conciencia de aspectos personales difíciles o desafiantes. “El alcohol intenta tapar situaciones problemáticas; si lo quitamos, se hacen más evidentes”, sugiere Molina.
Para manejar estos obstáculos el primer paso es identificarlos. A partir de ahí, el experto propone trabajar con diferentes técnicas de psicoterapia, como las de resolución de problemas. “De esta forma es posible enfrentarse a ellos y empezar a vivir emociones sin contaminarlas con el uso de una sustancia”, continúa.
El alcohol intenta tapar problemas; si lo quitamos, se hacen más evidentes.
Otra de las áreas que hay que trabajar a nivel cerebral cuando se abandona el consumo de alcohol es el sistema de recompensa, ya que el alcohol lo activa. “Es importante estimularlo con otro tipo de actividades gratificantes que premien a la persona de manera natural, como el deporte u otras formas de ocio”, aconseja el psicólogo.
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