NOTICIAS: 17.04.2021
Madrid – “Twitter hoy no me ayuda a hacer buena política y lo dejo”. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau compartió a través de la misma red social que abandona, sus motivos para alejarse de ella.
¿Qué es lo que le ha pasado exactamente a la edil de Barcelona? En sus palabras hay tres ideas muy interesantes que ilustran muy bien el efecto negativo que puede tener en nosotros un uso inadecuado de las tecnologías en general y de las redes sociales en particular: estrés, dependencia o adicción y desequilibrio emocional. Si leemos con atención las explicaciones de Colau podremos ver que los tres elementos están presentes.
Tecnoestrés: estrés generado por el uso de las tecnologías
La alcaldesa de Barcelona explica que, como consecuencia del uso de Twitter, se ha visto sobrecargada de tareas que le impiden hacer bien su trabajo, porque «la red y el algoritmo acaba ocupando mucho tiempo y energía», dice.
Fíjense bien en la expresión «acaban ocupando», porque eso es exactamente el fenómeno que describen los expertos en tecnoestrés. Aparentemente las tecnologías nos facilitan la vida y nos permiten hacer más cosas en menos tiempo, pero, el peligro es que si no sabemos poner límites, corremos el riego de que nuestra agenda se desborde de tareas pendientes. “Podremos hacer muchas cosas, pero la realidad es que los días seguirán teniendo solo 24 horas”, como explicaba a NIUS el psicólogo Antonio Cano, presidente de SEAS, la sociedad española para el estudio de la ansiedad y el estrés.
Con la tecnología nos parece que todo es fácil, que todo es sencillo porque a golpe de click abres una cuenta bancaria, contratas un viaje o alquilas una casa. Si mal no recuerdan, antes del boom de Internet, esos trabajos los hacían otros por nosotros: los empleados de los bancos, las agencias de viajes o las inmobiliarias. Sin darnos cuenta, de una manera sutil y casi engañosa, nos hemos ido sobrecargando de tareas. Porque al final somos nosotros los que acabamos haciéndolas y empleando muchísimo tiempo y energía en cada una de ellas: que si cambiar la domiciliación de un recibo, hacer la declaración de la renta o darnos de alta en un proveedor de electricidad…la famosa frase “no se preocupe, si se puede hacer todo online” es un tanto perversa. Muchos de estos quehaceres, que aparentemente nos facilitan la vida, en realidad, nos generan muchas más preocupaciones y agobios que calma y bienestar.
Las redes sociales exigen mucho tiempo y dedicación. Gestionarlas es un trabajo más y por tanto puede convertirse en una fuente de estrés
Por la misma razón, aunque inicialmente para un político las redes sociales puedan parece caminos fáciles y sencillos para llegar al ciudadano y tener un feedback rápido de sus opiniones y decisiones políticas, en realidad, son un estresor añadido y uno de los principales ‘ladrones de tiempo’. Sentir que a uno ‘no le da la vida para nada’ es uno de los mayores disparadores de ansiedad.
Por todo ello, las redes sociales exigen mucho tiempo y dedicación. Gestionarlas es un trabajo más y por tanto puede convertirse en una fuente de estrés, como le ha ocurrido a la edil de Barcelona.
Uno de los consejos de Mar Cabra, periodista y experta en bienestar digital es revisar las redes sociales en bloques, en franjas de horario previamente agendadas, es decir dedicar un tiempo concreto al día o a la semana exclusivamente para gestionar las redes sociales. Es el conocido como ‘batch checking’.
“Lo que es importante para no estresarse con el uso de la tecnología y sobre todo con las redes sociales, es conectar con ellas de manera consciente y cuando nosotros queramos, no cuando ellas quieran contactar con nosotros”- explica, “Tener abierto todo el día Twitter o Tik Tok o Instagram o cualquier otra red social, así como el correo electrónico, hace que estemos abiertos a que los demás nos interrumpan todo el rato y por tanto también puedan entrar en nuestro espacio mental. Una solución muy concreta es planificar una revisión por bloques de las redes sociales. Por ejemplo, reviso Twitter a primera hora de la mañana. No lo reviso hasta que me vaya antes de la pausa para irme a comer o no lo reviso hasta el final del día. Esta regularidad la tiene que establecer cada uno según sus necesidades profesionales, pero ayuda muchísimo a la higiene mental».
Otra recomendación es quitarse las aplicaciones de las redes sociales del teléfono móvil y revisarlas solo desde el ordenador, “porque así tienes que hacer el esfuerzo de ir al ordenador y abrirlo. El problema de tenerlo en el móvil es que están muy a la mano y eso hace que lo chequeemos más. Todo lo que sea dificultar el acceso a la aplicación, mejor”.
Mar Cabra también recomienda agendar tiempos de desconexión en los que no tengamos contacto con las pantallas. “En comidas y sobre todo cuando estemos con otras personas, porque es fundamental no estar todo el tiempo con el móvil”.
Todos ellos son los principios más básico para establecer una relación más saludable con las redes sociales y la tecnología en general.
Yonkis de las redes sociales
Aplicar estas sencillas recomendaciones puede contribuir también a no generar dependencia o incluso adicción a las redes sociales, otro de los problemas añadidos. «Se ha generado la tiranía de la presencia permanente, parece que hay que opinar de todo todo el rato, si de repente no haces un tuit de un tema polémico, sale alguien a decir que estás muy callada, que por qué será, que es una vergüenza que no hayas dicho nada sobre esto o aquello», explicaba Colau.
Lo que tienen las redes sociales es que cada vez que las abrimos, existe la posibilidad de encontrarnos algo nuevo: ya puede ser la actualización sobre los likes que lleva acumulados nuestro último tuit o simplemente las opiniones más recientes de las personas que seguimos. Ambos estímulos actúan como reforzadores del sistema de recompensa que hace que nuestro cerebro libere dopamina.
«Es lo que llamamos condicionamiento de intervalo variable que es el que se emplea por ejemplo en un diseño de una máquina tragaperras. Lo que hace este mecanismo es generar un refuerzo intermitente y esa incertidumbre provoca que nos enganchemos”, explica la psicóloga Blanca Mellor.
Como nunca sabemos con seguridad cuándo va a estar presente el reforzador: ya que unas veces puede estarlo desde un segundo después de la última vez que miramos Twitter y otras veces varios minutos u horas después, es más probable que entremos en Twitter con mucha frecuencia, es decir, que nuestra respuesta (mirar la red social) sea más recurrente. Este es el mecanismo que genera la adicción a las redes sociales.
Desequilibrio emocional: sesgo negativo
Otro de los efectos negativos que pueden tener determinadas redes sociales, como Twitter, en las que abundan los comentarios políticos, es el malestar emocional.
Twitter “sobre-representa las polémicas y los discursos de odio te acaban casi convenciendo de que la humanidad es mala, desconfiada, egoísta…Hay que alejarse lo máximo posible del ruido y la confrontación estéril”, puntualizaba la alcaldesa de Barcelona.
Estar permanentemente consumiendo tuits con contenido político en los que sobre todo hay odio, confrontación, amenazas, frustración y rabia hace que esas mismas emociones se transfieran a nuestro estado de ánimo, generándonos angustia y malestar emocional. Twitter puede llegar a ser muy tóxico.
Estar muy expuestos a emociones desagradables hace que nos enfoquemos en lo negativo, en lo que nos molesta y en lo que nos resulta incómodo. Hace que desarrollemos el llamado sesgo negativo, es como si entrenáramos a nuestra mente para detectar, sobre todo, lo malo. El radar que dirige nuestro sistema atencional se calibra para ver lo negativo ignorando las cosas buenas que también están ahí, pero que no vemos.
Lo peor de todo es que no solo nos sentimos mal, sino que acabamos creyendo que el mundo es eso
Este el principio de la economía de la percepción: nuestro cerebro no está capacitado para percibir todos los estímulos que nos rodean. Entonces, tiene que elegir conforme a algún criterio. Si nos pasamos muchas horas del día percibiendo negatividad, el cerebro interpreta que eso es lo importante para nosotros, que ese el el criterio y, por tanto, dará prioridad a todo lo que tenga que ver con la negatividad. Lo peor de todo es que no solo nos sentimos mal, sino que acabamos creyendo que el mundo es eso.
De esa manera explica el padre de la psicología positiva, Martin Seligman el efecto que tiene en nosotros el hecho de estar permanente expuesto a un determinado tipo de emociones como el odio o la rivalidad tan características de Twitter.
“Después de unas semanas fuera de Twitter he constatado que no solo no me he perdido nada: tengo más confianza en la humanidad, veo más lo que nos une que lo que nos separa”, ha compartido con sus seguidores Ada Colau.
Al igual que centrar nuestra atención en los aspectos positivos de nuestra vida nos hace sentir mejor -como ha demostrado científicamente con numerosos estudios la psicología positiva en los últimos 30 años- centrarla en los aspectos negativos, nos hace sentir peor. Que la ciencia lo haya demostrado está bien, pero debería ser suficiente con el sentido común.
Tenemos mucho que aprender
Nuestro nivel de conocimiento sobre cómo nos afectan las tecnologías es todavía muy precario. Si no queremos perder nuestra salud en el camino, debemos adoptar una posición de humildad y no caer en la arrogancia de creer que ya lo sabemos todo y, peor aún, que tenemos el control. Conviene recordar que la mayoría de expertos en ámbitos como la neurociencia, medicina, psicología y sociología insisten en que con respecto a las tecnologías aún estamos en ese periodo inicial en el que estamos aprendiendo a poner reglas.
Y las reglas son también para nosotros en nuestro ámbito personal. Que todo nuestro mundo sea digital, no nos exime de poner límites a la tecnología ni de tomar decisiones -como dejar una red social- aunque vayan contra corriente.
Una buena manera de empezar a gestionar nuestra relación con las tecnologías es tomando conciencia de cómo es esa relación. Tal vez nos esté pasando lo mismo que a la edil de Barcelona y ni siquiera nos hayamos dado cuenta.
Observa tu conducta. Trata de fijarte en si echas mano demasiadas veces del móvil, si vives completamente ‘empantallado’. ¿Te lo dicen con frecuencia tus familiares y/o amigos? Porque la mayoría de las veces nos cuesta reconocerlo y nos auto engañamos con mensajes como “noooooo, si yo sólo uso el móvil cuando lo necesito…”
Observa si además tienes algunos de estos síntomas:
- Cansancio
- Dificultad para dormir
- Bajo rendimiento
- Falta de atención y concentración
- Poca motivación en el trabajo
- Dificultad para recordar cosas
- Dolores de cabeza, musculares o de estómago, infecciones crónicas
Una vez reconocido y aceptado el problema, lo que los expertos recomiendan es empezar un plan de regulación del uso de las tecnologías, como si hiciéramos una dieta de adelgazamiento. No se trata de prohibirlas, sino de poner normas para ir desintoxicándonos: elegir qué alimentos (qué redes sociales, por ejemplo) hay que excluir totalmente de la dieta y cuáles queremos consumir solo de vez en cuando. ¡Bon apetit!
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