NOTICIAS: 04.02.2022
Si no se controlan el consumo de estos fármacos, se estima que habrá más de 1,2 millones de muertes adicionales por sobredosis de opioides en América del Norte para 2029 y que la epidemia se expandirá a nivel mundial
MADRID. Si no se controlan el consumo de estos fármacos, se estima que habrá más de 1,2 millones de muertes adicionales por sobredosis de opioides en América del Norte para 2029 y que la epidemia se expandirá a nivel mundial
La próxima pandemia mundial podría no estar causada por un virus o una bacteria, sino por una familia de medicamentos especialmente consumidos en América del Norte: los opioides.
Según un informe que se publica en The Lancet, en 2029 habrá más de 1,2 millones de muertes adicionales a causa de la sobredosis de opioides en América del Norte. El documento, elaborado por un comité de expertos internacionales, prevé que la epidemia se expandirá a nivel mundial.
El análisis constata que el año 2020 fue el más mortífero hasta la fecha en cuanto a muertes por opioides en América del Norte, con más de 76.000 fallecimientos.
Además, la pandemia de Covid-19 ha exacerbado y eclipsado al mismo tiempo la epidemia de opiáceos al limitar el acceso a los servicios de salud para aquellas personas con trastornos por consumo de opiáceos, abrumar los sistemas de atención médica y crear factores estresantes como el desempleo, la discapacidad y la pérdida de seres queridos que pueden conducir a un mayor consumo de drogas y adicción.
«Durante el último cuarto de siglo, la epidemia de opiáceos se ha cobrado casi 600.000 vidas y ha desencadenado una cascada de catástrofes de salud pública como discapacidad, ruptura familiar, desempleo, etc. en América del Norte. Si no se toman medidas, a finales de esta década prevemos que el número de muertes será el doble de lo que ha sido en los últimos 20 años, con un total de más de 1,2 millones de muertes por sobredosis para 2029», dice el presidente de la Comisión que ha elaborado este documento, Keith Humphreys, de la Universidad de Stanford (EE.UU.).
La epidemia de opiáceos es una crisis de salud pública que se ha desarrollado durante décadas, y podría llevar al menos ese tiempo resolverla. La crisis de comenzó en la década de 1990 cuando los legisladores y los sistemas de atención médica no lograron detener el impulso agresivo de la industria farmacéutica para aumentar la prescripción de opiáceos.
Los autores del documento afirman que para salvar vidas y reducir el sufrimiento de inmediato hace falta diseñar urgentemente una estrategia de salud pública cohesiva a largo plazo que pueda restringir y, en última instancia, superar la poderosa influencia de la industria farmacéutica sobre los sistemas de salud.
Los opioides son una clase importante de analgésicos recetados desde hace años principalmente tras una cirugía, en cuidados paliativos y manejo del dolor en cáncer. Pero en algunos países, como EE.UU. o Canadá, se recetan para muchas otras enfermedades crónicas que van desde dolor lumbar hasta cefaleas o esguinces de tobillo.
La situación en España no es la misma que en EE.UU. pero el hecho de que en los últimos 10 años se haya duplicado el número de personas que consumen estos medicamentos, se ha pasado de 10.000 consumidores en 2010 a más de 20.000 en 2021, según la Agencia Española del Medicamento (Aemps), y de que un informe de la OCDE, publicado recientemente, destacara que la crisis de los opioides es un problema complejo de salud pública que requiere un enfoque integral en todos los sectores, incluidos los servicios sociales, de salud y de la ley, ha hecho que el Ministerio de Sanidad hayan impuesto un control especial para estos fármacos en el nuevo Plan de Opioides.
Sin embargo, sin una supervisión adecuada o métodos alternativos para aliviar el dolor, millones de personas se han vuelto adictas a los opioides recetados y luego a otros opioides sintéticos e ilícitos, como la heroína y el fentanilo, lo que ha provocado cientos de miles de sobredosis fatales.
Los autores de la Comisión atribuyen la epidemia de opiáceos al afán de lucro de la industria farmacéutica, pero también a errores regulatorios desastrosos de la Administración de Drogas y Alimentos de los EE. UU. (FDA), y otras administraciones.
Esta falta de supervisión ha llevado a un aumento significativo en las recetas de opioides desde 1999 y representó un terremoto en la práctica médica del manejo del dolor.
«Nuestro análisis establece claramente cómo la falta de una regulación efectiva y el afán de lucro sin control crearon la epidemia de opiáceos», denuncia Howard Koh, de la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard (EE. UU.). Para garantizar que se implementen salvaguardas para frenar la epidemia de adicción a los opioides y prevenir futuras que involucren otras drogas adictivas, añade, debemos poner fin a la influencia indebida de la industria farmacéutica y de atención médica sobre el gobierno y su impulso no regulado por el uso de opioides. Esto incluye aislar a la comunidad médica de la influencia de las compañías farmacéuticas y cerrar la puerta giratoria constante entre los reguladores y la industria».
Los autores advierten además que la epidemia de opioides se expandirá globalmente sin estas medidas.
El informe advierte que se deben impedir que las farmacéuticas exporten sus prácticas agresivas de promoción de opiáceos al extranjero, tal como hizo la industria tabacalera cuando estuvo sujeta a una regulación más estricta en EE. UU.
Varios países fuera de América del Norte, como Países Bajos, Islandia, Inglaterra, Brasil y Australia, ya han experimentado un fuerte aumento en la prescripción de opioides. Por ejemplo, entre 2009 y 2015, las recetas de opioides en Brasil aumentaron un 465 %.
La Comisión reconoce que los opioides son esenciales desde el punto de vista médico, pero al mismo tiempo peligrosos, lo que exige un enfoque matizado del tratamiento del dolor.
«Los opioides no deben verse como buenos o malos, sino como una clase de medicamentos esenciales para el manejo del dolor. Sin embargo, conllevan riesgos graves, algunos de los cuales pueden ser difíciles de reconocer. Esto ocurre especialmente cuando se recetan dosis altas», dice David Juurlink, de la Universidad de Toronto (Canadá).
Humphreys cree que «poner fin a la epidemia de opiáceos en América del Norte y prevenir su propagación mundial es un objetivo audaz, pero alcanzable. Requiere un cambio dramático en la política y la cultura donde se fomente la innovación, la colaboración y la regulación. Podemos salvar y mejorar vidas reuniendo los recursos y la voluntad política necesarios para eliminar las fuentes de la adicción e implementar con audacia políticas que maximicen los esfuerzos para tratarla».
En un editorial los editores de The Lancet escriben que «… la moraleja de la crisis de los opiáceos no es que pueda ocurrir en América del Norte. Si no se controlan las prácticas engañosas de comercialización y prescripción y la financiación internacional de la morfina genérica subvencionada para los países de bajos ingresos, sigue existiendo la posibilidad de que se produzcan otras crisis de opiáceos».
Además, añade, «el riesgo de propagación global es mayor donde el Covid-19 ha devastado los sistemas de salud, donde las necesidades de dolor en entornos con recursos limitados no se satisfacen y donde las corporaciones buscan nuevos mercados, pero se les permite autorregularse. Para manejar el dolor, también se debe manejar la codicia».
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