NOTICIAS: 01.01.2021
La incidencia de la anorexia en hombres va en aumento, probablemente debido a la mayor presión mediática.
El diagnóstico es más complejo en ellos: no asocian a la anorexia pasar días sin comer o contar calorías.
Todavía existe la percepción de que los trastornos alimentarios son “un problema de mujeres».
La anorexia y la bulimia son trastornos alimenticios que relacionamos de forma casi automática con mujeres y, de hecho, la mayoría de quienes sufren este tipo de trastornos pertenecen a este sexo. Por eso es poco habitual hablar de los casos de anorexia en hombres, cada vez más frecuentes y con sus propias particularidades. El origen, en cualquier caso, es similar: la falta de satisfacción con el aspecto físico propio, problemas de autoestima o la búsqueda de control son factores que comparten ambos casos, así como la excesiva presión mediática en torno al físico como telón de fondo. ¿Cómo es la anorexia masculina? ¿Qué particularidades presenta con respecto a la femenina?
La presión infantil y mediática, factores de riesgo
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los trastornos alimenticios forman parte del listado de problemas de salud mental más frecuentes entre jóvenes de todo el mundo, y el número de chicos afectados por este trastorno va en aumento. Los expertos relacionan este aumento de la incidencia con el incremento de la presión mediática en torno al físico entre los hombres: las redes sociales, la publicidad… cada vez ponen más el foco en el aspecto físico del hombre. De ahí que también crezca la incidencia de otros trastornos como la vigorexia.
En algunos casos, la anorexia masculina puede nacer debido a la presión infantil: son frecuentes los testimonios de hombres que aseguran que el problema comenzó a raíz de los insultos que recibían en el colegio. Llamar “gordo” a un niño de forma reiterada puede minar su autoestima y derivar en comportamientos negativos en cuanto a su alimentación.
Además, situaciones emocionales complicadas y difíciles de manejar (un divorcio, un cambio de colegio, una situación de acoso escolar…) pueden derivar en la búsqueda de un mayor control de sus vidas a través del control de la comida. El ejercicio físico extremo y una alimentación muy reducida se convierten en una forma de tomar las riendas, muchas veces de forma obsesiva.
El punto de inflexión suele llegar cuando aparecen los problemas físicos, algo que se aplica también a las mujeres: debilidad, desmayos, problemas óseos, dificultad para caminar… Es entonces cuando suele entrar en juego la hospitalización y la terapia como vías para recuperar una relación saludable con la alimentación, un proceso que puede ser largo y que no siempre acaba bien.
Y es que no siempre es fácil darse cuenta de que existe un problema y pedir ayuda. El rol de los padres y familiares en este sentido suele ser determinante, así como una detección temprana, pero la última palabra la tiene siempre el paciente.
En el proceso de mejora, neutralizar el ruido mediático es clave: es importante darse cuenta de que la imagen que se vende en la publicidad, en el mundo influencer… no suele corresponderse con la realidad ni debe tomarse como modelo a seguir. También es importante darle al aspecto físico la importancia que realmente debe tener: para muchos jóvenes y adultos, este punto ocupa un lugar demasiado importante en su lista de prioridades, algo que puede cambiar con la ayuda psicológica adecuada.
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