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Este hábito puede producir problemas en los sistemas respiratorio, nervioso y cardiovascular, además de afectar a su desarrollo.
MADRID. La imagen de menores de edad vapeando ya forma parte del día a día de España. Casi la mitad de los jóvenes entre 14 y 18 años ha probado los cigarrillos electrónicos y casi un tercio los ha usado en el último mes, según los datos de 2025 de la Encuesta ESTUDES, del Ministerio de Sanidad.
Daniel Martín (Granada, 18 años) es uno de esos adolescentes. Comenzó a vapear en 2021, cuando solo tenía 14 años y lo ha hecho durante los últimos cuatro años casi de forma compulsiva. Ahora, se ha visto obligado a dejar este hábito.
Las señales de alarma han aparecido estos últimos meses, cuando comenzó a despertarse con disnea [falta de aire] a mitad de la noche. “Me asfixiaba, no era capaz de respirar”, lamenta el joven.
Al final decidió acudir al médico para averiguar lo que le estaba pasando y, tras una serie de pruebas, el neumólogo le dio el diagnóstico: un edema pulmonar incipiente y asma crónica. “Ahora tengo que usar dos inhaladores”, cuenta Martín arrepentido.
Afortunadamente, el edema está en una fase muy temprana y es reversible, eso sí, siempre y cuando no vuelva a usar un vapeador, le dijo claramente su médico.
Vapeo y un mal desarrollo pulmonar
Carlos Jiménez, miembro del área de Tabaquismo de Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), advierte que el vapeo supone un gran riesgo para los adolescentes ya que puede afectar al desarrollo del aparato respiratorio.
Las sustancias tóxicas que contiene el dispositivo pueden dañar las estructuras bronquiales de los pulmones, impidiendo el normal desarrollo de los órganos y favoreciendo la aparición de enfermedades graves en el futuro, como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
Los dos componentes más dañinos que contienen los líquidos de estos dispositivos son el propilenglicol y la glicerina, continúa Jiménez. Cuando se calientan producen otras sustancias llamadas formaldehídos y acroleínas, que pueden producir inflamación y lesiones precancerosas en el aparato respiratorio, explica.
Por otro lado, los aromatizantes y saborizantes que contienen los vapeadores no son inocuos. Tienen un efecto muy irritante e inflamatorio en la vía aérea y pueden multiplicar el riesgo de sufrir asma, advierte Rosa Gómez, neumóloga del Hospital Gregorio Marañón (Madrid). “Incluso, puede llegar a cambiarles la voz”.
El granadino sabe de lo que habla la doctora y no solo por el asma que sufre. Tanto él como sus amigos, que tienen el mismo hábito, sufren sequedad y picor en la garganta a causa de esto, cuenta en conversación con este periódico.
El peligro no se queda en el sistema respiratorio. El vapeo también puede afectar a la salud cardiovascular, provocando arritmias cardíacas y coágulos en la sangre, indica Gómez.
Además, este hábito es perjudicial para el sistema nervioso de los menores. Sus cerebros, todavía en desarrollo, se ven todavía más dañados por la nicotina que el de los adultos. Esta sustancia altera los centros de la atención, la memoria y el aprendizaje y los hace más susceptibles a la ansiedad y la depresión, cuenta Gómez.
Un uso compulsivo
Manuel Niño, responsable del Grupo de Tabaquismo de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) señala otro riesgo de estos productos: por su forma de uso, suelen provocar un consumo más compulsivo.
Los cigarrillos tradicionales tienen principio y fin y cuando la persona acaba uno, guarda el paquete hasta la siguiente. Vapear es diferente, porque el dispositivo invita a tenerlo a mano y darle una calada cada pocos minutos. “Están continuamente inhalando”, agrega el médico de familia.
Martín explica que hace solo unos días que dejó este hábito y él hacía este tipo de consumo. De hecho, vapear era una de las primeras cosas que hacía al despertarse. Su dispositivo era recargable, por lo que era él quien se encargaba de llenar el depósito con el líquido que después inhalaría.
“Lo usaba muchísimo y lo cargaba varias veces al día. Lo tenía siempre en la mano y le daba varias caladas cada 5 minutos“, reconoce.
En cualquier parte
Quienes fuman cigarrillos electrónicos, lo hacen, además, en cualquier sitio. No es raro viajar en el transporte público o pasear por un centro comercial o, incluso, una biblioteca, y que de repente aparezca un olor a fruta o a gominola.
Martín expone que ni siquiera los centros educativos se libran del humo. Muchos estudiantes van al baño para vapear, pero la imagen puede verse hasta por los pasillos de estos edificios. El granadino confiesa que él lo ha hecho, incluso, en clase. “Me lo guardaba en la manga”.
Los expertos coinciden en que todo esto está motivado por una percepción de riesgo muy baja por parte de los menores. Creen que es un hábito inofensivo o muy poco dañino. De hecho, hay quienes están convencidos de que lo que inhalan es vapor de agua y nada más lejos de la realidad, expone Jiménez, de la SEPAR.
Esa consideración está, en parte, basada en el propio diseño de estos dispositivos, señala Niño. Los colores chillones, el tamaño pequeño, que hace algunos parezcan incluso bolígrafos o pintalabios, camuflan un hábito tan perjudicial para los adolescentes como el tabaco, sostiene. Algunos, incluso, tienen forma de personajes de dibujos animados.
Tampoco ayuda el hecho de que puedan adquirir vapeadores casi en cualquier lado, aunque su venta está prohibida a menores de 18 años. El propio Martín reconoce que, a pesar de empezar a consumirlo con 14 años, nunca tuvo problemas para adquirir ni el dispositivo ni los líquidos para recargarlo.
Los tres expertos coinciden en que todavía falta mucha evidencia científica sobre el efecto que tiene el vapeo en la salud, pero los primeros datos no son muy alentadores. “Necesitaremos décadas para ver el efecto real”, cuenta Gómez.
Al igual que con el tabaquismo, las enfermedades suelen ser lentas y silenciosas, por lo que tardan bastantes años en mostrar síntomas. Además, no se vapea desde hace tanto tiempo como para poder identificar ya una relación causa, efecto, aunque los tres están seguros de que se demostrará.
Por otro lado, la investigación es complicada porque no todos los dispositivos contienen las mismas sustancias ni las mismas cantidades de estas. Además, las innovaciones continuas, con sabores y vapeadores nuevos, lo empeoran. “Es muy difícil estudiarlo”, lamenta la neumóloga del Gregorio Marañón.
Ella, Jiménez y Niño piden un control mucho más férreo de este tipo de dispositivos para evitar que llegue a los menores y para rebajar su consumo. Esas medidas pasan por controlar la publicidad de influencers y en redes sociales, por establecer un empaquetado neutro para ellos.
También piden que se prohíba el consumo en lugares públicos y locales cerrados, igual que ocurre con el tabaco. “Hay que regularlo de la misma manera”, sentencia Jiménez.















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