NOTICIAS: 01.02.2021
Tener recuentos bajos de CD4, carga viral detectable y padecer determinadas comorbilidades aumentarían el riesgo de evolución grave de la COVID-19, motivo por el que la personas con el VIH con dichos factores de riesgo deberían ser priorizadas en la vacunación
Madrid – Una declaración conjunta de la Sociedad Clínica Europea del Sida (EACS, por sus siglas en inglés) y las principales sociedades científicas europeas del ámbito clínico del VIH de Reino Unido, Alemania, Polonia, Portugal y España –en este último caso, concretamente, el Grupo de Estudio del Sida (GeSIDA) de la Sociedad Española de Inmunología y Microbiología Clínica (SEIMC)– señala que las personas con el VIH con infección no controlada, con bajos niveles de CD4 o con determinadas comorbilidades se encontrarían en mayor riesgo de fallecer por causa de la COVID-19 (acrónimo en inglés de enfermedad por coronavirus 2019).
En ese sentido, apunta a que, por tanto, las personas con el VIH deberían ser consideradas prioritarias en las campañas de vacunación frente al SARS-CoV-2 (virus causante de la COVID-19) y dirigirse la investigación a determinar con precisión qué subgrupos de personas con el VIH se deberían considerar especialmente prioritarios por un mayor riesgo de evolución grave de la COVID-19.
La declaración resume las evidencias que se han ido acumulando respecto a la COVID-19 en el contexto de la infección por el VIH, con especial atención a un estudio internacional recientemente publicado que contó con la colaboración del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid.
En su desarrollo, el texto de la declaración comienza con una cronología de los estudios realizados sobre COVID-19 en personas con el VIH. Los primeros, básicamente series de casos o pequeñas cohortes, no mostraron evidencias claras sobre las tasas de infección por SARS-CoV-2 o la evolución de la COVID-19 en el contexto de la infección por el VIH. Se trataba básicamente de estudios con poca capacidad de detección y con importantes limitaciones.
A medida que se ha ido disponiendo de estudios de mayor calidad, los firmantes de la presente declaración señalan que la mayor parte de ellos sí han apuntado a un mayor riesgo de peores resultados clínicos de la COVID-19 en personas con el VIH. En ese sentido, dos estudios británicos con amplias cohortes de participantes observaron una mayor mortalidad por COVID-19 en personas con el VIH, pero no pudieron realizar un ajuste fino de los factores de riesgo por no disponer de datos especialmente relevantes (como por ejemplo los niveles de CD4). En todo caso, sí que detectaron el impacto negativo de determinadas comorbilidades tales como la diabetes y la obesidad.
Estudios posteriores siguieron observando la relación entre VIH y mayor gravedad de la COVID-19, especialmente en el contexto de comorbilidades e inmunosupresión –como el estudio internacional con la participación del Hospital Universitario Ramón y Cajal antes descrito–. En la declaración también se manifiesta preocupación por datos de un estudio sudafricano que también observó una relación entre el VIH y una mayor mortalidad por COVID-19, lo que podría estar apuntando a que las consecuencias de la pandemia podrían acabar siendo devastadoras en las áreas del África subsahariana donde la prevalencia de la infección por el VIH es la más alta del mundo.
Tanto en el estudio internacional como en el sudafricano se halló que tener recuentos de CD4 inferiores a 350 células/mm3 se asociaría a un mayor riesgo de padecer COVID-19 grave.
Los autores de la declaración concluyen que los estudios publicados apuntan a que las personas con el VIH y mal control de la infección y/o con bajos niveles de CD4 y/o presencia de comorbilidades podrían hallarse en un mayor riesgo de fallecer por COVID-19 si adquieren la infección por SARS-CoV-2. Apuntan a que serán necesarias más evidencias para acabar de definir la importancia de cada uno de dichos factores de riesgo para poder cuantificar el riesgo en cada caso individual y así poder definir criterios de priorización respecto al acceso a la vacunación frente al SARS-CoV-2.
En todo caso, los autores apuntan a que las personas con el VIH y bajos niveles de CD4, viremia detectable o con comorbilidades deberían ser consideradas como candidatas a un acceso prioritario a la vacunación. También consideran que cualquier persona con el VIH y alguno de los factores de riesgo de COVID-19 grave ya conocidos en la población general (edad, comorbilidades, vulnerabilidad social y epidemiológica, etc.) debería ser considerada de acceso prioritario a la vacuna.
Por último, destacan que no se ha establecido un consenso europeo sobre la priorización de las personas con el VIH a la vacuna frente a la COVID-19, observándose importantes diferencias entre los países. En ese sentido, la aportación de más datos provenientes de estudios de alta calidad puede ser de ayuda para ajustar adecuadamente las necesidades de priorización.
Dado que las campañas de vacunación europeas ya están en marcha y que realizar un ajuste fino adecuado de la priorización de las personas con el VIH sea posiblemente un objetivo poco realista, aproximaciones como las de Alemania (que vacunará a las personas con el VIH junto a los mayores de 60 años, entre otros subgrupos) o el Reino Unido (que las vacunará junto a los mayores de 65 años, entre otros subgrupos) parecen adecuadas teniendo en cuenta la información clínica publicada hasta la fecha.
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