NOTICIAS: 16.01.2023
Pablo Ayerbe Caselles
SANTANDER. Tras un año en uno de los programas de Proyecto Hombre para luchar contra las adicciones, Ramón ha dejado atrás su consumo diario de cocaína, que le hizo «perderlo todo» y encara por «metas» su recuperación, con el convencimiento de que «no volverá al sitio» en el que ha estado.
«Por cada calle que paso sé donde hay», confiesa este usuario de 37 años de Proyecto Hombre Cantabria, que atiende a EFE junto a Nuria Castanedo, una de las profesionales del programa de tratamientos que le ha acompañado durante todo el proceso.
Ramón -nombre ficticio de este adicto, que no quiere dar a conocer su identidad- llegó a esta institución, que cumple 30 años de historia en Cantabria, después de fracasar otras fórmulas para atajar su adicción a la cocaína, que consumía diariamente desde hacía varios años.
«Vas perdiendo familia, vas perdiendo amigos, te vas quedando solo», apunta este hombre, quien llegó «a la ruina económica» por culpa de su adicción.
En Proyecto Hombre, el equipo terapéutico tiene diferentes tipos de tratamiento dependiendo de las necesidades del usuario, desde programas de sensibilización o prevención hasta otros con mayor intensidad.
Estos programas, apunta Castanedo, no buscan que los usuarios «solo dejen de consumir» sino que creen «hábitos saludables», recuperen valores perdidos y organicen su vida, teniendo en cuenta las posibles «recaídas», aunque, subraya, siempre desde la «conciencia del problema» del usuario y su entorno.
En el caso de Ramón, que acudió «desmotivado» a Proyecto Hombre hace un año, se le aplicó un programa de comunidad terapéutica, que incluye tres meses de residencia para comenzar una «abstinencia», pero pasando los fines de semana en su casa.
Por ello, la terapeuta señala que en la entidad se trabaja con un modelo biopsicosocial, en el que las personas del entorno, familiares y amigos, juegan un papel clave en la recuperación del adicto, ya que deben asegurarse de que cumpla con el programa.
Para este usuario, fueron sus amigos, incluido uno que también era adicto y su familia, quienes le mostraron su apoyo y le ayudaron durante ese proceso.
Al entrar a Proyecto Hombre, Ramón explica que estaba «anímicamente bastante bajo», «muy delgado» y con la autoestima «muy baja». «No era yo», resume.
En los meses siguientes, el usuario trabajó en la honestidad con su entorno, en identificar sus sentimientos negativos para evitar el consumo o en diferentes talleres, incluyendo los grupos de autoayuda entre otros usuarios.
«Nos apoyamos entre todos. A algunos no les apoya la familia o los amigos», subraya.
ADAPTARSE A LA VIDA TRAS LAS DROGAS
Tras un año en el programa, ha logrado volver a la vida laboral y ha «recuperado» amistades, familiares con «los que no hablaba» y ha desarrollado formas saludables de pasar su tiempo.
Sin embargo, reconoce que aunque él está «concienciado» y «siempre alerta al problema», el proceso de adaptación a la vida diaria es complicado y no está «curado». «Hay consumidores por todas partes», apostilla Castanedo.
Una realidad que apunta la terapeuta es que los adictos tienen que «normalizar» para «poner los límites», lo que incluye las amistades, porque Ramón reconoce que han cambiado respecto a un año, pero siguen, en algunos casos, consumiendo.
«Es una lucha constante en la calle», señala este adicto, quien apunta que pasear por la calle le evoca a cuando «el objetivo» era comprar droga, porque donde vive «hay mucho». «Por cada calle que paso sé donde hay», enfatiza.
Y su meta, ahora, es llegar a los dos años sin consumir. «He conseguido lo más difícil, volver a consumir sería una gran decepción para mí. No voy a volver al sitio en el que he estado», apostilla.
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