NOTICIAS: 21.08.2021
Soy consciente de lo delicados de los temas, que voy hablar en estas líneas. Pero como ciudadano, abuelo y educador me siento obligado a tratar de ellas.
Me referiré en primer lugar al problema de las apuestas y posteriormente la pornografía online en los adolescentes, porque esta etapa de la vida es clave en la formación dela personalidad de cualquier persona. Lo que no quita que no sean también problemas en los jóvenes y en los adultos. Tengo la impresión de que la sociedad en su conjunto no es consciente de su problemática, y si es consciente, no quiere hablar de ella por su especial escabrosidad. Pero, lo que es claro, que un problema no se soluciona negando su existencia. Su negación lo agrava, porque no se busca una solución.
Desde edades tempranas, los niños y adolescentes tienen total disposición a la tecnología: adquieren pronto su primer smartphone, tablet u ordenador, tanto para fines educativos como de entretenimiento. Pese a que existen controles como el control parental para restringir su acceso a determinadas webs o el tiempo que navegan, es imposible rastrear o conocer al 100% cuáles son sus usos y hábitos reales de sus hijos.
Uno de los grandes problemas que conllevan esta relación con la tecnología son las adicciones. Según datos ofrecidos, correspondientes a 2019, por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), “un 20% de los menores de edad juega en línea y una parte importante lo hace casi cada vez que se conecta”. Por otro lado, afirman que “los adolescentes que usan Internet para jugar tienen hasta cuatro veces más probabilidades de desarrollar problemas con el juego”. Irene Montiel, professora dels Estudis de Criminologia de la UOC i experta en ciberpsicologia i cibervictimizació, asegura que una prematura edad de inicio es un importante factor de riesgo para desarrollar una adicción al juego: “Hoy hay más menores enganchados al juego de azar en línea que nunca y si no hacemos nada para evitarlo, irá a más”, sentencia Montiel, autora del libro ‘El juego de azar on line en los nativos digitales‘.
El tema de las apuestas por parte de los adolescentes también se lleva a cabo en los salones de apuestas deportivas. Yo he podido comprobarlo. En uno de ellos ubicado en una calle céntrica de Zaragoza, la calle Bretón, durante el curso escolar sobre las 11 de la mañana podemos observar cómo muchos adolescentes de un instituto cercano se agolpan a su entrada para hacer apuestas. El o los de mayor edad son los que las realizan, mientras los demás permanecen fuera. Tengo noticias directas que en los Servicios Sociales de Zaragoza ya han tenido que atender esta adicción de adolescentes, que, incluso en algunos casos, han vaciado las cuentas bancarias de los padres. El problema es claro. Pero, lo lamentable y vergonzoso es que en grandes cadenas de televisión vemos a deportistas de postín realizando anuncios de apuestas deportivas, emitidos en el momento previo a la retrasmisión de los partidos Madrd-Barça o de la selección española Y la administración mira para otro lado. Poderoso caballero es don dinero.
Difícilmente podríamos encontrar mejor prueba de la advertencia que hacía Baudrillard: la de “una realidad difunta de sexo” acribillada precisamente por el espectro digital del deseo
Pasemos ahora a otro tema no menos grave: el consumo de la pornografía online por parte de los adolescentes. En la página web de RTVE de 10 del 6 de 2019 apareció la siguiente noticia. “El primer acceso a contenidos pornográficos de los jóvenes españoles en Internet se anticipa ya a la etapa infantil, con edades tan tempranas como los ocho años-No hay que olvidar el llamado motor de la Triple A, asociado al sexo en Internet: “accesibilidad, anonimato y asequibilidad”. Últimamente se añade otra A más “aceptabilidad”-. Así lo demuestra la investigación titulada Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales, de abril de 2019, accesible en la Red y presentada por la Universitat de les Illes Balears y la Red Jóvenes e Inclusión en Madrid. Este estudio, coordinado por el pedagogo Lluís Ballester y la catedrática Carmen Orte del Grupo GIFES de la UIB recoge entrevistas a casi 2.500 jóvenes de entre 16 y 29 años, en su mayoría heterosexuales (76,7 %) de siete comunidades y trata de contrastar por primera vez las hipótesis sobre juventud y pornografía publicadas en los últimos diez años. Los resultados del estudio constatan que la edad media de inicio en el consumo de pornografía son los 14 años entre los adolescentes hombres, los 16 en el caso de las mujeres y los 15 para otras identidades. Sin embargo, al menos uno de cada cuatro varones se ha iniciado antes de los 13 y la edad más temprana se anticipa ya a los 8 años. Carmen Orte en declaraciones recogidas por Efe en la presentación, explicó que se debe «simplemente» a que «los menores tienen un móvil, en el que, aunque no busquen la pornografía, se la encuentran». El estudio pone el foco en la “nueva pornografía” caracterizada por una fácil accesibilidad a través de Internet, un precio asequible (gratuita en su mayoría), la ausencia de límites en cuanto a las prácticas sexuales, en ocasiones incluso ilegales, y por su naturaleza anónima. Según informa Efe, el pedagogo Lluís Ballester explicó durante la presentación que, en ocasiones, los vídeos de este tipo de pornografía albergan prácticas como «sexo sin preservativo o presencia de violencia abierta con estrangulamientos o fuertes golpes«. Ballester consideró que esto normaliza dichas prácticas en los jóvenes y les incita a pedírselas a su pareja o a acudir a la prostitución para realizarlas. El consumo de este tipo de pornografía, no ha dejado de aumentar en los últimos años”.
Quiero mostrar algunas reflexiones sobre los posibles efectos nocivos de tal consumo de la pornografía en los adolescentes, extraídas del libro espléndido de Luis Arenas, profesor de la Universidad de Valencia, Capitalismo cansado. Tensiones (Eco) políticas del desorden global. Es inquietante ese uso del erotismo en red cara a la futura socialización sexual a la que se han de enfrentar las generaciones más jóvenes, esos Pulgarcitos o Pulgarcitas que ha dibujado Michel Serres en su elogio de las generaciones digitales. Su aprendizaje sexual corre el riego de producirse a través de una descarnada y salvaje inserción sin mediaciones, que les enfrente a un espectáculo difícil de gestionar mediante unas estructuras afectivas todavía en formación; que no les permita distanciarse de lo que en un adulto cabe al menos suponer: la capacidad de diferenciar la ficción de la realidad; el mundo de la imaginación perversa del terreno de lo real.
Tenemos que preguntarnos, de qué manera el acceso generalizado a la pornografía va a configurar las expectativas y las actitudes con respecto al sexo en nuestras sociedades futuras, especialmente entre los más jóvenes, los adolescentes. Un estudio de la Universidad de Middlesex señalaba el alto porcentaje de jóvenes varones que creen tener derecho a sexo en cualquier momento, en cualquier lugar, de cualquier modo y con cualquiera que lo deseen: es decir, creen tener derecho al sexo bajo el formato exacto en que se lo ofrece la pornografía digital. Los médicos y psicólogos nos avisan que ya llegan a sus consultas casos de graves trastornos de control sexual por causa de la pornografía en Internet en niños de apenas doce años. En Japón, que es el segundo país consumidor de pornografía en el mundo tras los Estados Unidos, más de un tercio de los varones entre dieciséis y diecinueve años según las cifras del propio gobierno no están interesados en el sexo o manifiestan claramente su aversión hacia él. Es la que se conoce como la generación de los “hombres herbívoros” (soushokukei-danshi), así llamados porque apenas están interesados “en la carne”. Difícilmente podríamos encontrar mejor prueba de la advertencia que hacía Baudrillard: la de “una realidad difunta de sexo” acribillada precisamente por el espectro digital del deseo.
Pero los adolescentes no solo se limitan a consumir pornografía. De hecho, con los dispositivos portátiles, no solo por supuesto los adolescentes, no pocos acaban por convertirse en improvisados productores de imágenes sexuales. Fenómenos como el sexting, el intercambio privado de textos, imágenes y videos de contenido sexual por medio de los teléfonos móviles, proliferan cada vez más. Ya se conocen auténticas fechorías sexuales grabadas para ser divulgadas con auténtico fervor entre los amigos.
Yo me he limitado a reflejar dos problemas con la suficiente gravedad, que afectan a nuestros adolescentes o jóvenes. También son importantes el del consumo del alcohol complementado con determinadas drogas, que contemplamos todos los fines de semana en los botellones y en los últimos viajes de estudios. Sobre este tema ya publiqué en este medio el artículo La cultura del botellón en España. Cabe esperar, sería lo deseable que los padres, los educadores, los políticos, los medios y la sociedad en su conjunto fueran conscientes de los problemas mencionados y que obrasen en consecuencia. Nos jugamos mucho para el futuro de nuestra sociedad.
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