NOTICIAS: 21.02.2023
El coordinador del congreso internacional sobre el cannabis alerta sobre las falsas creencias que circulan sobre esta droga
OURENSE / GALICIA. El cannabis es hoy por hoy la sustancia ilegal más consumida en los países de la Unión Europea, incluida España, y va a más. Los datos recopilados por el Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones (OEDA) reflejan que solo en el pasado año 155.800 adolescentes de entre 14 y 18 años comenzaron a consumirla y la mayoría (83.200) eran mujeres. Precisamente la incidencia de esta droga sobre los adolescentes y la perspectiva de género son dos de los ejes sobre los que pivotará la cuarta edición del congreso internacional sobre prevención, tratamiento y control del consumo de cannabis. El evento, que se celebrará este año en Ourense, está coordinado por el profesor de la Universidade de Vigo, Manuel Isorna, psicólogo especializado en intervención en conductas adictivas.
—¿Por qué surgió la necesidad de celebrar un congreso dedicado en concreto al cannabis?
—Porque es un tema que nos desborda y porque tiene una entidad suficiente, por el número de consumidores y la problemática que genera, que obliga a una constante actualización y formación de los profesionales. Porque este es un problema que va cambiando continuamente, tanto en la percepción social, fundamentalmente por las redes sociales, como con respecto a las edades de inicio, que cada vez son más jóvenes; o incluso la propia planta que está variando el porcentaje de tetrahidrocannabinol, el THC que es la principal sustancia psicoactiva.
—¿Por qué ha cambiado la planta?
—La marihuana de hoy nada tiene que ver con la de los sesenta. La industria se ha encargado de modificarla y hacerla cuatro veces más potente y adictiva, lo cual les garantiza un mercado en crecimiento. Durante miles de años el porcentaje de tetrahidrocannabinol de la planta se mantuvo entre el 3 % y el 5 %, pero a partir de 1996 se empezó a modificar genéticamente, principalmente por ingenieros genetistas holandeses, pero también por muchos otros que vieron que esto era un gran negocio.
—¿Cómo se hizo?
—El cannabis es una especie dioica, que tiene machos y hembras, lo que implica que el 50 % de la plantación no servía para nada porque los machos no producen cogollos. Empezaron a introducir el cultivo sin semilla, modificando la planta para que todas fueran hembras, con lo que se consiguió en aquel momento que en la zona de Marruecos principalmente se tuviera el 100 % aprovechable para abastecer del producto. A partir de ahí y utilizando técnicas genéticas basadas en las leyes de Mendel fueron consiguiendo también que la planta produjese cada vez más cantidad de droga. ¿Por qué? Porque coloca más, que es lo que busca y demanda el consumidor y, a la vez, genera más tolerancia y más dependencia que es lo que busca la industria. Más adicción implica mayores ventas y aumenta el número de consumidores, lo que impulsa un mercado en expansión que hoy está tan extendido casi como el del tabaco.
—Por tanto, la marihuana de hoy poco tiene que ver con la de la generación hippy.
—Cuando tu ves a un joven en la calle fumándose un porro, realmente se está fumando cuatro de hace veinte años porque se ha pasado de un 5 a un 25 % de tetrahidrocannabinol. No hay cerebro adolescente que soporte esa cantidad de droga. Y además el problema que tenemos hoy en día es grave porque el chaval que consume cannabis también está consumiendo alcohol. No hay cerebro adolescente que soporte esas cantidades de THC y etanol sin que se dañe la estructura funcional y produzca un deterioro cognitivo. Hay datos demoledores, de estudios científicos amplios, con decenas de miles de personas. Por cierto que esos valores del movimiento hippy, como el pacifismo, la libertad, el progresismo…, la industria consiguió asociarlo a la imagen del consumo del cannabis. Y ahora se añade también la idea del valor terapéutico. Tenemos que romper con esas fake news de que el consumo de cannabis es inocuo e incluso beneficioso. Es todo lo contrario.
—¿Ayuda a esa idea el crecimiento de productos con cannabidiol que hay en el mercado?
—Es otra perversión de la industria. Como no pueden vender THC, que es la droga, extraen un cannabinoide de la planta que es el CBD, que no tiene sustancias psicoactivas. Pero lo venden para todo. La misma sustancia es buena para la piel, para la migraña, para los dolores menstruales, para la artrosis y hasta para la calvicie.
—Pero esa otra sustancia no genera dependencia
—No. Pero es como los crecepelos antiguos. Es un insulto a la inteligencia pensar que cualquier producto sirve para todo y puedes acceder a él libremente y aplicarlo para todo y tantas veces como quieras. La realidad es que hay una campaña publicitaria enorme para intentar meter en la población la idea de que el cannabidiol es positivo para todo y creo que la gente tiene derecho a recibir información veraz. Porque, además, son los más necesitados y vulnerables, las personas que están mal, quienes recurren a esos remedios y acaban cayendo en las trampas de una industria despiadada que lo único que busca es abrir mercado y mantenerse. Ya tenemos la experiencia de lo que pasó en Estados Unidos, en Canadá y en otros países. La estrategia siempre es la misma: inocular en la población la idea de que el cannabis tiene propiedades terapéuticas y, una vez que bajas el umbral de la percepción de riesgo y la gente empieza a pensar que no debe de ser tan malo, aumentas el número de consumidores e intentas que se legalice proponiendo que se vote.
—¿Cuál es la clave del éxito de los porros frente a otras drogas de menor consumo?
—Que es fácil y rápido de conseguir y que es barato. Si preguntas a un grupo de jóvenes cuánto tiempo tardan en conseguir hachís, prácticamente todos te dirán en menos de 24 horas y además un gramo está en cinco euros. A ello se suma la percepción del riesgo. La mayoría cree que es una droga inocua y que tiene propiedades terapéuticas. Es el caldo de cultivo perfecto para que se dispare el número de consumidores: tienes un producto asequible y accesible con una percepción de riesgo muy bajo. Pasó en su momento con el alcohol. Ahora mismo la droga ilegal más consumida, con diferencia, es el cannabis.
—¿Cómo actúa?
—Una de los datos más importantes y que siempre intentan ocultar es algo que a los profesionales siempre nos preocupó: la relación que hay entre el consumo y la esquizofrenia, los brotes psicóticos. Hay estudios realizados con sujetos de todos los continentes, que concluyen que ya el 8 % de las esquizofrenias que se diagnostican en el mundo tiene como base el consumo de cannabis. El tetrahidrocannabinol a edades tempranas tiene la particularidad de alterar el funcionamiento y estructuras del cerebro que tienen mucho que ver con la psicosis, que es una deformación en la percepción de la realidad. Y el problema es crónico. No hay marcha atrás en ese daño que se ha demostrado científicamente una y otra vez. Cuando estás bajo los efectos de esta droga no estás en condiciones de hacer nada que requiera atención y concentración, desde cuidar a tu hijo a manejar vehículos o maquinaria. Te incapacita prácticamente para hacer bien cualquier trabajo. La gente se cree que fumarse porros es como fumar un cigarrillo y no tiene nada que ver, máxime con esta concentración de droga del 25 % que altera por completo las capacidades de concentración, aprendizaje y psicomotriz de las personas. No tiene nada de inocuo, más bien todo lo contrario.
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