06/10/2020: NOTICIAS.
El descubrimiento del patógeno permitió diseñar, décadas después, las medicinas que erradican la enfermedad que se han extendido a todos los afectados tras sus movilizaciones para conseguir el acceso universal a los tratamientos
Premio Nobel de Medicina para los descubridores del virus de la hepatitis C
Más de 135.000 personas se han curado en España desde 2015 de la hepatitis C crónica que venían padeciendo durante décadas gracias a saber qué virus concreto estaba destruyendo sus hígados. El descubrimiento de ese preciso patógeno, logro que este lunes ha merecido el Premio Nobel de Medicina, hizo que, tras muchos años de avances, surgieran en 2014 los medicamentos que acaban con ese virus en particular. La hepatitis C pasó de mortal a curable. Entre 2015 y 2017 se redujeron los pacientes españoles a la mitad.
La hepatitis C «sigue siendo un problema de salud pública en España», según explica el Ministerio de Sanidad en su Plan de Cribado de la Infección por el VHC publicado en julio de 2020. Hay, al menos, unas 397.800 personas que han estado expuestos al virus de las que más de 100.000 padecen la infección activa, según el estudio de seroprevalencia llevado a cabo en 2017.
El primer hito para abordar esta dolencia se produjo a mediados de la década de los 70 cuando uno de los distinguidos este lunes, Harvey J. Alter, estableció que había una hepatitis que se transmitía por la sangre a la que llamó «No A-No B». Era algo diferente que había que estudiar. En 1988, Michael Houghton aisló el virus de la hepatitis C, que sería probado como causa de la enfermedad. Los medicamentos definitivos comenzaron a aparecer en 2014.
Mientras, cientos de miles de personas en España, millones en el mundo, se infectaron con este virus al recibir inyecciones con materiales no higienizados, necesitar transfusiones de sangre antes de que se extremaran los controles sanitarios previos en 1992, al compartir jeringas o al mantener relaciones sexuales. El 70% de los que se enfrentan al VHC desarrollan la enfermedad crónica que deriva, entre un 15 y 30% de las veces, en una cirrosis en un plazo de 20 años, según informa la Organización Mundial de la Salud.
«Ha sido una especie de justicia poética que hayan premiado este descubrimiento», cuenta Adolfo García Ortega, presidente de la Plataforma de Afectados por la Hepatitis de C de Madrid. García Ortega ha superado la enfermedad, precisamente, gracias a los antivirales disponibles desde hace cinco años diseñados específicamente contra este patógeno. Antes de que surgieran medicinas como Sovaldi, Viekirak o Vosevi, los tratamientos eran muy agresivos y no siempre efectivos: «Yo tuve que abandonar el Interferón tras cuatro intentos porque iba a morirme antes de la medicina que de la enfermedad», recuerda ahora.
Aparece la cura, pero a precio prohibitivo
A finales de 2013 saltó la noticia bomba. Iba a aparecer un antiviral específico para la hepatitis C que erradicaba la enfermedad que padecen unos 70 millones de personas, según los cálculos de la OMS. La farmacéutica estadounidense Gilead ponía en el mercado un molécula llamado sofosbuvir (cuya patente obtuvo al comprar la empresa Pharmasset) bajo en nombre de Sovaldi, que curaba en cuestión de semanas y para siempre esta dolencia. El único problema era el precio que le puso a su producto: unos 100.000 euros por persona.
Saber cuál era el virus permitió buscar un remedio directo. Sin embargo, ese precio lo hacía inaccesible para un buen porcentaje de la población. Sovaldi era tan efectivo que curaba a personas que, de otra manera, tenían un diagnóstico nefasto. Pero su precio suponía un problema para, por ejemplo, que el Sistema Nacional de Salud de España pudiera financiar un tratamiento para cada infectado. El precio asignado a España era de unos 60.000 euros por persona, «inasumible» para la sanidad pública, aseguró el Ministerio de Sanidad en junio de 2014. «Eso provocó el levantamiento de los afectados y la salida a la calle para defender nuestro derecho a ser curados», rememora Adolfo García Ortega.
Las movilizaciones acabaron por conseguir, al menos parcialmente, que se trazara un Plan Estratégico para toda España. «Los tratamientos han terminado por extenderse a casi todos los afectados, se han sobrepasado incluso los primeros límites del plan», asegura ahora García Ortega, que considera que España está entre los primeros países del mundo a la hora de dar acceso a estos medicamentos. Los últimos (que abarcan todas la variedades genéticas del VHC) fueron autorizados en 2017.
Finalmente, se ha calculado que cada paciente tratado ha conllevado una inversión de 18.873 euros cada uno. «El coste del tratamiento se compensa en gran parte con el ahorro en gasto sanitario a largo plazo. El impacto presupuestario prevé un ahorro neto a partir del tercer año», según las conclusiones de un grupo de investigación de instituciones vascas y navarras.
«Ahora hace falta llevar adelante la búsqueda de los infectados que no saben que lo están», explica el presidente de la PLAFHC-Madrid. Se trata de acudir a los colectivos de riesgo para diagnosticarlos y poder aplicarles los tratamientos específicos. Para eso se redactó el Plan de Cribado que deben poner en marcha las comunidades autónomas. «La pandemia de la COVID-19 lo ha dejado, de momento, paralizado», avisa García Ortega. Mientas haya contagiados que no sepan su condición, se mantienen activas las cadenas de contagio.
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