Para evitar recaídas, miembros de Alcohólicos Anónimos 24 horas han apostado por convivir durante la pandemia.
Redacción / La Voz
En el número 49 de la calle Cuntis, en Ferrol, el tiempo se mide en veinticuatro horas. Es lo que dura la batalla por mantenerse sobrio. Pero cuando el reloj da las 00.00 horas ya no cuentan los logros del día anterior. Toca volver a luchar por mantenerse alejado de la bebida. Una contienda que se ha vuelto aún más dura con la crisis sanitaria del coronavirus y el confinamiento «Creo que llevo ya veinte días aquí, no recuerdo muy bien en qué estado llegué, estaba reventada, desesperada», reconoce Sesi, última en sumarse al grupo ferrolano de la entidad Alcohólicos Anómicos 24 horas. Trabaja de forma eventual y el coronavirus le pilló en un período en casa. «Mis días eran todos iguales. Estaba desesperada por beber desde las cinco de la mañana», comenta. ¿Qué ha llegado a hacer para conseguir alcohol? «Pedir, mentir, robar… Sé que yo no soy así, pero la gente te juzga y te acostumbras a que te llamen borracha», lamenta.
«Mis días eran todos iguales. Estaba desesperada por beber desde las cinco de la mañana»
Aunque su relación con el alcohol se agravó con el confinamiento a raíz de estar todo el día en casa, explica que lleva bebiendo «muchos, muchos años». Y quizás estos meses sin salir fueron la gota que colmó el vaso para decidirse a pedir ayuda. «Ahora estoy por mí, pero llegué al grupo gracias a mi hija. Me abrieron la puerta y no solo me han dado su cariño, aquí me entienden. Llevo veinte días y no tengo necesidad de beber», comenta esperanzada.
Sesi optó por mudarse temporalmente a la sede de la entidad, donde también han estado conviviendo estas semanas otros miembros. Y es que la vida en comunidad, señalan, les ha ayudado a evitar volver a caer en el alcohol. «Yo ya llevo una temporada sin beber, pero vino el coronavirus y se me empezó a hacer una bola. Voy a ser alcohólica toda la vida, pero el caso es que no vuelva a coger otra primera cerveza. Sentía tanta ansiedad que decidí dejar a mis hijos con su padre y venirme, porque si su madre vuelve a beber no van a tener vida. Su madre tiene que mantenerse bien para poder cuidarles», explica Margarita. Alerta de que el alcohólico tiene tres posibles finales: el manicomio, la cárcel o la muerte, pero ellos ofrecen una cuarta alternativa. «A mí me quedaba un telediario. Di 0,74 llevando a mi hijo en el coche, pude haberlo matado. Y, cuando entré en el grupo, quise suicidarme y me tomé todas las pastillas y el alcohol que encontré por casa», recuerda.
«Sentía tanta ansiedad que decidí dejar a mis hijos con su padre y venirme, porque si su madre vuelve a beber no van a tener vida»
Javier llegó al grupo «desesperado». «Na miña familia o alcoholismo fixo moita mella dende que eu son un neno. Antes de chegar xa comezaba a beber dende primeira hora da mañá, estaba desesperado coa economía destrozada. Os compañeiros ensináronme a darlle a volta aos meus pensamentos porque a soidade consumiume», recuerda. Llegó al grupo de Alcohólicos Anónimos antes de la pandemia y ha sido su vía de escape para afrontar estos meses. «A vida de fóra non existe para min. Aquí me sinto ben», agradece.
«Llámanos, prueba»
Han diseñado un horario de turnos para que siempre haya alguien de guardia al teléfono en estos momentos de repunte. «Si quieres beber solo una cantidad de copas y es imposible, llámanos, prueba», anima María. A lo que Javi añade: «E dá igual como estés, sobrio ou bébedo. O momento é xa, agora». «Y a cualquier hora, aunque sea de madrugada», incide María. Para ella el confinamiento decretado por el estado de alarma no ha sido algo nuevo. «Yo ya viví el mío propio los últimos meses antes de entrar aquí. Solo salía de casa para trabajar y comprar alcohol, el resto del tiempo estaba encerrada, con las persianas bajadas, bebiendo. Veía fantasmas en los espejos, pensaba que me perseguían…», relata. María tiene trabajo, familia y pareja, así que, para no dar un paso atrás en su batalla contra la enfermedad, decidió pasar las semanas más estrictas del confinamiento con sus compañeros. «Fue la mejor decisión de mi vida», reconoce.
También ha estado volcado al cien por cien en el grupo Manuel. «Para mí ha sido hasta beneficioso este proceso porque hemos estado conviviendo y estar aquí con otros alcohólicos es mi manera de no volver a beber», comenta. Explica que el alcoholismo es una enfermedad mental e incurable —«no lo digo yo, lo dice la OMS», destaca— y la borrachera es solo uno de los signos. «En el momento en que un alcohólico se pone nervioso empeora. Así que imagina ahora. Yo, por ejemplo, estos tres meses no he cobrado. Gracias que existe un grupo en el que puedes comentar las angustias, porque si no yo habría bebido», afirma.
Todas las sedes de ayuda gallegas han recibido nuevos miembros
En Galicia están en marcha grupos de Alcohólicos Anónimos 24 horas en tres ciudades: A Coruña (981 134 791, 881 30 93 91); Ferrol (981 945 982) y Ourense (988 269 540, 672 116 571). «Estamos abiertos los 365 días del año, 24 horas. Tenemos las medidas de distanciamiento, pero no cerramos», recuerda Manuel, miembro del grupo de Ferrol.
Su labor se ha convertido en vital estos meses. De hecho, todos los grupos han recibido a nuevos miembros durante la cuarentena, comenta Javi, responsable de comunicación de la entidad en España y miembro del grupo ourensano. «Cuando pasas 24 horas en casa conviviendo con tu familia es imposible esconder que eres alcohólico, no puedes escabullirte al bar. El alcohólico que está en casa bebido está más ansioso, irascible o incluso violento. Y tenemos muchas llamadas de familias que ven reacciones raras», explica Margarita, de Ferrol.
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