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OPINION: La pandemia de la desinformación, también en adicciones por Mireia Pascual

OPINION: 20.04.2021

(*)

La COVID ha desencadenado la mayor fuente de rumores y desinformación conocida (Larson, 2020). En abril del 2020, la base de datos CoranaVirusFact Alliance, había registrado 3800 mentiras relacionadas con el coronavirus circulando a nivel mundial, según el artículo ‘Información y comunicación durante los primeros meses de Covid-19. Infodemia, desinformación y papel de los profesionales de la información’. A nivel nacional, en España, Maldita.es publicaba en noviembre del 2020 que había habido 866 mentiras, alertas falsas y desinformaciones sobre la COVID.

Cuando aparece una desinformación suele ser con uno de los tres objetivos siguientes:

  1. Necesidad de atacar o perjudicar a alguien o generar desconfianza hacia algo o alguien (persona, entidad, empresa o institución).
  2. Vender algo (‘vender la moto’). Vender un producto, empresa, filosofía de vida, etc.
  3. Generar una alarma social. La explicación de su rápida difusión es sencilla. Las redes sociales como Facebook, Twitter o WhatsApp hacen que proliferen y corran a un ritmo que es casi incontrolable.

Sobre la COVID, a nivel general (mundial y nacional) han proliferado noticias falsas sobre:

  1. El origen de la enfermedad
  2. Las formas de contagio y medidas preventivas
  3. Como eliminar el coronavirus
  4. Posibles curas o tratamientos
  5. Vacunas
  6. Problemas en la atención sanitaria que no existían
  7. Noticias xenófobas
  8. Relacionadas con la gestión de la pandemia
  9. Efecto del COVID sobre el organismo

La clave para combatir este fenómeno, que lleva muchos años dándose, pero que ahora se ha incrementado notablemente, es la información. Ante la carencia de esta, es cuando surge la oportunidad de que se generen bulos. Se ve mucho cuando, por ejemplo, se dan catástrofes o atentados terroristas. Ahí, cuando la información no es exacta, cuando no se ha podido dar, es cuando aparecen. En salud, y concretamente con la COVID, pasa precisamente este fenómeno.

En adicciones

Pero si además de COVID se suma otro problema de salud, como son las adicciones, el oportunismo para la generación de informaciones falsas está servido.

Las adicciones se han visto también afectadas a nivel informativo. Al inicio de la pandemia, durante aquel confinamiento estricto, fueron un foco de preocupación social y, por lo tanto, informativo. Los medios y los periodistas publicaban informaciones sobre los riesgos que este tiempo en casa, con poca actividad, podía hacer sobre aquellas personas con problemas de adicción. Resultó que las personas que habían iniciado un tratamiento se veían reforzadas, gracias a los grupos de ayuda mutua y al esfuerzo que los profesionales de las adicciones realizaron a la hora de hacer un seguimiento telefónico y online. Hubo alguna recaída, aunque destacaron los que afianzaron su abstinencia. Sin embargo, las personas con adicción que no había iniciado ese tratamiento incrementaron sus consumos de sustancias o del comportamiento adictivo en cuestión. De ahí que incluso el propio Gobierno tuviera que salir con un Real Decreto Ley que regulara el tema de los juegos de azar y su publicidad.

Tras esas primeras informaciones, empezaron a publicarse noticias con poca o nula evidencia científica que hacían referencia a las bondades que algunas sustancias tenían sobre el organismo para la protección de la COVID.

Focalicemos en tres sustancias concretas y veamos qué sucedió:

TABACO. Probablemente se vio el reflejo del trabajo desarrollado durante años a nivel informativo. Lejos de alabar su consumo, desde un inicio se sabía, y así se informó a la población, que podía ejercer como potenciador de la problemática respiratoria que se da en la infección por el virus SARSCOV2. La propia Nora Volkow, directora del National Institute of Drug Abuse de EEUU, advertía a inicios de la pandemia de la alta vulnerabilidad de las personas consumidoras de sustancias y especialmente de las fumadoras de tabaco y/o cannabis.

Pero las informaciones claras sobre consumo de tabaco, no sucedieron de la misma forma cuando se hablaba de cannabis.

CANNABIS. Empezaron a aparecer informaciones contradictorias, que una vez más confundían a la audiencia. Algo que en este tema en cuestión sucede mucho a nivel informativo:

Pero todos sabemos que no siempre los estudios referenciados tienen la importancia que merecen. Hay que analizar la muestra representativa real, la metodología empleada y el conflicto de intereses que puede haber detrás de la publicación de este artículo, así como la revista científica en la que se publica dicho estudio. Regalar un titular con cierta contundencia debe analizarse con detenimiento antes de lanzarlo. El SARSCOV2 es tan nuevo y fue tan inesperada su aparición que la evidencia científica necesaria para realizar ciertas informaciones, aún no se había dado, la ciencia tiene sus ritmos y el virus ganaba, o nos sigue ganando, la batalla. Y lo prudente y la evidencia que sí tenemos es que el consumo de cannabis no previene de la COVID. ‘Similar al consumo de tabaco, el consumo de cannabis puede provocar efectos a largo plazo del aumento de la tos, la producción de esputo y las sibilancias, junto con enfermedades de las vías respiratorias como la bronquitis crónica y la disminución de la función pulmonar’ […] ‘Evitar fumar cannabis y vapear concentrados de THC y CBD es particularmente relevante para la salud pulmonar a la sombra del COVID-19. Estos métodos de administración pueden disminuir la eficacia del sistema respiratorio para responder a la infección y, por lo tanto, aumentar el riesgo de progresión rápida a hipoxemia’ (Pascual Pastor, Francisco et all, 2020).

“En estos momentos no hay ningún estudio con base científica que recomiende el consumo de cannabis y sus derivados en caso de COVID. Por lo que entendemos que cualquier anuncio sobre su presunta utilidad carece de evidencia científica. No es cierto que ciertos cannabinoides refuerzan el sistema inmunitario ni el CBD tiene efectos antivirales, eso se ha demostrado con evidencia farmacológica y clínica”, explican desde la sociedad científica Socidrogalcohol a la que pertenece la revista Adicciones donde se publica el citado artículo.

“Este tipo de informaciones y el momento en el que se difunden pretenden generar infoxicación y una opinión favorable a la regulación del cannabis, aprovechando un momento de alta sensibilidad social como es la pandemia. Es importante que recalquemos que no hay justificación científica que anime al consumo de cannabis para prevenir la COVID, más bien al contrario”, afirma Manuel Isorna, Máster en drogodependencias por la Universidad de Santiago de Compostela y Presidente del comité organizador del Congreso internacional sobre cannabis y sus derivados: Salud, Educación y Ley.

ALCOHOL. Con el alcohol entra en juego la industria alcoholera y sus intereses. Algo nada novedoso. La Federación Española de Enología (FEE) lanzaba un vídeo a inicios de la pandemia que se hacía viral y que afirmaba:

  1. La supervivencia del virus en el vino parece imposible porque la combinación concomitante de la presencia de alcohol, un ambiente hipotónico, y la presencia de polifenoles, impide la vida y la multiplicación del propio virus.
  2. El consumo moderado de vino, vinculado al consumo responsable, puede contribuir a una mejor higiene de la cavidad bucal y la faringe, esta última zona donde anidan los virus durante las infecciones.

Parece que además de los beneficios cardioprotectores (desmentidos en un estudio de The Lancet), de que el vino forma parte, según algunas fuentes, de una dieta equilibrada y saludable (desmentido también), y otras muchas bondades, ahora también es la panacea para prevenir la COVID. El consumo de alcohol (sea en forma de vino o cualquier otro) no previene de la COVID, es más, según la evidencia científica actual, el consumo excesivo de alcohol, como la de cualquier otra sustancia tóxica, ejerce una función inmunodepresora sobre el organismo, lo que provoca una mayor probabilidad de contraer este y otros virus. El propio Ministerio de Sanidad tuvo que salir también a difundir este mensaje. Además, el consumo de alcohol es potenciador de muchos tipos de cáncer, entre los que destacan los de cavidad oral (bucal, faringe, etc.), justo lo contrario a lo que se difundía en esa información de la FEE.

Bibliografia

CAPTURAS DE PANTALLA:

 

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Mireia Pascual Mollá es licenciada en periodismo por la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), Máster en Comunicación y Salud por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y Máster en Innovación en Periodismo por la UMH. Se ha especializado en el campo de las adicciones donde desarrolla de manera mayoritaria su profesión. Es responsable de prensa de la sociedad científica Socidrogalcohol y de la Confederación de Alcohólicos, Adictos en Rehabilitación y Familiares de España (CAARFE). Es monitora en el Grupo de Alcohólicos Rehabilitados de Alcoy (GARA), donde desarrolla el programa EMOTIUS (educación emocional para la prevención de conductas adictivas y disruptivas). También es profesora en el grado de periodismo de la UMH. Colabora en el diario Aquí en Alcoy. Es columnista en Radio Alcoy. Y secretaria técnica de la revista Health and Addiction del Instituto de Investigación en Drogodependencias de la UMH. Además, tiene su propia revista online especializada en adicciones, la Revista InDependientes.

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