REPORTAJE:13-11-2020
Ocupa un lugar privilegiado en la cosmogonía de la tribu indígena huichola, etnia cuya manera de vestir reverencia al viaje de peyote, colores vistosos a los que tienen acceso bajo los efectos del cacto mismo, entre otras. Es considerado un alimento sagrado. Es el instrumento que se utiliza en las ceremonias. Ofrendas espirituales para favorecer los ciclos agrícolas. El principal objeto de los rituales es entrar en contacto con lo divino. No con un Dios específico, sino con el espíritu que habita dentro del peyote, Venado Azul, a quien encomiendan tanto su salud física como su salud espiritual. Bajo tales designios se rige la tribu. El origen preciso de su descubrimiento es imposible de definir, pero tal como apunta Norman Taylor se tiene conocimiento de él desde 1576. Para otros estudiosos de las drogas, como Antonio Escohotado, los registros de su empleo datan desde 1870. Pero no sería reconocido ampliamente hasta la segunda mitad del siglo XX, con el advenimiento de la revolución psicodélica.
Alrededor del peyote, como de los hongos, se configuran muchos mitos. Como es el de que es el cacto quien elige a quién presentarse y a quién no. Esto, entre otras fábulas, le otorga un carácter especial. Lo cual ha impedido que se convierta en una sustancia que se pueda consumir de manera consuetudinaria. Se presume que para poder tener un viaje auténtico se debe consumir en el desierto. A partir de los sesenta, diversos laboratorios masificaron la circulación de la mescalina. Esto formó parte del boom de la cultura psicodélica que pusieran de moda Timothy Leary y Ken Kesey, entre otros, cuyos happenings en el que todo mundo tomaba LSD o mescalina con el fin de expandir la conciencia fueron consignados en el libro Ponche de ácido lisérgio de Tom Wolfe. Según testimonios de muchos usuarios que han experimentado con diversas sustancias, ninguna experiencia es equiparable a tragar el cacto.
De ahí que desde esa década se popularizara su consumo en México. El peregrinaje realizado por los huicholes hacia Wirikuta (específicamente en el Monte Quemado, una región de San Luis Potosí que es considerada la meca sagrada), como el peyote mismo, es de origen desconocido. Se realiza cada año. En ocasiones coincide con el tiempo de cosecha. Otras tienen lugar para decidir movimientos jerárquicos hacia el interior de la tribu. Y con el fin de expandir la conciencia, personas no indígenas comenzaron a acudir al desierto para participar en las prácticas ceremoniales huicholas. Pero al mismo tiempo el consumo del cactus se estandarizó en otras regiones del territorio, sin la supervisión de algún chamán o guía. Pese a los miles de testimonios que existen nadie puede describir de manera puntual en qué consiste un viaje de peyote. Para todos se presenta de manera distinta. Pero en algo coinciden: nunca el viaje es igual. La experiencia común es una alteración de la realidad. Las formas y los colores se intensifican. Los sentidos se intensifican. El oído puede escuchar sonidos que proceden a uno o dos kilómetros de distancia. El cuerpo se anestesia. Es la razón de que bajo sus efectos se pueda caminar descalzo por el desierto sin sentir dolor alguno. También es posible ver animales. Y en casos hacerse unos con el cacto.
Los huicholes son recelosos respecto a su relación con la planta. De ahí que su magia permanezca intacta a través de todas estas décadas, pese a los esfuerzos académicos por desentrañar sus secretos.
El peyote en la literatura
Así como la lectura de On the road de Jack Kerouac motivó a miles de jóvenes a lanzarse a la carretera a vivir sus propias aventuras, la publicación en 1968 de Las enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda, despertó un interés desmedido por el peyote en los interesados en las drogas. A menudo descalificados como serios objetos de estudio, los libros de Castaneda (después del primero vendrían varios hasta convertirse en una serie), revelaron la existencia de una concepción distinta del mundo. Elegir solo caminos con corazón. Una frase que puede interpretarse de distintas maneras. Pero que puede entenderse como la búsqueda del equilibrio espiritual. Si bien Don Juan habla de manera muy sencilla en la obra de Castaneda, lo hace siempre de manera abstracta. Tiene un alias personal para el peyote: “Mescalito”.
La irrupción de Don Juan como personaje literario ocurre en 1961. Cuando Castaneda lo consigna al inicio de las enseñanzas. Es un indio yaqui cuyo domicilio se encuentra en algún punto indefinido de Sonora. Es uno de los últimos miembros de una estirpe de brujos o chamanes cuyos dones consisten en la ubicuidad, proezas físicas imposibles para el ser humano, como volar, transformarse en cuervo o luchar con otros hechiceros indígenas. Es un experto en las propiedades inherentes al peyote. Su existencia es imposible de comprobar. Pero ha pasado a la historia como un don Quijote del mundo espiritual.
En los libros de Castaneda se relata que el hombre puede realizar proezas insólitas, como convertirse en águila o coyote. Esta habilidad es propia de los nahuales. Brujos indígenas cuya raíz es presumiblemente prehispánica. En español peyote es un derivado del náhuatl peyotl. Y la única manera de acceder a este tipo de poderes es a través de la ingesta del peyote. A partir de que Castaneda logra penetrar en esa nueva realidad, que según el viejo chamán Don Juan se desarrolla paralelamente a nuestra realidad, sólo que no la vemos porque estamos cegados, la planta escapa al espectro de la tribu indígena e ingresa en lo que podríamos llamar la cultura occidental.
La procedencia de Carlos Castaneda es igual de misteriosa que toda la leyenda que rodea a Don Juan Matus y a las propiedades portentosas del peyote. Su nacimiento es adjudicado a Brasil. Pero también a Perú. Y aunque se han realizado investigaciones que aseguran que es inca, en realidad no hay evidencias contundentes. También se asegura que el mito de Castaneda es insostenible. Que en realidad no era un aprendiz de brujo, sino un botánico afincado en una universidad de Estados Unidos. Sin embargo, existen testimonios que indican haberlo conocido en persona. Tal es el caso del escritor mexicano José Agustín, quien asegura haberlo tenido enfrente y haber quedado maravillado de su cuerpo atlético. Según Castaneda le confesó, era gracias a las arduas caminatas por el desierto durante su entrenamiento. “Él tenía que pasar siempre de inconspicuo. Él decía que tenía que traer un trajecito, como de cualquier ejecutivo, ni siquiera muy elegante. Pero te sentabas a comer con él y por ejemplo veías que a la fruta quién sabe qué le hacía, le sacaba ciertas partes a la papaya, como ciertos rituales, se comía algunas cosas. Yo le pregunté por qué haces eso. Siempre me tiró a loco. Hacía como que no me oía. Me contestaba todo, pero esas cosas no me las quería contestar”, refiere José Agustín sobre la misteriosa personalidad de Castaneda.
Es tal el significado ancestral de la planta que desencadenó toda esa veneración que habita en esas páginas. Libros de superación personal, historia fantástica o estudio antropológico, lo que revela su mera existencia es un altar de palabras hecho al cactus
Más que el análisis de un antropólogo, la serie de libros de Castaneda son considerados como obras literarias. Como las mismas enseñanzas de Don Juan aseguran, los conocimientos ahí descritos son vedados para cualquiera que no pertenezca a esas tribus (yaqui, cora o huichola), a menos que seas un elegido. Como Castaneda. Pero independientemente de lo que exista de comprobable en la serie de libros, son un hermoso documento de lo que el peyote ha producido en la conciencia humana. Es tal el significado ancestral de la planta que desencadenó toda esa veneración que habita en esas páginas. Libros de superación personal, historia fantástica o estudio antropológico, lo que revela su mera existencia es un altar de palabras hecho al cactus. Algo que otras plantas no han provocado. Ni siquiera los hongos alucinógenos, el San Pedro o la Ayahuasca.
La muerte de Castaneda es también otra interrogante. Muchos aseguran que ocurrió en abril de 98. Pero nadie lo sabe con certeza.
El Santo Niño Jesús de Peyotes y el Freak Power
En su libro Drogas, Norman Taylor hace referencia a una misión ubicada en el norte de Coahuila hacia 1692 llamada Santo Jesús de Peyote. Esto habla de que la necesidad de incorporar el peyote dentro de la comunidad nació mucho antes que Castaneda. El motivo por el cual la misión fue denominada de tal forma obedece a que en los tiempos postconquista las iglesias todavía requerían un símbolo local para ser frecuentadas por los colonizados.
En la actualidad existe el Santuario del Santo Niño Jesús de Peyote. Ubicado en Villa Unión, Coahuila. Un municipio no muy distanciado de la frontera del Norte de México. A 300 metros se ubica el lomerío de los peyotes. Área donde brota el cacto. La festividad del santo se realiza cada 24 de diciembre. Está representado por la escultura de un niñito tallada en madera que data del siglo VXII, traída desde España en 1698. El 25 de diciembre de 1990 el templo se incendia, pero la escultura es rescatada en perfectas condiciones.
Este intento de mimetización entre la religión católica y la planta sagrada no es única. Miguel Olmos Aguilera, investigador del Colegio de la Frontera con sede en Tijuana, refiere que: “Pese a que los grupos indígenas guardan un corpus compartido sobre el origen del mundo o las figuras divinas, muchas de las influencias de los grupos fronterizos han a menudo incorporado elementos de religiones lejanas tanto del centro mesoamericano como de las culturas de las grandes praderas de los Estados Unidos. De manera paradójica, este mélange ideológico religioso no se presenta como algo postizo o un injerto ajeno al funcionamiento de los grupos indígenas, sino como conexiones que cumplen una función y significado específicos en el interior de sus sistemas de creencias”. Pero la creación del Santo Niño Jesús de Peyote va más allá, habla del poderío simbólico del peyote por encima de otros signos indentitarios, como lo son los santos de la santería cubana, que también sufrieron una transformación durante la invasión española. La adoración del peyote dentro de un templo católico resultaba una herejía improcedente, pese a que la carne del cactus es asociada con un regalo Dios, por lo que se eligió la imagen de un niño para ser representada. Qué manera más fácil de denominar la inocencia del peyote que con la figura de un niñito inocente. Lo que refuerza el testimonio de Don Juan Matus de que el peyote es una planta noble.
Desde entonces el peyote ha sido una fuente de inspiración para las artes. En México se convirtió en el símbolo del grupo de blues Real de Catorce. La obra de esta banda está plagada de referencias a la planta mágica. E incluso le dedicaron una canción: Hikuri, de 1998, el año que supuestamente murió Castaneda. Además de en la música, el impacto del peyote se ha dejado sentir en las artes plásticas. Decenas de dibujos y pinturas de peyotes ocupan las portadas de libros o de discos. Resultaría interminable citarlas aquí. Quizá una de las más reconocibles en nuestro país sean las imágenes que aparecen en la portada del libro En la tierra mágica del peyote de Fernando Benítez. Una exploración de los ritos huicholes por parte del escritor mexicano.
En San Luis Potosí se vende un pan decorado como si de un peyote se tratara. Lo que refrenda su cualidad de manjar místico.
Pero es probable que la muestra más grande de la trascendencia del peyote sea su incorporación al símbolo del partido político Freak Power. Este partido fue encabezado por Hunter S. Thompson. Quien se candidateó como sheriff de Aspen, Colorado. El símbolo del partido era una mano encogiendo los dedos. Pero en lugar de cinco, son seis. Dos pulgares en lugar de uno. Y en el centro una cabeza de peyote. Lo que Thompson perseguía con su partido era poner en evidencia lo podrida que estaba la política. Y qué mejor lugar que en la dura y pura provincia conservadora que sólo buscaba proteger sus intereses monetarios. Y elevó al peyote a ícono pop y lo eligió como representación de la libertad.
Este artículo hace parte de la sexta edición de Vice en Español, Planta: Latinoamérica desde la raíz, en la que tratamos de entender las relaciones que como latinoamericanos tenemos con estas plantas maestras. En los enlaces puedes leer las historias sobre chile, amapola, tabaco, cacao, ayahuasca, coca y marihuana.
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