El confinamiento en el que vive la inmensa mayoría de personas en el Planeta por la pandemia global del coronavirus no representa ningún obstáculo para los narcotraficantes. Muy al contrario. Previo encargo online, reparten a domicilio estupefacientes, especialmente, lo último en drogas de diseño.
Cualquiera a golpe de clic puede conseguir por la red que le sirvan a casa cocaína, marihuana, hachis o algún tipo de droga de diseño, incluido éxtasis, LSD, Ketamina… En la web oscura, en la darknet, hay un inmenso mercado de estupefacientes por el que se mueven como pez en el agua los camellos o pequeños traficantes convertidos en auténticos hacker, tal y como ha podido constatar La Razón.
Por lo general, compradores y vendedores contactan a través de una aplicación de mensajería móvil encriptada y utilizan, como moneda de cambio en sus operaciones, las critpomonedas, sobre todo, bitcoin, que garantizan el anonimato del cliente y del camello por su dificultad a la hora de rastrear su procedencia. En estos momentos, un bitcoin cotiza a unos 6.500 euros.
Una vez compradas y pagadas, se envían por paquetería convencional. Cuando el encargo llega a destino, suelen utilizar falsos repartidores a domicilio para burlar los controles de seguridad. Los países de procedencia de estos estupefacientes, según aseguran en la web oscura, son Estados Unidos y Alemania y Bélgica, dentro de la Unión Europea. No obstante, en ocasiones, las Fuerzas de Seguridad constatan en sus investigaciones otros lugares de procedencia distintos a los mencionados por los ciberdelicuentes, como los países del Este de Europa. Los cibercamellos garantizan rapidez y discreción al comprador, con entregas en la misma semana.
Se trata de un mercado de menudeo, característico de pequeños traficantes, para el consumo directo de los clientes. Los precios varían desde los 0,140751 bitcoin al cambio unos 1.000 euros por 280 gramos de pastillas Teslas, con alto contenido de MDMA (éxtasis), pasando por 0,07 bitcoin, unos 470 euros, por LSD ácido, hasta media libra de AK-47 cannabis por 0,056 bitcoin, unos 400 euros. A este precio del producto hay que sumar la tarifa del envío, que va desde 20 a 50 euros, tal y como ha comprobado La Razón en la tienda de TOR, el navegador de la web oscura.
En este escenario, los cibercamellos, al amparo del anonimato que les brinda TOR, no han parado de teletrabajar durante el confinamiento de la población de diversos países. La Razón ha comprobado en la tienda de TOR denominada Agartha Underground Oasis este tráfico ilegal de droga.
Pero ¿cómo funciona? El cliente realiza el pedido, normalmente, a través de un servicio de mensajería instantánea denominado Wickr, que garantiza una seguridad online de “grado militar” al enviar y recibir mensajes. Todos los datos que se envían (texto, vídeos, imágenes, voz grabada) son encriptados, y se autodestruyen en seis días.
La aplicación es gratuita, y para que el servicio funcione tanto el que envía como el que recibe mensajes deben tenerla instalada. El proceso de crearse una cuenta es sencillo. Por el momento, sólo está disponible para iOS, sistema operativo móvil de la multinacional Apple Inc. Aunque se está trabajando ahora en una versión de Wickr para Android.
Una vez que el cibercamello recibe el pedido y comprueba que se ha pagado con criptomonedas, refugio del dinero negro, envía a través de paquetería convencional la droga tomando una serie de precauciones en los envíos internacionales para burlar los diferentes controles.
Cuando llega al lugar de destino, se reparte mediante falsos repartidores de mercancías, como entrega de comida a domicilio, para sortear los controles impuesto por el confinamiento.
De hecho, la Policía Nacional detuvo a principios de este mes de abril en Valencia y en Alicante a falsos repartidores de comida que pretendían entregar droga a domicilio en unas maletas idénticas a las utilizadas por Deliveroo.
Persecución de la ciberdroga
Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado admiten que el anonimato de TOR fomenta el tráfico ilícito de estupefacientes y de armas por la web. Precisamente, la propia red TOR, puerta trasera de internet, complica sobremanera a los investigadores la persecución de esta ciberdelincuencia, al dificultar el rastreo de las identidades. “Los dominios donde se hospedan estos portales son cambiantes y las comunicaciones pasan por varios servidores, lo que complican aún más detectar a los cibercamellos”, confirman a este diario fuentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Este tráfico ilegal por la red es perseguido dentro y fuera de nuestras fronteras. Los Cuerpos de Seguridad del Estado cuentan con unidades cibernéticas dedicadas a combatir la ciberdelincuencia. Mientras, a nivel internacional organismos, como Europol y EC3 (Centro Europeo de Ciberdelincuencia) investigan este tipo de actividades ilícitas en la red, pese a la dificultad que entraña la misión. Tanto los ciberdelicuentes como las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad cuentan entre sus filas con auténticos hacker.
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