NOTICIAS: 11.01.2021
JULIA TÁBARA | NEUMÓLOGA, RESPONSABLE DE LA UNIDAD DE DESHABITUACIÓN TABÁQUICA DEL COMPLEXO HOSPITALARIO UNIVERSITARIO DE A CORUÑA (CHUAC), CERRADA DE FORMA TEMPORAL POR EL COVID
“El último año ha sido muy difícil; hemos tenido que cerrar de forma temporal la Unidad de deshabituación tabáquica del Chuac al estar desbordados por el COVID”
A Coruña, Por la Unidad de deshabituación tabáquica del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac) pasaban, cada mes, una media de 25 fumadores decididos a desengancharse de los cigarrillos, e incluso había lista de espera, pero la pandemia SARS-CoV–2 ha obligado a cerrar de forma temporal este servicio, al estar los neumólogos del centro de As Xubias “desbordados” por el COVID. “Yo ahora estoy más centrada en el cáncer de pulmón, es decir, en las consecuencias del tabaquismo, que en prevenirlo”, apunta la responsable de esa Unidad, la neumóloga Julia Tábara, quien, no obstante, sigue haciendo campaña activa en favor de una sociedad libre de humos. En el contexto actual, argumenta, es “más necesario que nunca”. “Hay que tener en cuenta que estamos en una situación especial, y que cuando tenemos al lado a un fumador, ya no inhalamos solo las sustancias nocivas del tabaco, sino también posibles agentes infecciosos”, advierte la doctora Tábara, favorable a estrechar el cerco al pitillo más allá de la emergencia sanitaria. “El objetivo es que fumar deje de verse como algo normal, para evitar que los jóvenes caigan en esa adicción”, subraya.
Se acaban de cumplir 15 años de la entrada en vigor de la ley antitabaco, modificada un lustro después para ampliar los espacios libres de humo. Pasada una década, sin embargo, el porcentaje de fumadores diarios (32%) se mantiene sin grandes variaciones. ¿Ha fracasado la normativa?
La ley antitabaco tiene luces y sombras. Su principal luz es que ha sido muy beneficiosa contra el tabaquismo pasivo. Si bien es cierto que no se ha conseguido reducir en exceso el número de fumadores, sí disminuyó de manera espectacular la exposición al humo del tabaco de los no fumadores. En ese sentido, la normativa fue un éxito, y así es como hay que verlo.
¿Y cuáles son sus sombras?
Creo que la actual ley falla, y mucho, en la prevención. A la vista está que adolescentes y jóvenes siguen empezando a fumar como si nada. Y eso a los sanitarios nos queda muy lejos, porque no son pacientes que veamos en consulta, es gente sana. Ahí tendrían que influir, mucho más, los educadores.
La educación es, quizás, el puntal que más flaquea en la mayor parte de las normativas sanitarias…
Y en la actual ley antitabaco, también. Creo por ahí es por donde habría que ampliar muchísimo más la normativa, en prevenir la adicción en las futuras generaciones. A los que ya han caído en la trampa, nosotros intentamos ayudarlos y estabilizarlos. Lo dejarán y tendrán algunas recaídas, pero eso podemos controlarlo. La solución real del problema, sin embargo, está en la prevención, y ahí la política está muy, muy coja.
¿Cojea también la vigilancia?
Sin duda. No conozco a nadie a quien hayan multado por fumar, por ejemplo, en un parque infantil o en un campo de fútbol, y continuamente se ve a gente consumiendo tabaco en esos lugares. No se está vigilando el cumplimiento de la normativa. En la consulta de deshabituación tabáquica algunos pacientes me llegaron a comentar que en muchos sitios se vuelven a vender, incluso, los cigarrillos sueltos. Si hay una ley, habrá que controlar que se respete para que no quede en papel mojado. Hay que tener en cuenta, además, que estamos en una situación especial. Cuando tenemos al lado a un fumador, ya no estamos inhalando solo las sustancias nocivas del tabaco, sino también posibles agentes infecciosos. Creo que por ahí la normativa tiene que aumentar también. Quien quiera consumir tabaco, debería hacerlo en lugares más alejados, desde luego no a un metro y medio o dos de otras personas.
Hace ya meses que, primero la Xunta y casi inmediatamente después el Gobierno central, prohibieron fumar en la calle cuando no se pueda garantizar esa distancia…
Y tampoco se está cumpliendo. Vas por la calle y te cruzas a gente fumando; paras en un semáforo, y el de al lado está con el pitillo. En ambos casos, lógicamente, con la mascarilla bajada. La situación este año se ha complicado más, y eso exige ampliar la normativa y extremar la vigilancia.
¿Se refiere a extender el actual cerco al pitillo más allá del COVID?
Todas las grandes asociaciones que luchan contra el tabaquismo —Asociación Española de Neumología, Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, Asociación Española contra el Cáncer, etc…— piden que las medidas antitabaco de la pandemia se mantengan, porque el virus no se va ir tan pronto como pensamos, y porque el objetivo ha de ser que fumar deje de verse como algo normal, para evitar que los jóvenes caigan en esa adicción.
Con esa finalidad se limitó, precisamente, la publicidad del tabaco en los medios de comunicación.
Pero se sigue anunciando mucho. El cigarrillo tradicional se ha sustituido por el electrónico, pero seguimos viendo continuamente cómo se publicita el hábito de fumar en la televisión y en las redes sociales.
¿Urge regular también el ‘e-cigarrillo’?
Sin duda. Cualquier tipo de adicción que afecte a la salud de la población se debería prohibir, o al menos regular. El cigarrillo electrónico hace daño también, un poco menos que el tabaco, pero lleva sustancias tóxicas y nicotina en muchos casos, que es una droga. No se puede fomentar su consumo, todo lo contrario. Lo que se debería promover es la libertad bien entendida, como el no estar atado a ninguna sustancia, y el respeto. El que quiera fumar que lo haga, pero en un entorno donde no moleste a nadie y, sobre todo, donde no haya niños pequeños, que son muy influenciables.
¿Cómo ha afectado la pandemia a la ‘cruzada’ contra el tabaquismo que llevan a cabo desde el Chuac?
El último año fue muy difícil, y me temo que 2021 va a continuar siendo muy complicado. Somos pocos neumólogos, hubo alguna baja y alguna jubilación y nos hemos visto desbordados, hasta el punto de que tuvimos que cerrar, de forma temporal, la Unidad de deshabituación tabáquica porque no damos abasto con el COVID. Yo ahora estoy más centrada en el cáncer de pulmón, es decir, en las consecuencias del tabaquismo, que en prevenirlo.
¿Ha repercutido la emergencia sanitaria, también, en el abordaje de esa enfermedad? ¿Se demoraron pruebas y diagnósticos?
Las pruebas se demoraron por varios motivos. En muchos el casos, por el miedo de los propios pacientes a acudir al hospital a realizárselas. También es cierto que las pruebas ahora requieren una desinfección y preparar los espacios donde se realizan, y eso lleva su tiempo, de ahí que las demoras sean mayores. En el caso de pruebas funcionales o técnicas invasivas, las medidas de precaución han de ser extremas, y eso distancia mucho una de otra. Todo eso, lógicamente, está pesando. De hecho, después de la primera ola detectamos muchos tumores de pulmón que demoraron su propio diagnóstico. Entre las pruebas, que los pacientes no acudían y que había que estar encima de ellos llamándolos, se ralentizó todo. Y me temo que las consecuencias de toda esta situación se van a notar durante bastante tiempo.
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