NOTICIAS: 09.04.2021
Prestar más atención a la pantalla que a quien tenemos enfrente se volvió un acto corriente, pero puede generar consecuencias: cómo darte cuenta si los dispositivos tomaron el control de tu vida.
Argentina – El teléfono celular se ha convertido prácticamente en una extensión de nosotros mismos. Nació con la función de comunicarse con otra persona, sin importar dónde esté, y hoy lo utilizamos prácticamente para todo: revisar correos electrónicos, pasar tiempo en las redes, leer las noticias, escuchar música y hasta como reloj despertador.
Salir sin el celular es impensable y nos sentimos desnudos si lo olvidamos en casa. Esta obsesión por el teléfono trae de la mano una práctica cada vez más recurrente, de la que nadie, o casi nadie, está exento: el «phubbing» o «ningufoneo».
La palabra “phubbing” surge del neologismo que combina “phone” (teléfono) y “snubbing” (desdeñar, desairar) e indica el acto de ignorar a la persona que se tiene enfrente por mirar la pantalla de un dispositivo. Algo lamentablemente muy cotidiano en las relaciones actuales.
Tras el comienzo de la pandemia del coronavirus y con el aislamiento social obligatorio, el teléfono celular se volvió imprescindible para desarrollar todo tipo de tareas, y el fenómeno cobró aún más importancia.
“El celular y las redes captaron nuestro instinto social y lo redirigieron, nos permitieron sentir que estamos conectados con alguien, aunque ese alguien no esté conectado con nosotros. Esto genera una especie de efecto placebo, que sacia nuestra necesidad de estar en contacto con otros. Aprovechan esta característica humana para mantenernos indefinidamente cautivados, junto a la promesa de una novedad constante: siempre hay un posteo nuevo, la satisfacción de un ‘Me gusta’ o un nuevo seguidor. Todo nos resulta muy atractivo, muchas veces más que la charla con el que tenemos delante”, explicó el tecnólogo argentino Santiago Bilinkis, autor del libro Guía para sobrevivir al presente: Atrapados en la era digital.
El emprendedor y economista compara los algoritmos que sirven para que cada usuario perciba contenidos adaptados a sus gustos e intereses con “un canto de sirena que nos atrae para ir enseguida al teléfono, que se da por lo que cada plataforma necesita inducir en nosotros”.
Según detalló Bilinkis, las personas desbloquean sus pantallas en promedio entre 120 y 150 veces por día. Cada seis minutos del tiempo que pasan despiertos, aproximadamente.
“Las notificaciones, por ejemplo, no tienen como propósito notificarnos sino interrumpirnos, distraernos de cualquier otra cosa que estemos haciendo, para hacer lo que cada plataforma necesita que hagamos. Nosotros ya sabemos de manera subconsciente que hay un montón de cosas pasando en Twitter, YouTube, Facebook, y que el precio de estar aquí y ahora charlando con otra persona es perdérmelo”, enfatizó.
Bilinkis recalcó que lejos de querer demonizarlas, lo que intenta es alertar que «estamos librando una batalla muy desigual», donde hay compañías muy sofisticadas que «entendieron muy bien cómo funciona nuestra cabeza (…) El propósito de Facebook no es conectarte con tus amigos, sino aprovechar la conexión que vos querés tener con tus amigos para poder mostrarte publicidad en el camino. Es importante que entendamos que el objetivo de las plataformas no siempre está bien alineado con el nuestro”, apuntó.
El deseo de chequear, responder, jugar, genera ansiedad y, al no ser correspondido inmediatamente, angustia. La sensación es tan recurrente que en inglés tiene su nombre: el síndrome FOMO (Fear of missing out), el miedo a perderse algo de lo que está ocurriendo en el mundo digital, de quedar excluido. El phubbing es una de las consecuencias.
El psicólogo Jorge Catelli (MN 19868), de la Asociación Psicoanalítica Argentina, explicó que el phubbing muestra cómo el dispositivo es aprovechado por mentes que tienen “una tendencia a la desconexión”, es decir, “una tendencia previa, para poder sentirse más capturadas por la pantalla que por la persona que tienen a un escaso metro (…) Funciona como si le subiéramos el volumen a una situación preexistente. Reflejan de un modo potenciado aquello que ocurre en el psiquismo. ¿Son los grupos de WhatsApp los que ocasionan malentendidos o es nuestro propio uso del lenguaje?”, remarcó en una nota publicada por Infobae.
La psicóloga Laura Jurkowski (MN 19244), autora del libro Efecto pantallas: ¿Cómo lograr el equilibrio digital?, amplió: “El mal uso de las tecnologías puede esconder algún otro problema de carácter psicológico, y devenir en un accionar adictivo. Se trata de buscar una satisfacción que de otra manera no se logra, llenar un vacío con un alivio momentáneo que al rato concluye y lleva nuevamente al mismo accionar”.
Jurkowski es directora de “Reconectarse”, un centro especializado en adicciones a Internet, a los videojuegos y a la tecnología. Para entender cuándo el teléfono se volvió una adicción, la especialista responde: «Cuando las pantallas generan problemas en la vida personal. Cuando interfieren en la relación con otras personas, cuando no permiten concentrarse en otras tareas o, si no puedo acceder a ellas, por ejemplo falta de batería, causa nervios, irritabilidad. El malestar puede llegar hasta la depresión o situaciones de violencia”.
Síntomas de la adicción a las pantallas
Los especialistas resumieron los comportamientos y métricas que podrían remarcar un uso compulsivo de los dispositivos:
– La cantidad de desbloqueos. El promedio de 120 es un número alto y sólo entendible en aquellas personas que trabajan con sus teléfonos. Hacerlo hasta unas 50 veces por día es un parámetro razonable. Distintas aplicaciones pueden medirlo para comprobarlo. Checky es una de las más difundidas.
–La cantidad de tiempo de uso. Superar las tres horas diarias indicaría el comienzo de los excesos.
–La no variedad. Pasar las horas frente a las pantallas en sólo una o dos aplicaciones es un indicador negativo.
Consejos para prácticas más saludables
–Desactivar las notificaciones, con el fin de utilizar y desbloquear el dispositivo cuando el usuario tome la decisión de hacerlo.
–Incorporar un límite de tiempo máximo al uso de cada aplicación, para concientizar la práctica y acotar la posibilidad de consumir los contenidos, hoy ilimitados. Es posible medir la cantidad de horas frecuentadas en cada app desde los sistemas operativos de iOS y Android.
–Definir horarios de utilización para cada tarea, ya sea en el juego para los chicos o cuando los adultos deciden chequear correos electrónicos laborales.
-Tener espacios libres de celulares.
– Implementar una agenda variada con las pantallas, para no sólo pasar tiempo consumiendo de forma pasiva, sino también participando activamente, por ejemplo, en una clase de gimnasia online.
-Establecer una dieta digital. “Cuando supimos que la fast food (comida rápida) era poco saludable, reemplazamos el término por trash food (comida chatarra o basura). Pero no dejamos de comerla. Sabemos que nuestra alimentación no puede estar basada en ella; por eso lo hacemos cada tanto. Internet está lleno de contenido chatarra. Podemos darnos el gusto, pero no siempre alimenta la mente. Hay que sumarle a nuestra cabeza fuentes variadas”, explicita Bilinkis.
Comments