OPINION: 04.05.2021
De un tiempo a esta parte a las personas profesionales de la intervención social en general, y de las drogas en particular, nos ha aterrizado a nuestra mesa de trabajo otro fenómeno, uno más, que requiere de nuestra atención y de respuestas. Hablo de las apuestas deportivas. La ley que regula las apuestas deportivas online fue una de las últimas aprobadas por el gobierno de Rodríguez-Zapatero en 2011, aunque no dudo en situar el mundial fútbol masculino de 2014 celebrado en Brasil como la puesta de largo en España de las casas de apuestas deportivas online, y el mundial de 2018 de Francia como el factor detonante que ha permitido al fenómeno convertirse en una opción de ocio juvenil, como otra cualquiera. Desde entonces la historia de las apuestas deportivas es en gran medida conocida: presencia casi en régimen de monopolio de los anuncios publicitarios durante los eventos deportivos de alto nivel, apertura exponencial de salones de juego, alarma social, aumento de demandas de tratamiento, etc. Más allá de la percepción social de una presencia casi omnipresente en cierta esfera mediática y de un peligro que se cierne sobre la juventud, detectamos una multitud de jóvenes que apuesta con furor. Quiero dedicar este breve texto a presentar dos elementos, de los muchos imbricados con el fenómeno, poco conocidos: la comunidad apostadora y la figura de los tipsters.
La comunidad apostadora desarrolla su actividad en el espacio virtual. Cualquier persona con una simple conexión a Internet, sin importar el lugar de residencia, puede participar de ella. Las redes sociales son el hábitat de la comunidad apostadora. Twitter, Facebook, y principalmente Instagram, son los aparadores de los tipsters para difundir su actividad entre los potenciales clientes. La finalidad es que se conecten allá donde la comunidad adquiere sentido: los canales de Telegram. Estos son el contexto idiosincrático y genuino de la comunidad apostadora, el púlpito desde donde los tipsters proclaman sus pronósticos. Los canales son la piedra angular sobre la que descansa la actividad comercial de los tipsters. Todos disponen de al menos dos canales. El primero, el gratuito, «free» en argot, es la estrategia para ganar visibilidad, colgar pronósticos, realizar publicidad de otros tipsters y de casas de apuestas, ofrecer sorteos y retos, vilipendiar a otros tipsters para afirmar que ellos son los mejores, explicar los motivos del porqué apuestan en un sentido u otro, o deslindar el proceder de cómo ganar en las apuestas. El canal «free» es un señuelo para estimular al mayor nombre posible de seguidores para que contraten sus servicios de pago. En los canales gratuitos son recurrentes hasta el hartazgo proclamas que los apostadores paguen por el Premium. El segundo, el de pago, premium, donde los seguidores se convierten en clientes porque pagan, entre 20 euros y 50 euros al mes, para permanecer en un canal donde el tipster ofrece un mayor volumen de pronósticos y, sobre todo, con mejor stake y mejor cuota de pago, o al menos, a priori, esta es la promesa.
Los tipsters son la figura clave para entender las apuestas y la comunidad apostadora. Literalmente significa pronosticador. Pronostica los resultados de un evento determinado a través de sus canales de Telegram (u otras páginas web o aplicaciones móviles). La mayoría representan un referente perverso para los jóvenes porque les muestran un mundo de dinero y lujo inalcanzable. Se presentan como grandes expertos en pronosticar determinados mercados. Su fiabilidad es variable entre sí. Su principal fuente de ingresos no son las apuestas sino los programas de afiliados de las casas de apuestas, es decir, captarles nuevos clientes. El afán de ganar dinero fácil ha funcionado de reclamo para perfiles personales de lo más variopinto: ex deportistas profesionales, fanáticos del deporte, hijos de la clase alta, expertos en estadística, «showmans», pícaros, buscavidas, e incluso personas con un bagaje delincuencial desolador. La retórica de los tipsters se fundamenta en afirmar que si se apuesta tal como ellos indican todos sus seguidores ganarán dinero a espuertas.
La pregunta que cabe hacernos es si tanto dinero ganan apostando ¿por qué se dedican a pronosticar?, ¿por qué invertir tanto tiempo en atender a clientes, quejas, reclamaciones, analizar mercados, enviar mensajes, etc. cuando pueden contar fardos de billetes gracias a las apuestas? Tal vez la respuesta del tipster sería que quiere arruinar la casa de apuestas con la ayuda de sus seguidores. Si esta es la respuesta, ¿por qué promueven que sus seguidores se den de alta e ingresen dinero a una casa de apuestas determinada? Podrían dar cualquier respuesta, pero la finalidad es obtener ingresos a través del programa de afiliados. Las casas de apuestas, como tantos otros sectores comerciales, disponen de un «programa de afiliados» dirigido a cualquier persona que tenga la capacidad de captar clientes, ya sea de una manera más proactiva, como los tipsters que mandan enlaces directos e insisten en las ventajas de registrarse, ya sea de una forma más pasiva, por ejemplo, una empresa que cuelgue un banner en su página web y el cliente llegue a la casa de apuestas haciéndole clic. En los canales de Telegram los tipsters solo invitan al registro de las casas de apuestas y se ahorran el explicar qué relación comercial mantienen. Existen dos formas de participar en los programas de afiliados. La primera es el coste por acción o CAP. Las casas de apuestas pagan al tipster en función de los clientes que les captan. Algunas empresas, concretamente las españolas y las que poseen menos cuota de mercado, pagan una cantidad en función del número de nuevos clientes que se dan de alta. Desde 10 euros por persona, si captan entre una y diez personas, o hasta los 50 euros si convencen a más de veinte que se registren en los juegos de casino. La segunda es el revenue share o ganancias compartidas. Las casas de apuestas pagan un tanto por ciento de las pérdidas netas que tiene un cliente captado por el tipster. El revenue share que cobra un tipster es más cuantioso cuando los clientes apuesten a la ruleta, las slots (tragaperras virtuales) o al póker porque las pérdidas son más abultadas y rápidas que en las apuestas deportivas. La lógica del revenue share comporta que los captadores, como es el caso de los tipsters, intenten engatusar el máximo número posible de jugadores. Cuanto más dinero pierdan los apostadores, más dinero ganarán. Los tipsters se presentan como el azote de las casas de apuestas, pero trabajan para que los beneficios de ambos no paren de crecer.
En definitiva, el tipster es la figura central de la comunidad apostadora, pero a la vez representa una influencia perversa para los apostadores más jóvenes. Los tipsters adolecen de cualquier ética porque proclamara mensajes falsos y muestran a los adolescentes y jóvenes una vida de lujo y riqueza cuando es una pantomima para engañarles. Las apuestas se han convertido en una actividad de ocio para una parte importante de jóvenes, el gran riesgo es cuando estos piensan que podrán ganarse la vida con las apuestas. Aunque debo decir que como el mundo de las apuestas están cimentada sobre humo y falacias, auguro una gran eficacia de la mayoría de las estrategias preventivas.
Para saber más: Martínez Oró, D. P. (2021). El fenómeno de las apuestas deportivas en la juventud española. Barcelona: Icària.
Comments