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Del champán infantil al botellón: ¿por qué el alcohol es omnipresente en nuestra sociedad?

Unos jóvenes se divierten en una plaza del barrio de Gracia, en Barcelona EFE/MARTA PÉREZ

NOTICIAS: 18.05.2021

 Es la droga legal más extendida, presente «desde el día en que nacemos, cuando nuestra familia brinda con cava». Tras la caída del consumo en pandemia, se espera un aumento de los problemas con el alcohol entre los jóvenes

PorÁLVARO CABALLERO

Madrid. Las imágenes de botellones y aglomeraciones celebrando el fin del estado de alarma, con mucho alcohol y pocas mascarillas, han vuelto a sacar a la luz un debate enterrado por la pandemia: el de la omnipresencia de esta droga legal en cualquier tipo de ocio. El consumo cayó durante los meses de confinamiento, pero no así el denominado consumo de riesgo, que practicó un 16% de la población, frente al 5,6% que lo reconocía antes de la irrupción del coronavirus, según una encuesta del Ministerio de Sanidad.

Con la vuelta a cierta normalidad, vuelve también la sustancia adictiva más extendida en nuestra sociedad: un 95% de la población entre los 15 y los 64 años ha tomado alcohol alguna vez en su vida, mientras que un 8,8% de los españoles lo hacen a diario. Es en este indicador donde se dispara la diferencia entre sexos: lo hace un 14,2% de los hombres, cuatro veces más que las mujeres (un 3,4%).

«Somos un país productor de alcohol y está muy arraigado en nuestra cultura. La primera celebración con alcohol en nuestra vida es el día que nacemos, cuando nuestra familia seguramente brindó con cava», explica a RTVE Albert Espelt, profesor de epidemiología y salud pública en la Universitat de Vic-UCC. Según argumenta, «hemos asociado el consumo de alcohol con las celebraciones, con estar contentos, y eso las empresas productoras o distribuidoras lo saben muy bien».

De ahí que en la publicidad de bebidas alcohólicas aparezcan siempre fiestas, gente feliz y «personas que están muy bien físicamente». «No se concibe una celebración sin alcohol y cualquier fiesta en la calle está asociada a él», añade Anna Sanmartín, subdirectora del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fundación de Ayuda a la Drogadicción (FAD).

Sanmartín pone de ejemplo las celebraciones de la selección española cuando ganó el Mundial de Sudáfrica, mientras que Espelt recuerda la rúa de jugadores del Barça tras la victoria del triplete en 2009. «Los jugadores estaban medio borrachos y bebiendo en el bus. Los niños y niñas estaban viendo esta celebración y crecen viendo el alcohol como algo normal», expone.

Acostumbrados a beber desde niños

La normalización de la bebida, característica de los países mediterráneos, empieza muy pronto. En España la edad media del inicio del consumo al alcohol es a los 14 años, pero se entra en contacto con el alcohol mucho antes. En las celebraciones familiares, muchos padres dejan probar a los más pequeños un poco de vino, «mientras que no veríamos a un padre ofrecerles una raya de cocaína», dice Espelt. «No es que sean malos padres», sigue, «es un problema de conciencia social».

«Yo empecé a beber con 14 años, que era cuando se empezaba a trabajar. ‘Ponle al chaval un vino con casera’, decían, era lo más normal del mundo»,

También señala la problemática existencia de bebidas que imitan el champán pero sin alcohol, al estilo de los antiguos cigarrillos de chocolate, que llevan años prohibidos. «Ahí le estás iniciando, le dices ‘ahora no, pero cuando seas mayor, podrás beber'», asegura.

«Yo empecé a beber con 14 años, que era cuando se empezaba a trabajar. ‘Ponle al chaval un vino con casera’, decían, era lo más normal del mundo», recuerda Agustín, exalcohólico y abstemio desde hace 16 años. Ahora, a diferencia de lo que hacía él, ve que la gente joven «no sale a tomar algo, sale directamente a emborracharse, y cuanto más rápido mejor. En mi época eso no se hacía», señala.

Se trata de un cambio de tendencia que lleva años en marcha. España tenía antes una «cultura húmeda», como otros países del Mediterráneo, en la que se bebía poco -generalmente vino-, pero a diario. Ahora avanzamos hacia modelos como el de Reino Unido o los países nórdicos, donde se bebe poco entre semana y en los fines de semana se abusa del alcohol -sobre todo cerveza o destilados-.

 ¿Por qué hemos normalizado el beber alcohol?

¿Por qué hemos normalizado el beber alcohol?

Para Espelt, esto no es solo peor para la salud física, con un aumento de las intoxicaciones etílicas, sino que incrementa los problemas sociales: más accidentes de tráfico, más violencia, embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, etc.

«El problema con los jóvenes es que cuando hablamos de alcohol hablamos del efecto a corto plazo. Cuando dices que es malo para la salud no asocian que dentro de 10 o 20 años esto es un problema asociado al cáncer, solo piensan en la resaca», apunta.

La presión de grupo, clave en la adolescencia

A pesar de ser ilegal la venta a menores, la mayoría de ellos (un 54%) beben en bares o pubs. La mitad de los adolescentes entre 14 y 17 lo hacen en espacios públicos, mientras que un 48% consumen alcohol en discotecas. «No hay una percepción de riesgo, ni siquiera desde los adultos. Cuando le preguntamos a los chavales cómo creen que sus padres reaccionarían si les pillara borrachos nos sorprenden diciendo que no les importaría», cuenta Sanmartín.

En estas edades es fundamental la presión de grupo, por lo que el principal consejo que dan desde el Centro Reina Sofía es fomentar «la asertividad, el juicio crítico, el poder valorar por ti mismo y decidir sin la presión de los demás, del qué dirán». Coincide Agustín, que cree que el inicio en la bebida en estas edades se debe «a la falta de madurez, que nos hace hacer lo que hace la manada».

Espelt muestra cómo la tecnología ha agudizado el problema. Ahora, mediante mensajes de Whatsapp, los chavales se dicen unos a los otros dónde están bebiendo y extienden la presión al campo virtual.

El arma de doble filo de los patrocinios culturales 

No solo en la familia o entre amigos. A diario, en la calle, en la televisión o en el cine vemos alcohol por todas partes. «En Barcelona se prohibió la propaganda de alcohol, así que las empresas empezaron promocionar espectáculos y la marca de la bebida era más grande que el propio evento», cuenta Espelt. En festivales, conciertos y fiestas de los pueblos se repite la situación: las marcas subvencionan actividades culturales y se hacen indispensables económicamente.

También ocurre en la televisión. «Si en las series no se mete a la gente bebiendo cerveza o vino enseñando la marca, igual no se hace esta serie», ejemplifica. Es prácticamente imposible huir del reclamo de la bebida, sigue. En un experimento que realizó en Barcelona, se dio cuenta de que prácticamente todas las cartas de los bares estaban patrocinadas por bebidas alcohólicas y de que en los menús venía incluida la opción de «vino o agua».

«Ahora destruir esto es muy difícil: un consejo sería que el vino no entre en los menús, que se lo pague quien quiera», propone. El cambio ante un problema tan generalizado, advierte, tiene que comenzar con los adolescentes, ya que con los adultos ya es más complicado.

Posible repunte tras la pandemia 

El mayor descenso en el consumo durante el confinamiento se ha dado en las franjas de edad más jóvenes: de casi el 60% al 45% entre los adolescentes de 15 a 19 y del 74,4% al 64,5% entre los jóvenes de 20 a 24, pero el fin del toque de queda y otras restricciones hace pensar en la llegada de un repunte en la bebida. «Probablemente haya un incremento, pero entendemos que será coyuntural. Lo lógico es que las cifras tendieran a igualarse a niveles de antes de la pandemia«, dice Sanmartín.

Advierte, sin embargo, de que esto «dependerá de la capacidad que tengamos de dar oportunidades» a los jóvenes. «Lo que nos preocupa es el ocio, y el ocio nocturno, como refugio ante un panorama desolador» tras la crisis total en las perspectivas que ha supuesto la COVID-19, subraya.

Sobre las polémicas escenas de fiestas masivas tras el fin del estado de alarma, Sanmartín pide «no generar estereotipos» respecto a los jóvenes. Cree que, sin quitar gravedad a lo que ocurrió, se está «estigmatizando a la gente joven sin hacer una propuesta alternativa».

Este aumento en los problemas con el alcohol entre la gente joven ya lo notan las asociaciones de ayuda. Durante este último año, han notado que cada vez más jóvenes y mujeres acuden a ellos, algo poco habitual cuando el perfil de quien busca ayuda suele ser el de un hombre de entre los 40 y 50 años «que ya empieza a tener problemas físicos», explica Agustín.

La solución: «Campañas promocionales y más restricciones»

Los expertos coinciden en que abordar un problema tan generalizado, en una «sociedad puramente alcoholizada» es muy complicado, pero apuntan en una dirección: combinar campañas que alerten del riesgo del consumo y restringir más el acceso a la bebida. En el Centro Reina Sofía, trabajan la prevención en la escuela y en casa, donde están los padres, los «principales modelos sociales».

Lo que me denigró el alcohol no me denigró la heroína

Félix, que lleva 11 años sin beber y ahora ayuda a otras personas a dejarlo en la Asociación Madrileña de Alcohólicos Rehabilitados (ARAM), sugiere cambiar la percepción de lo que es un alcohólico. «Hay que decir que se empieza con una cerveza o un cubata. La gente cuando habla de alcohólicos se creen que es el hombre ahí tirado en los cartones con un tetrabrik de vino, pero a todos nos puede llegar», cuenta.

Para él, el alcohol fue la entrada a otras drogas, como la heroína, a la que estuvo adicto durante 10 años. Pero la bebida es «la primera droga en la que se entra y la última que se deja», asegura. «Lo que me denigró el alcohol no me denigró la heroína. Yo en pleno apogeo con el alcohol me llegaba a mear y a cagar casi encima», reconoce.

Espelt propone aumentar los impuestos a las bebidas alcohólicas, para al menos «proteger a las clases menos favorecidas, las que tienen más tendencia a tener una adicción». «Los adolescentes, con la paga de una semana de tres euros se pueden comprar tres litros de vino», denuncia.

Pone de ejemplo Islandia, donde un programa que combina concienciación y restricciones, como un toque de queda en el consumo en la calle, ha conseguido reducir del 34% al 2% la prevalencia del alcohol entre los jóvenes.

Ambos tienen de ejemplo la lucha contra el tabaquismo, que ha conseguido un cambio de paradigma respecto a la otra gran droga legal. Aunque, como recuerda Espelt, «si la prohibición de fumar en los bares provocó tantas críticas, imagínate lo que supondría prohibir beber».

Fuente: Rtve

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