NOTICIAS: 30.05.2021
“Es necesario que se preste atención a las políticas de prevención y tratamiento, no solo desde el ámbito público, porque nosotros creemos mucho en el tercer sector”
¿Cómo surge la iniciativa de elaborar esta investigación?
Fue a petición del Observatorio Europeo sobre Drogas y Toxicomanías, el organismo de la Unión Europea que estudia las adicciones desde todos los ámbitos, como el clínico, el económico y el psicosocial, y marca las pautas y diseña las políticas sobre las drogas. Se pusieron en contacto con nosotros porque hemos colaborado con ellos en varios proyectos y están muy preocupados por los efectos de las crisis económicas en el consumo de drogas, sobre todo de las ilegales. Se trata de anticiparse un poco a lo que se nos viene encima para saber a qué grupos va a afectar más y con qué intensidad.
¿Hay una relación clara entre las crisis económicas y el consumo de drogas?
Creo que sí podemos establecer esa relación, pero va a depender de la edad de las personas consumidoras, del impacto de la pérdida del empleo en la sociedad, de los tipos de drogas que se consuman… Es una relación complicada, porque incluso hay sustituciones de unas por otras en el consumo de las drogas, bien porque son más baratas porque la disponibilidad de renta de las personas es menor durante las crisis, o bien porque con menos sustancia se genera un efecto mucho mayor. Ese es el gran miedo que tiene el Observatorio, ya que esas drogas son más perjudiciales porque los consumidores consiguen el subidón antes.
¿Por qué se produce el salto a las drogas en las crisis económicas?
Hay efectos contradictorios, porque mientras que el de la renta produce una disminución del consumo, el del estrés por intentar sobrellevar la situación del desempleo o los bajos niveles de renta e incluso de exclusión social que las crisis provocan en muchas personas llega a influir más. Y también está el efecto del tiempo, porque muchos estudios de la economía del comportamiento que dicen que una mayor disponibilidad de tiempo en estas situaciones puede llevar al consumo de drogas, a no ser que se trate de personas más maduras y que tienen una serie de responsabilidades, ya que son menos propensas al consumo.
¿Han tomado las administraciones medidas preventivas en alguna de las crisis anteriores?
Las crisis van asociadas a problemas como el aumento de los colectivos en exclusión social y las ratios de pobreza, lo que conlleva la necesidad de disponer de más fondos para mitigarlas, pero la reducción de la actividad también disminuye los ingresos del Estado, por lo que no se pueden llegar a ejecutar todas las políticas que hubieran sido necesarias. La crisis del COVID es muy distinta porque ha sido muy rápida, es una crisis de oferta y de demanda, tiene una mayor intensidad en el corto plazo y se espera que la recuperación también sea rápida, por lo que de ahí viene la incertidumbre que tiene el Observatorio Europeo sobre Drogas y Toxicomanías.
¿Puede entonces producirse un incremento también muy rápido del consumo de drogas en esta crisis?
Sí, es previsible que podamos observar aumentos del consumo, pero es muy heterogéneo, porque dependerá de los grupos sociales, de los tipos de consumo y de las intensidades del mismo, así como de la sustitución de unas drogas por otras. Y todo supeditado también a que se apliquen políticas que amortigüen este problema.
Dice que la edad de los consumidores es uno de los factores decisivos. ¿Cómo influye?
Lo que el Observatorio Europeo sobre Drogas y Toxicomanías llama población adulta joven y adolescentes es donde se ve un aumento más claro del consumo cuando se incrementa el desempleo, por lo que hay una relación clarísima con el consumo, sobre todo de ciertas sustancias como el cannabis. En los adultos hay relación con la adicción a la cocaína y en algunos países como Estados Unidos se aprecia una sustitución por sustancias más potentes, como opioides, no solo la heroína, sino también los que contienen algunos medicamentos.
La información sobre las drogas es mucho mayor que la que existía en crisis como la de los años ochenta. ¿No influye este factor?
Sin duda, pero los patrones de consumo son totalmente distintos. La visibilidad que tenía el consumo en los ochenta, en los que era de drogas inyectadas, que tenía unas demostraciones físicas muy evidentes en la población. Pero mi opinión personal es que lo peligroso es la menor visibilidad que tienen ahora las drogas. De hecho, el Observatorio Europeo tiene un sistema de alerta, detección e información para los países de la Unión Europea sobre las drogas porque es básico controlar la aparición de nuevas drogas, sobre todo de laboratorio, que no son tan visibles.
Pero sus efectos sociales sí que se harán patentes.
Efectivamente. No hay que bajar la alerta ni mucho menos. Al contrario, hay que tener una mayor alerta ante la aparición de nuevos tipos de sustancias, que es continua.
En esta crisis hay una intervención muy potente de las autoridades europeas mediante los fondos Next Generation. ¿Puede contribuir a que el problema con las drogas sea menor?
No podría decirlo porque las finalidades de los fondos están sin definir y no se sabe cuántos estarían destinados a la prevención o al tratamiento de las adicciones. Es evidente que a la vista de los resultados de nuestra investigación la probabilidad del aumento del consumo es real y es necesario que se preste atención a estas políticas, no solo desde el ámbito público. Nosotros creemos mucho en el tercer sector, del que forman parte las asociaciones que están haciendo esfuerzos con unos presupuestos muy limitados para combatir este problema, que no es solo de salud física sino también mental.
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