NOTICIAS: 30.07.2021
La presidenta de la Asociación Ferrolana de Drogodependencias, señala la prevención como un elemento esencial en la lucha contra el consumo de sustancias
FERROL-GALICIA. Sari Alabau (Valencia, 1946) está desde hace tres años al frente de la Asociación Ferrolana de Drogodependencias (Asfedro), surgida en 1985 para dar respuesta a lo que entonces se denominó la «epidemia de la heroína». El colectivo, declarado de utilidad pública, desarrolla programas de tratamiento integrales y adaptados al perfil de cada persona demandante de atención profesional por problemas derivados del consumo de drogas y distintos tipos de adicciones.
—¿Qué le llevó a ponerse al frente del colectivo?
—Soy socia casi desde siempre. En el 2012 hubo un problema gordo por endeudamiento. Dimitió casi en pleno la junta directiva, y ahí, de la mano de mi compañera Olga Basterrechea, entré como secretaria. Y después asumí la presidencia. Los temas sociales y solidarios siempre me han movido. Creo que revierten positivamente. Recibes mucho más de lo que entregas.
—¿Se ha acabado aquella epidemia de la droga de la que surgió Asfedro?
—Ha cambiado, pero no ha desaparecido. Ahora es más variada. El cannabis y la cocaína están creando muchísimos problemas, y la pandemia los ha acentuado. Tenemos más de 1.200 usuarios y el covid nos limitó y limita mucho para acciones preventivas y terapéuticas.
—¿Cree que se le otorga poca importancia al riesgo de caer en una adicción?
—A veces se banaliza. Ese pensamiento de ‘‘yo puedo controlar» o ‘‘es solo un día»… Y no se puede banalizar una adicción, es muy grave. Generar un clima de prevención es determinante en esta lucha. Las adicciones son algo en lo que es muy fácil entrar y muy, muy complejo salir.
—¿Cuál es el perfil del usuario?
—Es bastante variado. Muchos usuarios tienen una vida bastante normalizada gracias al trabajo que hacen en Asfedro. Esa asociación que se hace entre droga y adicción con un nivel socioeconómico bajo e incluso marginal no es cierta. Hay gente de todo tipo con problemas que tratan de superar.
—¿Se mira para otro lado en el ámbito familiar si surge el problema?
—Hay de todo, hay gente muy preocupada y que actúa enseguida, otros, quizá por desconocimiento del riesgo, tardan más en hacerlo y entonces, la bola del problema, de la adicción que sea, se hace mucho más grande.
—También tienen usuarios adictos al alcohol…
—Sí, con adicción al alcohol y también muchos que lo asocian con otras drogas. El alcohol es una droga legal, hay que tenerlo claro. Y los técnicos de Asfedro, que son los expertos, siempre subrayan que el mecanismo de la adicción es muy similar en el alcohol, la droga, el juego… Incluso al móvil.
—¿Qué ha de hacer quien quiera echar una mano a Asfedro?
—La cuota mínima para ser socio es de 20 euros al año, y de ahí para arriba, lo que se quiera. Nos ayuda a tener fondos propios, porque algunas subvenciones que solicitamos exigen que pongamos una parte para acceder a ellas. Pero nuestro caballo de batalla es que la sanidad pública se haga cargo de esta situación, no funcionar como oenegés. Es un problema de salud pública y ahí tiene que integrarse la solución. La pandemia irrumpió y frenó el diálogo que teníamos abierto con la Xunta en ese sentido, esperamos poder retomarlo en el 2022.
—Usted tiene un amplio recorrido político. Entró en el Partido Comunista en 1967… ¿Comparte el desapego ciudadano que parece haber ahora con la política?
—Lo primero, creo que ciertas conquistas sociales que se consiguieron a base de mucho esfuerzo de generaciones anteriores ahora se ven desde una posición más relajada, creyendo que lo logrado es para siempre, y no es así. La propia pandemia ha destapado que hay mucha gente que padece necesidades de lo más primarias… ¿La clase política es peor ahora? Quizá es porque es necesario que la gente se implique más. Quizá la gente que está en la cúpula de la política es el reflejo de una sociedad que se resiste más a involucrarse.
—¿A quién se llevaría a tomar un café?
—¡Vaya aprieto! Afortunadamente conozco a mucha gente maravillosa. Pero me tomaría una café con Yolanda Díaz, con Santiago Carrillo, con Marcos Ana, autor de Decidme cómo es un árbol, un símbolo de humildad…
—Es usted una lectora ávida… ¿Qué tiene entre manos ahora?
—Estoy con Quién alimenta realmente al mundo, acabo de leer El infinito en un junco… Y en el confinamiento me leí los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Es magnífico cómo refleja aquella época.
—¿Y de música, qué le tira?
—Me gusta la música clásica, también cantautores como Paco Ibáñez, Raimon, Serrat. Y disfruto con una buena ópera.
—¿Su sueño?
—Mi sueño es un mundo con muchas menos adicciones, pero no sé si se va a hacer realidad en un espacio corto de tiempo.
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