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Adolescentes: «Un sistema muy útil para negociar con ellos y evitar consumos de riesgo es la economía de puntos»

NOTICIAS: 08.08.2022

Un especialista en adicciones explica a los padres cómo afrontar la situación cuando sospechan que sus hijos consumen algún tipo de droga

 

Laura Peraita

CATALUÑA. El verano y las vacaciones favorecen que los adolescentes tengan más ganas de salir con amigos y de fiesta, para mayor preocupación de los padres. No son pocos los progenitores que muestran por primera vez inquietud por saber si sus hijos mantienen un ocio responsable y saludable lejos de consumos de riesgo. Pero el doctor Xavier Fàbregas Pedrell, director médico del Centro Mas Ferriol y médico especialista en adicciones y trastornos de salud mental, se muestra muy tajante al respecto: «El que un hijo adolescente consuma algún tipo de droga es, a tenor de las estadísticas, algo bastante probable».

¿Cómo pueden los padres salir de dudas ante este temor

En muchos casos consumirán algún tipo de droga como una experiencia temporal, relacionada con la transgresión de límites y la experimentación habituales en esta etapa de la vida. Muchas drogas son fácilmente accesibles y se ha banalizado su uso, ya que prácticamente no se concibe salir de fiesta sin beber alcohol y fumar porros es algo común y la percepción de riesgo por consumir estas sustancias ha disminuido de forma importante en los últimos años. Es habitual que el adolescente niegue el consumo, sobre todo si presupone que el reconocer los consumos va a tener consecuencias en forma de castigos. Por poner una comparación es como querer averiguar si nuestros hijos mantienen relaciones sexuales. No se trata de hacer pruebas de virginidad, ni siquiera encontrar una caja de preservativos significa que ya las tengan. Hay que crear una relación de confianza con los hijos que permita poder hablar de cualquier tema de forma respetuosa y que la perciba como una ayuda y no como una forma de control. Y esto no se consigue de forma instantánea, sino que se construye poco a poco, partiendo de posiciones aparentemente muy alejadas y con mucha paciencia.

Ante la sospecha y el temor de los padres, ¿es correcto castigarles sin salir?

Nuestros miedos no son compartidos por nuestros hijos. Forzar los límites y romper las normas forman parte del proceso natural para adquirir identidad propia. Con las restricciones de la pandemia se ha visto el enorme perjuicio de la restricción de las relaciones sociales en los jóvenes ya que la interacción con sus iguales es una necesidad psicológica que ayuda a crear identidad y seguridad. Eso explica también las consecuencias terribles en aquellos adolescentes que sufren bullyng o discriminación, ya que carecen de esa integración imprescindible para su desarrollo psicológico.

Lógicamente hay que establecer unos límites a las salidas, en los horarios y en el tipo de actividades permitidas. Esa negociación y el respeto a los acuerdos conseguidos van a permitir madurar emocionalmente y, si se cumplen, dan pie a una situación de confianza entre padres e hijos.

Un sistema muy útil para negociar con los hijos es lo que se llama economía de puntos. Del mismo modo que los conductores tenemos una serie de puntos en el carnet de conducir que sólo perderemos si se cometen conductas irresponsables o contrarias a la ley, el adolescente debería tener de inicio una serie de posibilidades de hacer en relación a esos acuerdos conseguidos con los padres y que sólo perderán si sus conductas muestran esa irresponsabilidad o esa transgresión. Una pareja amiga tenían colgada en la nevera una lista de las consecuencias posibles de las faltas de sus hijos, que habían pactado con ellos y que solo se aplicaban si se producía esa falta. Una pelea entre los hermanos suponía quedarse ambos una semana sin internet o el incumplimiento de las tareas domésticas la pérdida de la paga. Pero todos sabían de antemano las consecuencias de las transgresiones y no había que discutir cada vez que se hacía si uno se saltaba las normas. La única condición era que los castigos fueran coherentes y proporcionados.

¿Qué otras medidas pueden adoptar los padres para que sus hijos no consuman? ¿O es inevitable?

El mejor antídoto contra los consumos es la información. Se trata de evitar los sermones, los prejuicios y los discursos vacíos. Hay que hablar de forma directa de estos temas y los adolescentes agradecen que se les permita opinar y argumentar. Pero para ello hay que generar un clima habitual en la familia que permita hablar de temas controvertidos con unas formas que permitan la discusión y no la bronca. Pero seguramente esa capacidad de diálogo no previene todas las situaciones de riesgo.

Un reciente estudio publicado demuestra que a partir de los catorce años las áreas del cerebro que se activaban en respuesta a la voz de la madre lo dejan de hacer y en cambio se disparan ante voces de desconocidos. Esta diferencia, debida a causas hormonales, propicia el desapego ante las figuras protectoras favoreciendo la experimentación y el cambio de los apegos. Estos cambios biológicos van en contra del intento de control parental, aunque los padres seguiremos siendo ejemplo para lo bueno y lo malo y los valores esenciales ya se han transmitido.

¿Debemos intentar que cambie de amigos?

Deberíamos conocer a sus amigos. Normalmente los primeros grupos son los de la escuela, los del equipo con el que hacen deporte o los de la pandilla del verano. El hecho de que los amigos de nuestros hijos se sientan cómodos viniendo a casa facilita poder conocerlos. Es importante hablar con nuestros hijos si alguno de ellos no nos parece bien, pero es fácil que esa crítica sea mal recibida si se hace de forma que se perciba como un prejuicio. En definitiva, el cómo hacerlo es tan importante como el qué hacer.

¿Quitarle la paga es otra solución?

La paga permite una autonomía y una autogestión que puede ser muy importante a nivel educativo. Retirar la paga puede ser una posibilidad, pero no un automatismo. Enseñar a priorizar las necesidades y administrar los recursos en vez de castigar por no hacerlo correctamente se percibe como una arbitrariedad. De nuevo es necesario llegar a acuerdos y solo en caso de flagrante incumplimiento se aplica la pena.

¿De qué manera afecta el consumo a su organismo? ¿Cómo explicárselo?

Hoy en día los jóvenes conocen en general los perjuicios de las drogas. Lo que pasa es que no creen que les pueda pasar a ellos. Todos pensábamos que si empezábamos a fumar lo dejaríamos fácilmente. O todos creíamos que el alcohol no afectaba a nuestra forma de conducir. A menudo puede ser interesante preguntar a personas a las que se les reconozca un conocimiento experto sobre estos temas, al igual que vale la pena que el ginecólogo pueda ser consultado por cuestiones de salud sexual por nuestras hijas.

-Cuál es la línea roja entre el consumo y la adicción?

No es fácil de establecer inicialmente. Todos los consumos tienen un riesgo y el abuso (el consumo perjudicial aunque sea temporalmente) es una etapa común en casi todos los consumidores. Pero si los inconvenientes superan a las ventajas, la mayoría de los que hacen ese abuso reducen o cesan el consumo. Cuando tienen una pareja, unos estudios o un trabajo que les interesa más cambian la manera de salir y la relación con los tóxicos. En el caso de la adicción, el consumo se mantiene a pesar de los evidentes perjuicios de continuar consumiendo.

¿Cuándo hay que buscar ayuda profesional en caso de confirmación de consumo? ¿Qué especialistas son los más adecuados?

Esa ayuda es necesaria cuando la situación se percibe como inmanejable, ya sea por la evidencia de los problemas que provocan esos consumos a nivel salud, cambio de comportamientos o problemas de relación. Es importante que el profesional sea percibido como un elemento neutral, dispuesto a escuchar a las partes y transmitir información objetiva y de aplicación práctica. Normalmente, un psicólogo con experiencia en jóvenes puede ser el perfil más indicado, aunque hay otros profesionales cualificados para intervenir, como los educadores sociales, los monitores de tiempo libre o el médico de cabecera.

La comunicación y la confianza con los padres. El saber que a pesar de las discusiones hay una base de cariño y respeto que será más fuerte que los conflictos que puedan surgir en esta fase tan convulsa de la vida.

 

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