NOTICIAS: 21.05.2022
Dos testimonios atestiguan haber superado la infelicidad que se vive con parientes que sufren la enfermedad.
En los Grupos Familiares Al-Anon explican en qué consiste la adicción y a lo que se está enfrentando.
VALERIA VIAÑA PADILLA
COLOMBIA. Desde muy joven, Teresa* siempre quiso tener una familia feliz, pero al convivir con un marido adicto a la cocaína sus sueños se truncaron. Ella no trabajaba y acababa de tener su primer hijo, por lo que se sentía vulnerable e impedida de salir adelante sola.
“Esa persona me maltrataba verbalmente, psicológicamente y en ocasiones intentó agredirme físicamente. Con la ayuda de los Grupos de Familia Al-Anon yo pude entender que cada persona debe buscar su propia salvación, y decidí no hundirme en esa situación y salir adelante con mi hijo”, señaló.
Los Grupos de Familia Al-Anon son una hermandad que atiende a hombres y mujeres, ya sean cónyuges, parientes o amigos de los alcohólicos -o adictos a otras sustancias y prácticas nocivas-, que se han visto perjudicados por esta enfermedad.
Lea también: ¿Cómo sé si mi hijo consume drogas?
Después de varios años de pertenecer a estos grupos, Teresa asegura tener ahora una vida útil, próspera y feliz, y que gracias a todo lo que ahí aprendió pudo transformar su realidad. Lo logró con la asistencia constante a estas reuniones y lecturas de aprendizaje.
Recuerda que antes de llegar a Al-Anon estaba devastada, sumida en un pensamiento distorsionado y con los sueños frustrados, al igual que el de muchas mujeres que desean formar un hogar feliz. “La situación económica también era difícil porque esa persona dejaba de darnos lo necesario y esencial para consumir drogas”, sustentó.
Es una acogida que nunca había sentido ni en mi familia, un apoyo incondicional, constante…”
Teresa*, miembro de Al-Anon.
De esa anécdota recuerda el día que solo contaba con 20 mil pesos, pero su expareja se los quitó para comprar droga. Todo eso que vivió empezó a verlo con otros ojos porque en Al-Anon aprenden a saber en qué consiste la adicción y a lo que se está enfrentando.
“Me recibieron con amor. Es una acogida que nunca había sentido ni en mi familia, un apoyo incondicional, constante y cada vez que necesitaba hablar y desahogarme con alguien ahí estaba uno de los miembros brindándome su apoyo. Fueron una guía para mi sanación interior e irme recuperando de los efectos devastadores de la convivencia con la enfermedad de la adicción”, dijo. Escuchando las historias de otras personas que lo habían logrado, Teresa se motivó a seguir asistiendo y a la vez hacía ajustes en su vida, como cambios de actitud, aprender a quererse más, a cuidarse, a elegir situaciones de bienestar y no de caos.
También confesó que sufrió depresión, pero que más allá de un simple término o estado de ánimo, explicó que esa depresión es la consecuencia de vivir en medio de la angustia y la incertidumbre por lo que pueda suceder.
“Vivir con un adicto es no dormir tranquilo, es odiarse a uno mismo por decidir compartir la vida con una persona que no te ofrece amor (lo esencial en una familia), es pasar muchas necesidades económicas y aún viviendo independizados ellos son muy irresponsables… Es recibir toda esa carga de culpa porque ellos se desquitan con quien esté más cerca. Es ver sufrir a los hijos por los comportamientos de sus padres”, puntualizó.
– Juana* es hija de un padre alcohólico. Su infancia y adolescencia transcurrieron en un hogar ins
eguro, violento y donde había mucha inestabilidad emocional. Hoy en su adultez reconoce que no era consciente de cómo esa situación impactó en su vida a futuro: se casó a los 23 años con una persona que también tenía la enfermedad del alcoholismo. Lea aquí: Revelan por qué a algunas personas les gusta más el trago.
“Vivía una serie de situaciones desconcertantes y no entendía por qué me comportaba cómo me comportaba, o por qué había decidido casarme con una persona así. Incluso yo decía que antes de casarme tenía super claro que no lo haría con una persona en esa situación. Entonces ya casada tenía una vida disfuncional, de agresividad, mis hijos tenían comportamientos de jueces por esa relación. Fueron 13 años de casada en una vida caótica, afectiva y emocional”, dijo.
Lo más curioso es que Juana, asegura, haberlo tenido todo. Nunca le faltó nada ya que, además, trabajaba, pero reconoce que su vida afectiva no funcionaba.
Con el tiempo conoció a una persona que tenía problemas con las drogas, y fue esa quien la invitó a una reunión, y en ese mismo encuentro alguien le dijo que también habían otros espacios para las familias de los que habían tenido contacto muy cercano con personas adictas al alcohol, drogas, juegos, sexo y demás, que ella también podía asistir. Ahí conoció a Al-Anon.
“¡Yo estaba tan desesperada! Mi vida no funcionaba, mis hijos estaban afectados, entonces acepté la invitación y cuando llegué conocí el programa y entendí que toda esa disfuncionalidad que yo tenía con mi pareja, no venía por mi pareja, sino que yo desde mi niñez venía contagiada de la enfermedad y eso había traspasado mi comportamiento, mi conducta y mi madurez”.
Según las lecturas que se dan a conocer en esta hermandad, Juana entendió que cuando se crece en un hogar disfuncional, o donde habita la enfermedad de la adicción, los miembros de esa familia no maduran: se quedan en una yaga emocional de 12 años, incluso, se puede llegar a la edad de 50 y las conductas y decisiones son como las de un niño de 12 años.
“Entendí que ni yo ni mi padre y mi esposo éramos culpables de haber padecido esa enfermedad. Empecé a aplicar estos 36 principios que brinda Al-Anon que son: 12 pasos, 12 tradiciones y 12 conceptos. Aprendí a conocerme, aprendí a conocer cómo me había afectado la crianza en un hogar afectado por el alcohol y aprendí cómo eso estaba afectando mis relaciones presentes, entonces empecé a trabajarlo”.
Luego de este proceso, Juana había pensado en separarse, sin embargo, volvió a convivir con su esposo y fue en esos siete años en el programa en los que empezó a interiorizarse, cambiar de actitud y volvió a vivir con su esposo.
“Ha sido maravilloso porque mis hijos, que nos vieron vivir como perros y gatos, hoy lidian con dos padres que viven de una manera diferente, con dificultades, pero que nos respetamos. Ya no hay violencia física ni emocional. Este programa salva vidas. La enfermedad del alcoholismo, o la adicción a otra sustancia, es una enfermedad devastadora. No solo acaba con la vida de quien lo padece sino de todo el núcleo familiar, laboral y hasta de la vecindad, porque la persona que lo sufre tiene unas conductas que afectan directamente a su alrededor”.
¿Cómo saber si se crió en un entorno de alcoholismo o de otras adicciones?
Al-Anon brinda una serie de preguntas para saber si usted ha sido un familiar afectado, si afectó en su niñez o en su vida actual. Aquí, algunas de ellas.
– ¿Busca constantemente la aprobación y confirmación?
– ¿Deja de reconocer sus propios logros?
– ¿Le inspira temor la crítica?
– ¿Ha experimentado dificultades con su propio comportamiento compulsivo?
– ¿Se inquieta aún cuando su vida transcurre serenamente, anticipando problemas continuamente?
– ¿Se siente más enérgico en medio de una crisis?
– ¿Se cree aún responsable por los demás como lo hizo con su ser querido alcohólico?
– ¿Responde usted con ansiedad ante autoridades y personas enfadadas?
En estas reuniones no existen los consejos por parte de ningún miembro. Sus asistentes escuchan y son ellos quienes toman sus propias decisiones mientras se van recuperando. Si se ha sentido identificado y desea asistir a las reuniones, comuníquese al teléfono celular: 3006993515. También puede llegar directamente los jueves de 6:30 de la tarde a 8:00 de la noche en la casa cural de la iglesia de Manga, frente al colegio Eucarístico. En caso de no poder asistir de forma presencial, Al-Anon brinda la opción de hacerlo virtual.
*Los nombres de los personajes fueron cambiados.
.
Comments