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El 45% de los universitarios sufre nomofobia: «Me pongo nervioso si no tengo el móvil»

NOTICIAS: 20.10.2022

El 37% de los estudiantes admite que su rendimiento ha bajado por culpa del ‘smartphone’. El tiempo medio de uso es de 4,4 horas diarias

 

Lorena Vegas, de 21 años, podía pasarse nueve horas al día pegada a su teléfono móvil. Sólo en TikTok estaba cinco horas mirando vídeos de humor, retos y bailes. Cuando el indicador de la batería llegaba al 10%, comenzaba su inquietud. «No se me podía apagar el móvil. Llevaba el cargador conmigo a todas partes y, estuviera donde estuviera, corría a buscar un enchufe para cargarlo. Me ponía nerviosa. Me molestaba mucho, además, que alguien me dejara en leído un mensaje sin responder al instante, yo misma contestaba siempre inmediatamente», dice esta estudiante de Periodismo de Antequera (Málaga) que cambió sus hábitos después de participar este verano en un experimento científico consistente en resistir una semana sin teléfono.

El proyecto, realizado por la Universidad de Málaga, buscaba medir la influencia real ejercida por el dispositivo en un centenar de jóvenes. Lorena recuerda cómo se sintió esa semana: «Al principio estaba muy estresada y angustiada por no poder comunicarme con mis compañeros. Veía que me llegaban mensajes y llamadas y era una tensión no poder atenderlos. Además, estaba insegura cuando iba por la calle. Pero cuando pasaron los días me fui sintiendo mejor: leí un libro, vi más a mis amigos en persona y cuidé a mi hermano de nueve años, al que antes no hacía mucho caso porque siempre estaba consultando el teléfono».

Lorena cuenta que a partir de esa experiencia ha «reducido bastante el consumo», que ahora no pasa de cinco horas al día. «El otro día me quedé sin batería y dejé el teléfono cargado en casa, me fui a comer a un restaurante con mi familia y ni pensé en el teléfono, estuve tranquila, como si no pasara nada», relata.

Su caso es una muestra de lo que se conoce como nomofobia, un término que proviene del anglicismo nomophobia (no-mobile-phone-phobia) y que identifica el temor irracional a quedarse sin móvil o sin conexión a internet. El 45% de los universitarios españoles se pone nervioso si no puede recibir llamadas o mensajes. Un 55% reconoce que le inquieta no poder comunicarse. El 33% siente miedo si el dispositivo se apaga. Un 27% lo pasa mal por no estar al día en las redes sociales.

Lorena Vegas, estudiante de la Universidad de Málaga.
Lorena Vegas, estudiante de la Universidad de Málaga

LA MITAD HACE UN USO PROBLEMÁTICO

Todos estos porcentajes proceden de una encuesta a 16.574 universitarios de 18 campus españoles realizada por la Red Española de Universidades Promotoras de Salud y la Fundación Mapfre. El estudio, que se presentó ayer, concluye que casi la mitad de los estudiantes entrevistados -el 49,3%– hace un uso problemático de sus teléfonos.

Este uso problemático se concreta, según la investigación, en que el 63% usa el móvil para sentirse mejor; el 66% lo utiliza cuando debería hacer otra cosa; el 49% se deja llevar por la llamada y no presta atención a nada más; el 46% se ve incapaz de pasar menos tiempo, o el 37% sufre una disminución del rendimiento académico por el exceso de uso.

Antoni Aguiló, catedrático de Salud Pública de la Universidad de Baleares, es el presidente de la Red Española de Universidades Promotoras de Salud y ha coordinado Uso del teléfono móvil, estilo de vida y bienestar psicológico en estudiantes universitarios. El trabajo ha detectado datos preocupantes, como que un tercio de los encuestados -que tienen una media de edad de 23 años- presenta problemas para conciliar el sueño siempre o la mayoría de los días. ¿Es por el móvil? «El 65% de las chicas y el 63% de los chicos tienen muy claro que ver el teléfono antes de dormir les repercute negativamente en la calidad del sueño», responde Aguiló.

La encuesta avisa también de que las mujeres tienen un mayor uso problemático del teléfono que los varones. «Ellas lo emplean más para redes sociales y ellos, por motivos de ocio o juegos». El riesgo de nomofobia entre las universitarias es de un 52% frente a un 49,9% en los universitarios.

ATENCIÓN PSICOLÓGICA

Asimismo, hay un abuso mayor en los estudiantes de Ciencias Sociales y Jurídicas (y menor en los de Ingeniería y Arquitectura) y entre los que comparten piso y están en colegios mayores frente a los que viven con sus padres.

La media es de 4,4 horas diarias, frente a las 3,4 horas en la población general y 4,15 en los miembros de la generación Z, los que tienen entre 18 y 24 años. El mayor pico se produce durante el fin de semana, donde el 34% de los entrevistados lo usa cinco horas o más, frente al 29% que lo utiliza durante este tiempo a diario.

Aguiló cuenta que cada vez hay más estudiantes que acuden buscando ayuda a los servicios de atención psicológica de las universidades y cree que puede influir el exceso de uso de las nuevas tecnologías. «El abuso del móvil también afecta a la salud mental», advierte.

Lo constata la psiquiatra Marisol Roncero, miembro de la Unidad de Adicciones de Comportamiento del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, que dice que la adicción a las redes sociales -el 25% de todas las que tratan- ha aumentado entre los jóvenes a raíz de la pandemia de Covid. «Hay adicción sobre todo a Instagram, TikTok y YouTube. El perfil del adicto es una persona con formación universitaria de entre 18 y 26 años, que está todo el día conectada, descuida sus obligaciones de estudios o de trabajo, no duerme apenas por la noche y, si no tiene conexión, se pone muy nerviosa», explica.

SÍNDROME DE ABSTINENCIA

El tratamiento pasa por deshabilitar todas las redes sociales y limitar el uso, haciéndolo de forma acompañada. «Hay que apagar el móvil por la noche y, sobre todo, planificar el tiempo libre, porque hay personas que no hacen nada más en todo el día que estar con el móvil», señala Roncero, que asegura que, «si se cumplen estas pautas, la gente se siente mucho mejor y se reduce la ansiedad».

Es lo que les ocurrió a los jóvenes, como Lorena, que estuvieron una semana sin teléfono. «Tuvieron síndrome de abstinencia y se sintieron perdidos, inseguros y marginados. Había una chica que estaba ocho horas al día en TikTok y no tenía vida social ni familiar. Todo lo hacía con el móvil, desde comer a ver series. Pero luego se dio cuenta de que podía hacer más cosas y comenzó a recuperar relaciones personales», explica Pedro Farias, catedrático de Periodismo de la Universidad de Málaga y coordinador del experimento, pionero en España. Está convencido de que las redes sociales «cada vez ponen más reclamos, estímulos y recompensas» con el objetivo de «enganchar más».

 

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