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El alcohol cambia tu cerebro (a peor), incluso cuando no estás bebiendo

NOTICIAS: 24.10.2022

Ya sabemos que el alcohol en exceso afecta a la salud, pero se ha visto que incluso esa cervecita diaria puede afectar a tu cerebro de forma permanente

 

 

REDACCION. Habrás escuchado alguna vez que cada vez que te emborrachas estás matando neuronas de tu cerebro, y las neuronas perdidas nunca se regeneran. Ambas cosas son un mito. Las neuronas sí se regeneran y el alcohol no parece que las mate, al menos no directamente.

Pero aun así, el alcohol produce otros daños en el cerebro, y los estudios más recientes indican que no hace falta emborracharse: el consumo moderado, esa cervecita al llegar a casa, también es dañino para las neuronas.

Esto son malas noticias para países como España. Según la encuesta European health interview Survey, el 13% de los españoles mayores de 15 años toman alcohol al diario, frente al 8,4% de la media europea. Aun así, menos del 10% se emborracha habitualmente, frente al 37,8% de los daneses o el 30,4% de los alemanes.

Durante algún tiempo se ha pensado que el consumo moderado de alcohol, aunque fuera a diario, no solo no era dañino, sino que podía tener efectos protectores. Sin embargo, los últimos estudios están desmintiendo esta creencia. No existe una cantidad segura de alcohol, y en especial, para la salud del cerebro.

El alcohol como tóxico para las neuronas

El alcohol que consumimos como bebida (etanol) es una molécula con unas propiedades muy especiales: es soluble en agua y en grasa. La sangre es un medio acuoso, y la membrana de las células  está compuesta de grasa. Esto quiere decir que cuando el alcohol entra en el organismo, puede llegar a cualquier sitio y atravesar fácilmente todas las barreras del cuerpo. Esto incluye la barrera hematoencefálica que protege el cerebro de posibles toxinas en la sangre. El alcohol pasa por la puerta grande.

El alcohol es tóxico para las células, por lo que nuestro cuerpo se pone a trabajar para descomponerlo mediante oxidación. El hígado es el responsable del 90% del procesado del alcohol mediante unas enzimas llamadas deshidrogenasas, que lo oxidan y dan como resultado acetaldehído.

Aquí empieza el problema, porque el acetaldehído es más tóxico aún que el alcohol, y puede causar daños en el ADN y bloquear su reparación. También altera la metilación, es decir, la programación que enciende o apaga los genes. Esto explica por qué el alcohol produce directamente alrededor del 4% de los casos de cáncer.

El proceso sigue y el acetaldehído continúa un proceso de oxidación para convertirse en acetato, una molécula más inofensiva que al final se termina convirtiendo en CO2 y agua.

La clave está en la velocidad con la que se produce el metabolismo del alcohol, que varía en función de la cantidad de alcohol consumida, el nivel de hidratación, si hemos comido o no, y el estado del hígado de cada persona. En términos generales, los hombres tienden a metabolizar el alcohol más rápidamente que las mujeres, y los europeos más que los asiáticos.

Si la conversión del alcohol se retrasa por cualquier motivo, el acetaldehído está durante más tiempo causando daños en las células del cuerpo, incluyendo las neuronas. Además, cuando la oxidación falla, el alcohol se descompone en moléculas llamadas esteres etílicos de ácidos grasos, que son las que provocan daños en el hígado y el corazón. Los niveles del antioxidante glutatión son muy importantes para que el cuerpo se deshaga de estas toxinas.

Así cambia el alcohol tu cerebro

Casi todos conocemos bien los efectos de tomarse una copa de más. Hablamos mucho, o dejamos de hablar, se nos traba la lengua, perdemos la coordinación, es más probable que perdamos los buenos modales, nos vuelve impulsivos y, en el peor de los casos, incluso agresivos.

Estos efectos del alcohol tienen que ver con que el alcohol que llega desde a sangre desactiva los circuitos del cerebro de control inhibitorio que están en el lóbulo prefrontal, la parte que “piensa” y que evita que nos dejemos llevar por nuestros impulsos. De repente parece una buena idea subirse a la barra del bar a bailar, conducir, o saltar desde un balcón a la piscina. Por desgracia, seguir bebiendo también parece una buena idea.

Podríamos pensar que, cuando dejamos de beber, estos efectos se pasan. Pero lo más preocupante es que nuevos estudios han comprobado que para las personas que consumen alcohol habitualmente, estos efectos pueden ser permanentes. Es decir, son más impulsivas y tienen peor control incluso cuando no han bebido.

La buena noticia es que estos cambios en nuestra personalidad también son reversibles hasta cierto punto. Un periodo de abstinencia del alcohol de entre dos y seis meses basta para que los circuitos vuelvan al estado anterior. Por desgracia, para las personas que sufren de alcoholismo la recuperación puede ser más difícil.

¿Cómo protegernos de estos efectos? El estudio anterior también aclara qué hábitos de consumo son peligrosos, y por qué debemos contar las bebidas a la semana, no al día. Por ejemplo, beber siete cervezas el sábado y abstenerse el resto de la semana es igual de dañino para el cerebro que beber una cerveza al día. Por otro lado, consumir 10 o 12 bebidas (cerveza o copa de vino) o más a la semana empieza a ser muy perjudicial no solo para el cerebro sino para otros órganos y la salud en general. Pero ten en cuenta que, bajo los efectos del alcohol, puede que no te parezca tan mala idea.

* Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.

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