NOTICIAS: 11.05.2021
El final del estado de alarma provocó el sábado pasado una euforia colectiva que se tradujo en fiestas y celebraciones masivas en las calles de muchas ciudades españolas. Los expertos vaticinan que tendrán un impacto en la pandemia.
Madrid. El final del estado de alarma en la medianoche del pasado sábado provocó una euforia colectiva en toda España que se tradujo en la salida masiva de miles de personas a las calles y plazas, muchas de ellas abarrotadas de gente haciendo botellón sin ninguna distancia social. Escenas de liberación que manifiestan una «fátiga pandémica» y también el júbilo por la relajación de las medidas más restrictivas, pero que, sin embargo, han generado una gran polémica.
Madrid, Barcelona, Sevilla, Bilbao, Valencia, Valladolid, Salamanca… Miles de personas se lanzaron a las calles al grito de «libertad» bebiendo, bailando y obviando que la pandemia sigue ahí. «Había ganas de salir», decía la gente en las calles. «Era esperable una explosión de júbilo y alegría al acabar el estado de alarma, lo que no es esperable es que eso sea una nueva norma de conducta», dijo este lunes el ministro de Política Territorial y Función Pública, Miquel Iceta.
Fue un viaje a una noche de sábado anterior a la llegada del virus. En Madrid, por ejemplo, la Policía Municipal realizó 450 intervenciones e impuso 650 sanciones por consumo de alcohol en vía pública y más de 350 por no usar la mascarilla. El Samur, el servicio de emergencias del Ayuntamiento de Madrid, tuvo que intervenir en 47 ocasiones. Una cifra que representa un 50% más que otro sábado cualquiera del pasado mes de abril. En Barcelona, 6.500 personas fueron desalojadas en 31 puntos de la ciudad por formar aglomeraciones y no cumplir con las medidas para evitar contagios en una noche que el teniente de alcalde de Seguridad del Ayuntamiento de Barcelona, Albert Batlle, definió como «muy intensa».
Tan intensa fue la noche que el servicio de Urgencias del Hospital del Mar, uno de los centros sanitarios de referencia de Barcelona, recibió diez veces más ingresos por intoxicaciones etílicas que por covid, según el jefe del Servicio de Enfermedades infecciosas de ese hospital. En Madrid, una testigo que acudió el sábado por la noche a la Fundación Jiménez Díaz para ser atendida por otra cuestión asegura que vio a «muchos jóvenes sin mascarilla» que tuvieron que ser atendidos por haber bebido más de lo razonable.
«El comportamiento individual será uno de los principales condicionantes en la evolución de la pandemia»
La noche del sábado pudo dar la sensación de que estamos en la antesala del final de la pandemia –«Me siento como si no hubiera pandemia», decía una joven que celebraba en las calles–, pero lo cierto es que aún se está lejos de tenerla controlada, previenen los expertos sanitarios, preocupados ya desde hace días por lo que se puede avecinar tras el estado de alarma: no sólo es una cuestión de aglomeraciones, sino también de la actitud general de los ciudadanos, condicionados por la falsa sensación de que el virus languidece tras el avance de la vacunación y el final de los toques de queda y de las restricciones más duras, que no de todas ellas. «El comportamiento individual seguirá siendo uno de los principales condicionantes en la evolución de la pandemia», aseguraba hace unos días el portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria. Las escenas del pasado fin de semana no invitan al optimismo en este sentido.
El estado de alarma se acaba con la incidencia media de contagios en España en los últimos 14 días reduciéndose –se situaba en los 198,60 casos por cada 100.000 habitantes el pasado viernes y 188,97 este pasado lunes–, y con una situación dispar por territorios, pero los epidemiólogos prevén que las fiestas descontroladas y los botellones masivos del pasado fin de semana puedan pasar factura en forma de repunte de casos, aunque aún habrá que esperar diez días para ver todas las consecuencias y el número real de casos. Pero el riesgo es evidente.
La decepción de Simón
El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, mostró el lunes su escepticismo con que la tendencia de la pandemia siga a la baja en los próximos días tras las aglomeraciones del fin de semana y vaticinó un «impacto puntual» en algunos grupos de población por los botellones. «Teníamos una oportunidad importante de no tener una cuarta ola, ahora mismo no lo sé», afirmó el lunes por la tarde.
«Nadie sabe lo que pasará», añadió Simón, quien reconoció sentirse «decepcionado» con la situación vivida el pasado fin de semana. «No estoy enfadado, estoy decepcionado, sí, mucho, quizás hasta conmigo, porque no hemos sido capaces de transmitir el mensaje», lamentó el epidemiólogo.
Simón también dijo que es «hasta cierto punto entendible» que hubiera ese «ansia» de fiesta, pero insistió en que espera que no se repita y que los botellones masivos se limiten al fin de semana pasado.
Sin embargo, lo que realmente preocupa a los expertos es la desaparición de las restricciones a las reuniones sociales en domicilios y el aumento de los aforos en el interior de los locales, verdadero foco del virus. Elena Vanessa Martínez, presidenta de la Sociedad Española de Epidemiología, afirmaba este mismo lunes en Radio Nacional de España (RNE) que hay que ser «especialmente cuidadosos» con estas reuniones en el interior.
La movilidad es otra cuestión a tener muy en cuenta. El final de los cierres perimetrales va a acarrear un aumento de los viajes y los desplazamientos, con el consiguiente riesgo de un aumento de la incidencia. La Asociación empresarial hotelera y turística de la Comunidad Valenciana (Hosbec) afirmaba el pasado viernes que en los últimos días se ha detectado un incremento en el interés por viajar y las búsquedas de viajes principalmente del mercado nacional. «Eso ha influido en la decisión de muchos establecimientos de programar su reapertura en las próximas semanas», apuntan desde esta patronal. En este sentido, algunos medios informan de una «estampida» de madrileños para el próximo fin de semana.
Las fiestas y los botellones masivos visualizaron de forma diáfana que España ha entrado en una desescalada. El problema es si lo está haciendo antes de tiempo. Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, anunciaba este lunes que España alcanzaría la inmunidad de rebaño el próximo 9 de septiembre, cuando el 70% de la población ya esté vacunada. Son 121 días en los que todavía puede haber una quinta ola. En la última semana ha habido más de 5.000 nuevos contagios de media al día. Por eso, la presidenta de la Sociedad Española de Epidemiología reclamaba este lunes prudencia con esa desescalada sobre todo en las comunidades autónomas con una incidencia más alta: «Deberíamos intentar llegar al verano como el año pasado». Entonces, cuando la circulación del virus era 10 veces inferior a la actual, la desescalada se hizo por fases y aún así no se pudo evitar una segunda ola a partir de mediados de julio.
Ahora el escenario es distinto sobre todo por la vacunación, pero las escenas de celebración nada más decaer el estado de alarma no han gustado a nadie: ni a los epidemiólogos, ni a los sanitarios que trabajan en primera línea en los hospitales y los centros de salud y que temen que su esfuerzo sirva para poco, ni tampoco a los vecinos, muy molestos con esos botellones masivos que generan ruido y basura en sus calles.
En ese sentido, durante su habitual comparecencia, Simón lanzó un doble mensaje que resume el sentir de muchos respecto a estos botellones masivos. Por un lado, un mensaje de apoyo a los sanitarios: «Yo no estoy nada contento hoy, creo que se me nota y no me puedo imaginar cómo están los sanitarios que trabajan en UCIS saturadas y viendo morir personas todos los días». Por otro, a los que abarrotaron las calles el sábado pasado, «a los que hicieron lo que les dio la gana», como los definió. Simómn fue claro y les pidió que que sean conscientes de que ahora tienen que controlar mucho con quién se juntan y cómo aplicar medidas de control para no transmitir el virus si se han contagiado en las aglomeraciones.
Comments