NOTICIAS: 24.09.2021
«Alguien que estuvo enganchado al Fortnite, nunca más podrá volver a jugar a él», explica este profesional con más de treinta años de experiencia que nos da algunas claves para detectar si nuestros hijos están enganchados a los videojuegos
GALICIA. «Estamos recogiendo lo que hemos sembrado durante años», advierte José Manuel Recouso, psicólogo clínico de Agalure (asociación gallega que ofrece ayuda a personas que padecen la enfermedad de la ludopatía u otras adicciones sin sustancia o comportamentales), respecto a la noticia de hace unos días de un menor que había sido ingresado por su adicción al Fortnite. Cada vez son más los jóvenes que acuden a terapia, casi siempre a iniciativa de sus padres que deciden pedir ayuda a raíz de una consecuencia grave, por ejemplo, un suspenso. Sin embargo, este profesional que lleva más de 30 años tratando adicciones comportamentales, señala que con una pauta y control, los videojuegos pueden tener su parte positiva.
—El primer menor ingresado por una adicción al Fortnite, ¿esto es excepcional o la punta del iceberg?
—Es la punta del iceberg, lo que iremos viendo según vaya pasando el tiempo es lo que hemos estado consintiendo a nuestros hijos, sobre todo por la falta de normas por parte de los padres. Durante mucho tiempo, se ha pensado que los videojuegos era un tema completamente aséptico, que no generaba ningún tipo de problema, que los niños estaban muy entretenidos, que no molestaban, y cuando les han planteado dejarlo, han visto que quien tiene la sartén por el mango son ellos. Y los padres llega un momento que no saben lo que hacer.
—¿Dónde está la línea entre juego y adicción? ¿Cómo sabe un padre si su hijo es adicto?
—Cuando un juego interfiere en cualquier actividad, es decir, se dejan de desarrollar actividades sociales, relaciones familiares, aparecen problemas escolares… Ahí estaríamos empezando a detectar que existe un problema.
—Cuando no juega con sus amigos, cuando no hace planes en familia…
—Exacto. Y jugar con los amigos, no quiere decir jugar online. Es mantener contacto presencial, desarrollar actividades, las típicas: deportivas, salir, relacionarse…
—¿Dejarles una consola sin control es una bomba de relojería?
—Sí. Hay una norma en psicología y dentro del mundo de las adicciones que es fundamental: cualquier tipo de comportamiento placentero puede llegar a ser un problema. Se pueden producir comportamientos agresivos, violentos, de romper puertas o los mandos con los que se está jugando, e incluso de amenazas de muerte.
—¿Esta adicción es similar a la de otras drogas?
—Lo que es la dependencia psicológica es idéntica. Yo soy de la opinión de que todas las adicciones comienzan por una dependencia de tipo psicológico, se busca algo en la actividad que se desarrolla o en la sustancia que se consume, y después, en el caso de sustancias se va a transformar en una adicción de tipo físico, y en las comportamentales, que es de las que estamos hablando, nos va a quedar la dependencia psicológica, que es la más complicada. La física, si nos remitimos a drogas, más o menos en una semana se ha superado en el alcoholismo; la nicotina, en cuatro días, y así sucesivamente…
-¿Cómo se trata una adicción a los videojuegos?
-Se empieza por establecer un período importante de desconexión, se suprime cualquier tipo de actividad con las pantallas, tanto de móvil como de consola. Después se empieza a reintroducir de forma progresiva, pero nunca con los juegos que han generado problemas. Hay que establecer unos controles por parte de los padres, puesto que la tendencia va a ser recurrir.
—De manera controlada y con una pauta, ¿se vuelve a jugar?
—Pero nunca con el juego que le ha generado problema. Si una persona se enganchó al Fortnite, y empezó a tener problemas debido a su uso, nunca podrá volver a jugar al Fortnite, porque es lo que generó el conflicto. Y se puede generalizar a todos los juegos de shooter, toda esa modalidad quedaría suprimida. Tenemos que pelear por que maneje el ordenador para estudiar, para hacer otras cosas, incluso para contactar con sus compañeros… siempre de forma progresiva, y analizando los cambios y actitudes que va teniendo la persona. Si todo va bien, después de un período de tiempo más o menos prolongado, nosotros establecemos un año, se le puede conceder el alta. Pero los cambios se empiezan a notar antes.
—¿Padres e hijos van juntos a terapia? ¿El problema también es de los padres?
—En nuestro caso sí. Es muy fácil cargar las tintas sobre el chaval porque es quien esta manifestando el problema, pero es del núcleo de convivencia. A mí me ha ocurrido en consulta, por otros problemas, que vengan con los hijos, y para que no molesten, que no molestan, les ponen el móvil en las manos. Estoy hablando de críos de 4, 5 o 6 años, no me queda otra que llamarles la atención, algo que no me agrada. «Deje que el niño corra, que salte…», que haga cosas de niños, pero no le ponga un móvil en la mano para que se quede quieto. Ha pasado a ser la niñera del siglo XXI. Los móviles, las consolas y las tablets.
—¿Haber estado enganchado de joven, trae consecuencias de mayor?
—No, no tiene por qué, si se hace una buena rehabilitación. La única secuela que va a quedar es ser consciente, que es muy difícil a las edades que estamos hablando, de que los condicionamientos que se establecen son para toda la vida.
—Y cuando le dices a un chaval que se va a recuperar, pero que no va a poder jugar de nuevo al Fortnite, ¿lo acepta?
—No, se cogen un rebote bárbaro, incluso a mí más de uno se me ha ido de la consulta. Al margen de la broma, la reacción de los críos es esa, porque es a lo que están acostumbrados en casa, y más de una vez he tenido que salir de la consulta para tranquilizarlo y razonar con él.
—¿Los videojuegos «online» son más peligrosos? ¿Enganchan más?
—Sí, porque te generan una falsa realidad de contacto con otra gente, llegas a plantearte que esas personas, que están en otras partes del mundo, son tus amigos…. «Tengo mil amigos en las redes sociales». Y luego hay otro tema, y te lo digo porque tengo un persona adulta con el tema de las redes sociales, cuando les planteas mantener contacto cara a cara, con otra gente, no saben. Han perdido las habilidades de establecer contacto social. Los especialistas vamos aprendiendo de la falta de interacción sobre la marcha, porque no hay ningún protocolo establecido. También hay que tener en cuenta que una cosa es lo que está pasando aquí, y otra lo que está ocurriendo en los países asiáticos, donde tienen una problemática mucho mayor e incluso ha habido suicidios.
—¿Afecta por igual a menores que a adultos?
—Más a menores. El tema de videojuegos cuando se lo planteas a un adulto, más o menos lo entiende, evade la problemática y se va regulando. En los jóvenes hay un problema fisiológico de base que es que hasta los 21 años no madura el lóbulo frontal, que nos permite anticipar determinados procesos, y no saben valorar las consecuencias futuras.
—¿Hay una forma sana de jugar a los videojuegos?
—Claro, véase el desarrollo de habilidades que aprendes en el juego, no solamente el manejo del pulgar, es aprender a anticipar determinado tipos de situaciones, aprender esquemas, comportamientos. Yo siempre planteo que en cualquier tipo de juego, el objetivo tiene que ser la interacción social sea vía online o presencial. El resultado me tiene que dar igual a partir de ese momento, tengo que aprender a desarrollar mis habilidades y no competir con las de los otros. Porque esté una hora jugando no va a interferir negativamente en otro tipo de comunicación oral o presencial. Incluso te diría: lo que va a hacer es enriquecerme.
—¿Jugar un rato al día es bueno?
—Claro, lo mismo que potenciamos a nuestros hijos en actividades deportivas, jugar con una consola puede ser exactamente igual, es decir, aporta aspectos positivos.
—Hay un término japonés, «hikikomori», que describe a aquella persona que se encierra en una habitación sin contacto social, que no sale ni para comer, ni para asearse ni para hacer sus necesidades, ¿eso se ve aquí?
—Sí, ya hay aquí en Galicia. Tengo una persona mayor de edad que entró a tratamiento por una denuncia de la madre.
—En China, quieren limitar el juego a tres horas el fin de semana, ¿qué opinas?
—Yo no soy partidario de establecer limitaciones por parte del Estado, somos los propios padres los que tenemos que ser conscientes de lo que están haciendo nuestros hijos en todo momento. Parece ser que hoy en día establecer pautas de control está mal visto, y no puede ser, tenemos que saber qué hacen cada vez que se encierran en la habitación. Si un crío está en época de estudios, no podemos dejarle a su libre albedrío el manejo de la consola, le estableceremos nosotros la pauta. «¿Has acabado todo? ¿Has hecho todo lo que tenías que hacer?», «Bien, puedes jugar una hora, si quieres».
—Aun en ese caso, tú serías partidario de un mínimo control.
—No, no, un mínimo no, un control. Lo mismo que controlamos adónde va, con quién va, si respeta los horarioS, si cumple con su trabajo, que en este caso es estudiar e ir aprobando los cursos. Y en casa lo mismo, plantear normas, que parece que nos hemos olvidado de ello.
Comments